viernes, julio 29, 2005

Su primera tunica

Tengo los dedos machacaos, me duelen bastante, pero he conseguido hacer algo medio decente para Si, y digo medio, porque me quedo un lado más corto que el otro y tengo problemas con terminar de coser el forro :S... bueno la intencion es lo que cuenta...

Dollfie,Si,Meina

miércoles, julio 27, 2005

Tengo a mi ñeco

¡¡Hioo!!

Veamos que puedo contar... Ya tengo a mi ñeco, es monisimo, que pena que yo sea tan torpe cosiendo si no tendría ropa mas bonita nightscrawlers,meina, dicen que lo cuenta es la intención y yo me esfuerzo mucho porque realmente no se coser, pero lo intento, mas adelante intentare poner fotos de la ropa cosida por mi.

El sábado que viene, este no el de después veré a Sere!!! tengo ganas, la quiero mucho y también a Cucha, que también la vere, y presentaremos a los ñecos y Si volverá a ver a Dash, aunque este supongo que estará ocupado metiéndole mano a los nuevos, pero me da lo mismo. si le hace llorar Destru le morderá nightscrawlers,meina.

Ya no se que mas poner, mi hermana tiene blog, y por eso me entere de que se podían subir fotos, lo llego a saber y no las subo a otro sitio ni monto todo lo que monte, pero bueno da lo mismo...

[Esto lo escribió mi oba-san]

Ale hop....

Dollfie,Si,Dash,meina

Algún día explicare por que dejo de ser Daniel para terminar en Dash.

Dollfie,Si,Dash,meina

Dash: oye, ¿y esa capa?
Si: me la ha dejado Jean Ko, el gato demonio de peluche que esta detrás.
Dash: ¿eh? esto, vale. Me gusta tu pelo.


Mientras visitábamos el ciber...

Dollfie,Si,Dash

Dash: !cambio de peluca!
Si: !Ey! devuelveme mi pelo, este me queda horrible.
Dash: je, te levantas y me lo quitas chaval.


Y otra vez de vuelta a casa.

Dollfie,Si,Dash,meina
Si: Esto es humillante, parezco una chica. Con lo guapo y sexi que estaba con mi capa y mi pelo blanco...

Dollfie,Si,Dash,meina

Dash: ey, anima te, yo te veo mono
Si: eso, tu encima burlate. como vas de haevy nadie te va a confundir
Dash: bueno vale, pero tampoco me ignores por eso.

miércoles, julio 13, 2005

¿Y mi mamá?


Llega un momento en la vida de todo padre, en el que hay que enfrentarse a las preguntas de los niños, en el caso de Belial, se veía obligado a explicarle a su hijo algo para lo que no estaba preparado, normalmente eludía la pregunta, pero ese día, nada de lo que hizo funciono.

- ¿Y mi mamá?- pregunto el niño mirándole fijamente.
- ¿Quieres un poco de chocolate?
- ¿Y mi mamá?- repitió insistiendo.

Cogió aire y le contestó:

- Si eres capaz de permanecer despierto hasta la hora bruja, te contestare.
-¿cuál es la hora bruja? - preguntó jugando con las orejas de su oveja de peluche.
- Para estar despierto a esa hora, no necesitas que te lo diga.- le respondió confiando en que no aguantaría.

Cuando llego la hora, Belial iba perfectamente arreglado, el pelo recogido con una cinta negra, un abrigo largo del mismo color, y unos pantalones también negros, la única nota de color que llevaba era una camiseta de cuello alto azul marino. Se acercó al sofá donde estaba Liam y le preguntó:

- ¿Estas dormido?
- No, no toy dormido ¿Y mi mamá?- le decía con voz adormilada y los ojos que se le cerraban.

Sonrió al niño y lo cogió en brazos, dándole un beso en la frente.

- Tenemos que ir a un sitio, ahí te lo explicare todo. ¿Vale?
- Chi.- respondió sin poder aguantarse un bostezo.

