sábado, abril 19, 2008

Marte

La vida como la conocí termina hoy, a medida que hago más profundo el agujeró se que se aleja más de mi, pero no puedo dejar de cavar la tumba de esa vida, a cada palada que doy la veo más lejana.
Mi madre me llamó Ares, pero me llamaban Marte, las pocas personas que me conocen realmente creen que es por el planeta, ninguno se ha parado a pensar en el soldado, el dios griego de la guerra, y es que mi aspecto no hace pensar a nadie en un guerrero, pero la gente es así, se dejan llevar por la cubierta y no ven lo de dentro.
He leído en muchos libros que es importante conocer los orígenes, no puedo decir mucho de los míos, sólo sé lo que consideraron que debía saber. Mi madre era una científica del gobierno o de algo igual o más importante que este, y lo dejo todo al saber que yo iba a nacer; me crio con mucho amor pero sin malcriarme, no dudo en castigarme cuando fue necesario. Mi padre era un soldado, de los que no dan la espalda a los enemigos y luchan por su país e ideales, cuando vio que su país daba la espalda a los soldados, y a todo en cuanto creía, les abandono, pero no les mostro su espalda descubierta, permaneció atentó por lo que pudiese pasar, me enseño la diferencia entre vivir y sobrevivir.
Me crie en un barrio conocido como “Las puertas del infierno”, aunque por el nombre pueda parecer un mal sitio, no lo era, al menos a mi no me lo parece, no había putas y yonkis en todas las esquinas, simplemente había demasiada gente perdida o que quería estarlo, mis padres eran de estos últimos, y mientras ellos fingían ser lo que no eran, yo iba al colegio con los otros niños del barrio, compartíamos nuestras fantasías, imaginándonos superhéroes con grandes poderes que salvarían al mundo de todos sus males, tendríamos camisetas con nuestro símbolo, y no permitiríamos que nuestra madres llorasen más a escondidas. Entonces yo no sabía, que yo provocaba ese llanto, el día que me di cuenta, una parte de mi mismo murió.
Recuerdo que la ayudaba a poner la mesa, y un plato se rompió contra el suelo en pedazos de distintos tamaños y me apresure a recogerlo, sin preocuparme de que podía cortarme, cuando mi madre apareció con la escoba, por mis dedos goteaba sangre, soltó lo que tenia en las manos, y me hizo soltar los trozos de porcelana que había recogido, en el baño me limpio las manos y vi su cara de miedo cuando no hayo heridas en ellas, no me dijo nada sobre ello, únicamente me revisó las manos una y otra vez, usando incluso una lupa, me mando a dormir después de una cena que no fui capaz de terminar, y cuando mi padre llego y ambos me creían dormido, la escuche contárselo entre sollozos, me sentí como el peor de los villanos.
También fue mi causa el que nos mudásemos lejos de todo, mi amigo Flavio y yo nos adentramos al infierno, con sus calles laberínticas nos perdimos en él, preguntamos como salir de ahí, pero sólo se rieron de nosotros o nos ignoraron, una abuela en silla de ruedas nos dijo que no había salida, que estábamos en la ciudad dorada, teníamos miedo y no hacíamos más que correr en círculos buscando el camino para volver a casa, para cuando anocheció estábamos tan cansados que nos arrastramos en un ultimo intento de salir de ahí, probablemente si nos hubiésemos quedado quietos habría sido más fácil para mi padre encontrarnos y no nos habríamos visto en medio de un tiroteo, una bala me atravesó a mi, y otra al pobre Flavio, le oí gritar y vi toda esa sangre saliendo de él que no pude más que asustarme, no dejaba de ser un niño, pero recordaba que en muchas películas tapaban la herida con las manos para que dejase de salir sangre y yo hice lo mismo, apreté con mi peso sobre ella repitiendo una y otra vez “No te mueras” y sentí que perdía la fuerza, que toda era absorbida por la, eso es lo ultimo que recuerdo de ese día, para cuando desperté estaba en el asiento trasero de una furgoneta cargada con todas las cosas de mi casa, y mis padres estaban delante en un silencio que hizo que un escalofrió me recorriera el cuerpo, tuve miedo de hablar, pero lo hice, por eso descubrí que Flavio estaba bien, y que íbamos a ir a una casita en el campo, no me dijeron nada más.
El campo más parecía un bosque, no había nada más que arboles y vegetación mirase donde mirase, la casita estaba a casi dos metros de un precipicio, pero no comente nada sobre ello, ya había metido demasiado la pata.
Mi madre se convirtió en mi profesora el tiempo que no ocupaba mi padre en enseñarme supervivencia, en un entrenamiento completamente militar; siempre que intentaba hablar sobre lo ocurrido se hacia un silencio tal, que creía que se había helado el mundo.
Tener fiebre, un resfriado, las rodillas raspadas, son cosas que todo el mundo debería conocer, yo lo he olvidado, si me cortaba en un dedo antes de poder chupar la herida, se había curado por si misma, si me subía a un árbol y las ramas se rompían incapaces de aguantar mi peso, sentía mis huesos romperse contra el suelo, me encantaría decir lo doloroso y horrible que es, pero no puedo recordarlo con exactitud, porque no es algo que durase más que lo que mi padre tardase en colocarlos en su sitio, como si simplemente me hubiese dislocado un hombro. Con el tiempo y sus enseñanzas he aprendido a hacerlo solo.
Las cosas raras seguían pasando, el huerto que había plantado mi madre no crecía, y yo quería tanto que ella me perdonase que una noche lo recorrí entero regándolo con cuidado creyendo que por ello crecería antes, otra vez lo desee con tanta fuerza que me desmaye ahí mismo, para cuando desperté el huerto de mi madre parecía tener meses, me castigaron por ello, pero también me hablaron de lo que me pasaba, mi padre me inmovilizó contra el suelo y sin dudar me corto con su machete, grite más por la impresión que porque me doliese, y cuando apenas unas gotas de mi sangre salpicaron el suelo la herida ya había desaparecido, después mi madre me enseño una salamandra, le corto el rabo y este volvió a salirle, podía regenerarme, y no sólo eso, podía dar vida a otros seres vivos, me sentí un superhéroe, y no me importo no poder volar, pero aprendí que las cosas siguen un ciclo y yo no he de interponerme en él, porque si no, no habría cavado con mi padre la tumba de mi madre cuando ella murió por una enfermedad que arrastraba desde antes de que yo naciese. Y ahora no cavaria a su lado la de mi padre, con ellos se va mi vida conocida.
Por lo que sé hay por el mundo más personas con dones especiales, pienso encontrarlos, y escuchar sus historias, pero pase lo que pase, una vez al año volveré a esta casa, en el aniversario de la boda de mis padres.