Por el camino en los túneles, dejó que el niño se durmiese, estaba orgullos de él, por haber aguantado despierto, por querer saber de su madre, hasta ahora había evitado hablarle de Nithael, no quería confundirlo, pero esa muestra de cabezonería, le había encantado, aguantar hasta esas horas, con 4 añitos, tenía su merito, cuando llegaron al lago saludo a la estatua y antes de despertar al niño le dijo:

- El ángel que hizo tu estatua, me lo entrego, quiero pensar que es nuestro hijo, el que habríamos podido tener si no estuvieses muerto, se llama Lianel, hice el nombre con las letras de los nuestros, ahora te lo voy a presentar. - Tras decir eso, despertó al pequeño - Liam, liam, no querías saber lo de tu mama.

Amodorrado, y bostezando asintió.

- Mira, ves la estatua que hay en el lago.
- Es bonita.
- Es tu madre, bueno, así era ella.
- ¿Mi mamá era un ángel?- pregunto sorprendido mirando las alas de la estatua.
- Sí, y muy bueno
- ¿Me quería?
- Mucho.
- ¿Y a ti?
- Mucho.
- ¿Si nos quería por qué se fue? - le preguntaba sin entender el dolor que esas preguntas causaban.
- Él no quería dejarnos, no pudo evitarlo.
- No entiendo.- decía haciendo un puchero.
- No importa.- lo volvió a coger en brazos- no importa.
- Le hice un regalo ¿se lo puedo dar?
- Claro.

Liam le enseñó una corona de flores, la había hecho en lo que intentaba no dormirse, rosas rojas y negras se entremezclaban en ella.

- ¿Me aupas? - le pidió levantando los brazos.

Al momento Belial se mantenía sobre el agua, dejando que el niño en sus brazos colocase la corona sobre la estatua.

- Esta fría.- dijo una vez la hubo puesto frotándose las manitas.

Su padre rió por el gesto.

- Es normal, esta hecha de hielo.
- ¿Podré volver a verla? - preguntó mirándole fijamente - quiero enseñarle mis dibujos, y presentarle a mi oveja, que me la he dejado en casa. Además, además, la próxima vez quiero venir tan apo como tu.
- Claro, pero sólo si te portas bien.
- Vale- respondió con una sonrisa de oreja a oreja.

Monumento


La guerra había terminado por estallarles a todos en la cara, ángeles y demonios luchaban contra si, no importaba del bando que fuesen, muchos morían, era una locura, y en medio de todo aquello, un demonio de cabellos blancos caminaba entre los cadáveres, y los heridos buscando a un ángel, al único ser que le hacía sentirse vivo, realmente le habían robado el corazón, entre los cuerpos no encontraba el suyo, lo llamaba insistentemente, pero él no apareció, voló por los cielos buscándolo entre la batalla, no entendía que había pasado para que no fuese al lugar de la cita, ellos no deberían estar allí, deberían haber estado en un lugar donde las luchas no están permitidas, tenía tantas ganas de enseñarle la casa que había construido con sus manos en ese lugar, una casa que nunca usaría.

En su búsqueda por el cielo, un ángel se abalanzo sobre él, lo paro en un momento.

- No quiero luchar, sólo busco a alguien.
- Así que huyes - se mofo el ángel.
- No tengo que darte explicaciones, responde a esto. ¿Dónde esta Nitahel?

El ángel lo miró con una sonrisa de oreja a oreja.

- Debes de ser Belial, el apestoso demonio por el que nos traiciono. Has de saber que tu angelucho recibió su merecido, pronto a ti te pasara lo mismo. - le gritó antes de atacarle.

El ataque no afectó a Belial, una barrera de fuego lo protegía, la espada del ángel se fundió, sus manos se quemaron y soltó lo que quedaba de la empuñadura dando un grito, los ojos de Belial brillaban llenos de odio hacía los ángeles que le habían arrebatado a su amado, y sin dudarlo atrapo al que tenía delante con sus manos y le arrancó las alas, haciéndole soltar gritos de dolor.

- Él no peco, porque si tu padre todo poderoso es amor, él no cometió ningún delito por amarme.- le dijo antes de arrancarle la lengua - No quiero que de tu sucia boca vuelva a salir su hermoso nombre, no lo mereces.

El odio que sentía por los ángeles en aquel momento era más grande que nada conocido, porque todo el amor que sentía por aquel ángel que una vez salvo de morir torturado, no se podía medir, era un amor que crecía a cada segundo como el universo que se expande. Por eso, cuando todo termino, él no regreso al infierno, no quería estar allí, no quería estar en ninguna parte, únicamente quería una cosa y ya no la podía tener.

En el bosque de las lágrimas, también derramo las suyas, las derramo en silencio, mirando como se quemaba la casa que una vez construyó, él mismo la había quemado, ya no tenía sentido, no merecía la pena, porque para que quieres un nidito de amor, si no tienes a quien amar, así que la destruyó, como quiso destruir todo cuanto sentía, pero fue imposible. En su corazón aparecía dibujado un rostro, en su alma un nombre, era demasiado tarde, aquel ángel le había atrapado entre sus alas y no podía escapar de su recuerdo.

Camino hasta el lago, para limpiarse los restos de sangre seca, la ceniza, y quizás todas las penas, se sumergió en el agua intentando olvidarlo todo, cuando ante él se encontró otro ángel, estaba apunto de atacarle de matarle allí mismo, pero no quería romper la neutralidad de aquel sitio.

- ¿Ya ha terminado la lucha?- preguntó mirándole con unos ojos brillantes como amatistas.
- Sí.- respondió mirándole fijamente, parecía estar llorando.
- ¿Por qué tenemos que luchar? ¿Por qué matarnos entre nosotros?- preguntaba
- No lo sé, sólo sé, que los tuyos han matado a la única persona que he amado.
- Lo siento, de verdad que lo siento, yo no he querido verlo, me he escondido aquí, no importa que digan que soy un cobarde, no puedo matar a mis hermanos, no puedo, los amo todos, incluso a ti, porque en tus ojos se ve un profundo amor, mezclado con un profundo dolor.
- Acaso no ves que soy un demonio, la sangre que me estoy limpiando es de los tuyos.- decía para que se fuese de allí, quería estar solo.
- ángel o demonio, no me importa, tu no eres malo.
- Déjame solo.- le ordenó.

El ángel no le hizo caso, si no que se acercó a él y apoyando una mano sobre el corazón de Belial cerro los ojos, para con la otra apuntar hacía el centro del lago. El agua se levanto de donde estaba, y comenzó a congelarse tomando una forma, la forma del ángel que tanto amo, amaba y amaría.

- Al menos así, puedo quitarte el dolor de olvidar como era su rostro, ya te dejo, siento tanto lo que ha pasado.- le dijo aun con perladas lágrimas sobre su rostro.
- No me gusta deber favores.- respondió sujetándole la mano que había apoyado sobre su pecho.- así que si alguna vez necesitas ayuda, si los tuyos te traicionan, buscare. Tus hermanos reconocerán mi nombre con sólo oírlo una vez, Belial.

Liberado del agarre del demonio, extendió las alas y alzo el vuelo, volvería a intentar mitigar el dolor de sus hermanos, volvería a cuidar de heridos, pero no pudo más que darse la vuelta y mirar al demonio que observaba la estatua de hielo, una estatua que nunca desaparecería.

Allí frente a la estatua de hielo, tan igual a su amado y tan distinta, le faltaba su alma, le faltaban sus miradas, su voz, su risa, pero no tenía ningún otro sito donde recordarle secretamente, así que decidió que ya que no encontró su cuerpo para darle un entierro digno, ese sería el lugar donde ir a recordarle.

Cada noche, alumbrados por la luna y las estrellas, iba a verla, le hablaba de las cosas del día.

- Hoy vino a verme Rass, ahora es el general Rassius, es de risa, pero me da igual. Me conformo con estar en calabozo y hacer pagar a esos ángeles lo que te hicieron, lo que nos hicieron. Ahora soy el torturador de ángeles Belial, o a saber como me llaman, poco importa, no hablo con casi nadie, sólo contigo, me he de ir, no quiero que nadie sepa que he venido. - Se acercó a la estatua y deposito un beso en los fríos labios de hielo, antes de irse dejando una rosa negra flotando en el agua a sus pies.

Test de esos

Your love is... by ChibiMarronchan
Your name is...
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Soy Skuld, la Diosa del futuro!

Y yo... Cual Diosa soy?

Soy Urd, la Diosa del pasado!

Y yo... Cual Diosa soy?



:+:Stairway
to heaven:+:


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Y yo, ¿Cual Figthing Girl soy?

Fairy Tales









A cual de
los Dum te pareces?




Oooo, hot.
Your boyfriend is Angel.