Escribí esto de madrugada, no podía dormir, y simplemente salió, siento que es más como la presentación de un personaje, y espero poder usarlo algún día más allá de un foro, porque por lo pronto no estoy en ninguno, claro que da lo mismo, porque apenas me conecto, motivo por el que apenas actualizo mi blog.

martes, abril 15, 2008

Mi MP4 es de color…


AZUL, pero en menos de dos semanas se quedo como si estuviese encendiéndose y no lo leía ni el ordenador, por suerte la garantía hizo que me lo pudiesen cambiar, pero ya no había más como el mío, me ofrecieron uno ROSA y me negué, así que al cabo de casi dos meses, tuve uno nuevo, un modelo más avanzado y en NEGRO, que duro menos de una semana, pasaron otras dos semanas y me trajeron otro igual, pero de regalo traía una funda y una muñequera. Hace poco se le borro toda la información porque sí, sólo espero que no se muera aún.
¿De que color es mi MP4?

En fuga

Ichi se ha fugado otra vez, pero gracias a Tierra la atrape, fui despertada por ella a las 07:00 AM (¿Por qué en Jag siempre dicen hora zulu?) y empezó la persecución por debajo de las camas, no sé como Tierra es capaz de meterse sin darse con nada, la acorralamos y atrape, pero logro escapar porque me daba cosa hacerle daño, regresamos a la persecución asegurándome de que no salga por la puerta, Tierra la localiza y se escucha un chillido, le tiro del rabo para sacarla de debajo de la cama, con miedo de que la haya aplastado y la veo salir corriendo, cojo una caja de zapatos y se la pongo encima, la tenemos, ahora bien, lo difícil es cogerla y meterla en su jaula sin que vuelva a huir, el resultado es que logra escapar, pero mi compañera de cuatro patas le corta el paso, me tiro al suelo y la cojo, chilla retorciéndose, me muerde un dedo, chillo yo de la impresión más que por dolor, miró a los lados con temor de haber despertado a alguien y saltando los obstáculos la vuelvo a meter en su jaula asegurándome de que no pueda volver a escapar, después felicito a mi compañera por su buen trabajo…