Who is your Buffy boyfriend?
brought to you by Quizilla

domingo, julio 10, 2005

Juego de dioses IX

9.- Amor

En el bosque de las lágrimas, las cosas son distintas, Liam se recupera poco a poco de la energía gastada, las plantas parecen ayudarle a ello, pero Beyan tiene claro que necesita hablar con él, necesita saber algo ahora, aunque después tenga que esperar mucho tiempo hasta que se de cuenta de que él ya es un hombre.

- ¿Alguna vez has amado a alguien?
- Ya te lo dije a Yggdrasil, pero era muy pequeño, tenía 12, 13 años, y apenas duro, además, yo le mate con mis propias manos. – Explicó con una expresión de dolor en su rostro.

Al escucharle se giró para mirarle, no podía imaginarselo.

- No me lo creo, pero si tu nunca matas a nadie.
- Eso es ahora, después de manchar mis manos con la sangre de la persona que amaba no he vuelto a matar a nadie.
- Pero tu, no es posible, tenias que tener un buen motivo. – Decía defendiéndole de si mismo, necesitaba creerlo.

Le sonrió tristemente acariciándole el pelo mientras negaba con la cabeza, cogió aire y cerro los ojos, veía claramente todos los acontecimientos del pasado.

- Estallo una guerra por el poder, dos reinos se peleaban por el territorio, más bien, el reino de Kurai defendía lo que era suyo, y entre las personas que luchaban al servicio del emperador de ese país, estaba él, era el “Maestro de armas”, condenado por una maldición que se iba pasando de maestro a discípulo, cuando la guerra llego a su fin, me pidió que lo liberara de esa carga y que no permitiese que le pasase a nadie más, me dijo que si de verdad lo quería haría eso por él, así que cogí la daga, la misma que llevo siempre al cinto, y lo mate, mis manos están manchadas por su sangre, no puedo olvidar como se iba enfriando su cuerpo, como perdía el brillo de sus ojos, no puedo olvidar que lo mate yo. – Las lágrimas luchaban por salir, y él no quería ser visto así, se cubrió el rostro con las manos, por sus dedos se escaparon las lágrimas que quiso ocultar.

Beyan se arrepintió de haberle preguntado, de haberse metido en esa parte de su pasado del que nunca se hablaba, sabía que sus padres lo conocían, del mismo modo que sabía que Liam había sido adoptado por su padre, pero aquella historia le traía tanto dolor reflejado en sus ojos, en la voz que se le partía al ir hablando, que sólo de escucharle o simplemente de mirarle en ese estado, no podía evitar llorar él también y desear poder ayudarle a llevar ese peso del que no podía liberarle.

Entre sus sollozos escuchó los del más pequeño, y al apartar las manos para mirarlo, no pudo evitar abrazarle como cuando era pequeño y lloraba porque se había raspado las rodillas, o le habían regañado. Recorrió con sus labios los lugares por los que habían pasado las lágrimas dándole pequeños besos, para después darle un largo, suave y dulce beso en los labios.

Sintió los labios de Liam sobre sus mejillas y poco después como se juntaban con los suyos, un beso tan dulce como las natillas que preparaban juntos, le correspondió torpemente pero con intensidad, a fin de cuentas era su primer beso.

Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo se separó de golpe, la cara roja de la vergüenza y una disculpa a media voz.

- Perdona Beyan, yo…
- No tengo nada que perdonarte, llevaba demasiado tiempo esperando a que lo hicieras. – Contesto sin cortarse un pelo haciendo que el mayor se sonrojara todavía más, aunque en respuesta le sonrió y cogió de la mano entre lazando sus dedos con los de él, mientras miraba al cielo y dirigía sus pensamientos a aquel del que era eterno guardián.

“Perdona Yggdrasil, pero desde hace tiempo este pequeño me ha robado el corazón, ya no puedo negarlo por más tiempo”

Beyan apoyo la cabeza en el pecho de Liam y le dijo:

- Creo que no te llamare más hermanito.
- Lo mismo digo. – Respondió dándole otro beso. – Pero podrías contárselo tú a papá.
- No podemos esperar hasta que tengamos nuestro primer hijo. – Pidió con ojitos de cachorrito.

Liam pensó un momento sobre ello, después en lo pesado que se ponía Belial con que sólo les mirara cualquier bicho con patas, en la diferencia de edad, en que se habían criado como hermanos, es más lo eran a los ojos de todo, en lo guapo que estaba cuando ponía esa carita y tras pegarse más él, le dijo al oído.

- Siempre podemos empezar practicar ahora. – Le mordió el lóbulo de la oreja.

[Bueno abuelita, este el final, no sé si escribiré algo más, pero esto es lo que hay, espero que te haya gustado tu regalo de cumpleaños, de no cumpleaños, y de recuerdas a nuestros niños….por poner algo =P]

Juego de dioses VIII

8.- Combate

Isao se encontraba verdaderamente cansado, le dolían partes del cuerpo que desconocía que existían, pero se forzaba en mantenerse de pie, en ayudar a Lucellos en aquel combate, a pesar de que apenas habían logrado tocar a aquel tipo, que parecía multiplicarse para atacarles por todos los flancos posibles.

- No sabéis hacer nada mejor, me decepcionas Lucellos. – Se burlaba – Que poca a resultado ser el heredero de Belial el sangriento.

Sentía la respiración forzada de Isao, sabía que no podría aguantar mucho más, pero no estaba seguro de que hacer, ni siquiera había logrado tocarle, había esquivado sus ataques de fuego, y ya no le quedaba nada por mostrar, no había técnicas secretas ni nada por el estilo, el poder del que tan orgulloso había estado, ahora le era inútil, no parecía que fuese el chico al que habían elegido entre miles para ser juez y verdugo porque sobresalía en todo.

Aparecieron sobre un árbol, algo que no les extraño dado el grado de cansancio que tenía Liam, era lo mejor que podía haber hecho, además desde ahí tenían una vista privilegiada del combate. Al ver en el estado que estaba Lucellos, Belial no dudo en meterse en la pelea, pero Nithael le paró.

- Es su combate, si vas a ayudarle, seria como si hubiese perdido.
- Pero pueden morir. – Decía preparándose para lanzar un ataque de fuego.
- He dicho que no. – Le riñó – Has de dejar que se valga por si mismo, que aprenda a usar su fuego, hasta ahora por muy bueno que sea, sus ataque sólo son una copia de los tuyos, con él no ha pasado como con Beyan que aprendió a hacer sus propios ataques, como la barrera de viento.
- Esta bien, pero si veo que no tiene salida, no podrás detenerme. – Aceptó a regañadientes.

La lucha continua, y uno de los ataques de fuego que lanza Lucellos es devuelto, lo para con la espada, pero mientras lo contiene el hombre ataca a Isao a traición, rajándole en el estomago, el olor de la sangre de su amado, la risa de loco de su atacante, la mirada llena de amor de Isao hacia él que se extingue, el sentimiento de haber fallado, todo se entremezcla, con el dolor de su espalda desgarrándose, unas alas negras como las de un cuervo salen de ell, son distintas de cualquier otras, en ellas hay garras, como si fuesen las de un demonio, pero eso ahora no importa, únicamente importa la sangre roja que sale del cuerpo de la persona que quiere, roja como el fuego, el fuego que brilla en sus ojos, que vive dentro de él, y que sin dudar dejara salir.

Una llama de color plata les rodea a él y a Isao, una llama que sale de él mismo, mientras sus alas se extienden como si fuese a volar, pero sólo las agita dejando salir algunas plumas de ellas, estas se clavan en la carne de su agresor como agujas, provocando un gran dolor, para después empezar a arder. Los gritos de dolor son eliminados por una pluma que se clava en la garganta, impidiendo que salga cualquier sonido de su dueño, provocando más dolor que antes, pero eso poco importa, sólo tiene ojos para el chico que yace a sus pies, lo coge en brazos con cuidado, como si fuese romperse y lo envuelve con sus alas.

- No me dejes por favor. – Pide apunto del llanto – Quédate conmigo.

Las lágrimas empiezan a caer por su rostro hasta llegar al del rubio, el muchacho abre los ojos y le mira con una sonrisa en los labios, lo acaricia con sus manos y le susurra un te amo, antes de volver a cerrarlos y abandonarse al mundo de Hades. Un grito desgarrador encoge los corazones de todo aquel que lo escucha, un grito tan fuerte que es capaz de llegar a donde no habita el hombre, traspasar barreras que nadie ve, es el grito desesperado de alguien al que le han arrebatado lo más preciado.

Mi cuerpo no aguanta
El dolor que siento
Mi alma no para de gritar
Mientras siente que se rompe
Las lágrimas son rojas
Rojas como la sangre
Pero ya todo da igual
Te han arrebatado de mi lado
Sin importar nada más
Sigue doliendo
No parece que vaya a parar
Por favor que alguien me mate
Y me libere de este sufrimiento
Permitirme ir a su lado
Que nuestras almas se reencuentren
Y ya no nos separéis más

Eso era lo que decía aquel grito desgarrador, pero la muerte no era la solución, sus padres le observaban con el corazón desgarrado, sin poder hacer nada, sus hermanos sentían el dolor en la distancia, pero aquello no era el final, sus alas ardían como el fuego, parecía un fénix que había tomado la forma de un humano, y cuanto más brillaba su figura se hacía más difusa, más sentían una extraña calidez, unas manos suaves volvieron a sujetar sus rostro, los ojos azules le miraron con ternura y los labios de su amado se movieron dejando salir unas palabras que hicieron que el dolor cesara.

- Siempre juntos, lo prometimos. – Sonríe y se abraza a él, las alas dejan de ser como el fuego, vuelven a su estado normal mientras envuelve con ellas a su pareja.

En el árbol sus padres de abrazan mutuamente, mientras comparten una mirada cómplice y una sonrisa de alegría, lo que acaban de ver no ocurría desde antes de la primera guerra, se conoce como las alas del fénix y se supone que únicamente aquellos que estén bendecidos por los dioses pueden hacerlo, nadie más puede evitar que alguien muera cuando su hora a llegado.

En el suelo, aún con las plumas ardientes clavadas en su cuerpo, el culpable de los acontecimientos se retuerce de dolor, a su lado aparece Garic.

- No me mires como si creyeras que te voy a ayudar, porque tu y yo no somos ni iguales, ni lo mismo, venimos del mismo lugar, pero yo realmente soy la muerte en su estado puro, soy aquel que por donde pasa sólo deja un rastro de muerte, él que lleva el dolor y el alivio, algunos me llaman Muerte, otros me llaman Garic, Zakhrin… no importa el nombre que quieras darme, no cambiara lo que soy, y tu pagaras por tu osadía.

El terror inunda cada poro de sus ser, la mirada que se ocultaba tras las gafas de sol de Garic, le provoca un terror que prefería haber muerto a manos de Lucellos, pero ahora es demasiado tarde, pagara su delito a manos de la propia muerte que le creo, y así, es como queda condenado a morir eternamente, revivir únicamente para morir segundos después de una manera más dolorosa que la anterior.

Juego de dioses VII

7.- Ayuda

- ¿Realmente debemos dejarle solo en esto? – Preguntó Beyan cuando volvieron a aparecer en el “Bosque de las lágrimas”.
- No pienso hacerlo, pero ahora, necesito descansar, y esperar a que me digan donde esta la ayuda que necesitamos.
- Has gastado mucha energía con tanto viaje y el hablar con los árboles en un lugar tan lleno contaminación, donde les cuesta respirar y no pueden evitar concentrar todas sus energías en ello. ¿Por eso te mareaste?

Asintió con una sonrisa, apoyándose en un árbol, Beyan se coloco a su lado, podía dormir tranquilo él le protegería.

- Creía que vuestro padre os había enseñado a no bajar la guardia. – Dijo el mismo hombre que les había metido en aquel lió.

Cuando intentó acercarse choco contra una barrera invisible y casi cae al suelo.

- Como puedes comprobar nos ha enseñado muy bien. – Respondió el pequeño.
- Controlas el viento como Nithael, no esta mal, un escudo de aire muy bueno. Pero deberías saber, que a mi n puedes matarme, soy sólo una parte de mí ser.
- No me cuentes historias y déjanos en paz. – Rectifico – Mejor dime porque queríais juzgar a mi madre. – Gritaba con el ceño fruncido.
- Te equivocas, en una cosa, nunca quisimos nada de tu madre, queríamos a tu hermano, ahora esta en nuestras manos, y seguramente la próxima vez que lo veas, será en…– No terminó de hablar un látigo golpeo en su rostro, haciéndole un corte que no tardo en desaparecer.
- No te metas con mis hijos. – Dijo la persona que le había golpeado, allí ante él se erguía un hombre alto, musculoso, de grandes espaldas que sobre su hombro llevaba a otro.
- O lo pagaras caro. – Terminó de decir el que estaba en el hombro.
- Lucellos esta en peligro y….
- Tranquilo Beyan, Liam no los contó todo. – Habló Nithael bajando de un salto y comprobando si estaban bien sus niños.
- Justo a tiempo. – Les dijo el brujo en un susurro abriendo los ojos e intentando levantarse con mucho esfuerzo porque si no fuese porque el árbol lo paró con sus raíces se habría estampado contra el suelo.
- Beyan ayuda a tu hermano, ha gastado demasiada fuerza enviando su espíritu a contárnoslo todo. – Ordenó su madre.

Al momento Beyan ayudo a Liam a levantarse haciendo que se apoyara sobre él.
Por otra parte, Belial parecía divertirse levantando del suelo a Garic con su látigo y tirándolo de nuevo contra el.

- Belial, escúchame un momento. – Decía mientras se levantaba – Haz el favor he de decirte algo importante. – Cuanto más alto hablaba más alto le lanzaba. – Pero quieres parar un momento. Nithael dile que me escuche es sobre vuestro hijo. – Gritó al final.

Se hizo el silencio, las miradas quedaron fijas en Garic que fue liberado de las garras de Belial.

- Debéis ir ahora al lado de vuestro otro hijo o morirá, puedo sentir como esa sanguijuela pelea con ellos.
- Explícate. – Ordenaron Belial y Nithael a la vez.
- Tengo muchos nombres, pero el que mejor me define es Muerte, ahora estoy aquí hablando con vosotros, a la vez que otra parte de mi ser se lleva la vida de alguien en algún lugar a kilómetros de aquí, incluso en otro planeta. Esa sanguijuela es un ser errante al que se le permite vivir esa no vida, mientras cumpla mis ordenes y la de otros como yo, pero se ha revelado y quiere venganza contra ángeles y demonios, ha estado esperando mucho tiempo para atrapar y torturar a Lucellos por ser los dos y no ser ninguno, decidió jugar con él, sobretodo porque al parecer en el pasado uno de vosotros lo mato y aún desea vengarse. – Todas las miradas se dirigieron a Belial. – Me preste a ayudar en este juego porque podría dar pistas para impedirlo, pero no puedo interceder más, ahora esta todo en vuestras manos. – Dada su explicación desapareció.
- Aún tengo fuerzas para mandar a dos de nosotros al lado de Lucellos. – Les dijo Liam.
- Hazlo. – Respondió su padre tras mirarle sabiendo que estaba mintiendo e iba a forzarse, pero también que no lo reconocería, así que miró al pequeño y tras despeinarle le pidió – Cuida bien de tu hermano.

Juego de dioses VI

6.- Verdad

Al regresar al mismo plano que Isao, apareció en el mismo sitio que él, apenas a unos pasos de distancia, sería cosa del destino, o fruto del amor que sentían y les unían incluso en la distancia. Lo abrazo por detrás y olió el aroma de sus cabellos temiendo que fuese la ultima vez.

- Isao tengo que hablar contigo.

El modo en que lo dijo, hizo que un escalofrió recorriera el cuerpo del joven.

- Podemos hablar dando un paseo por el parque, a esta hora no suele haber gente. – Dijo intentando sonreír.

El otro chico asintió y comenzó a caminar seguro de que él otro estaba su lado, después de un largo silencio incomodo le dijo:

- Me llamo Lucellos, hoy he visto a mis hermanos.

Al escucharle pensó en los chicos con los que se había cruzado hacía horas, lo miró fijamente, no se atrevía a preguntarle si eso quería decir que se iría, que lo dejaría para siempre.

- Seguramente no creas lo que te voy a contar, pero es la pura verdad. Te pido que no me interrumpas hasta que termine. Belial, mi padre es un demonio elemental de fuego, se encarga de torturar a los Ángeles que caen en poder de los demonios, desertores y a saber que más. Por otra parte esta Nithael, aunque también es hombre, es mi madre, un ángel elemental de aire, podría decir un ángel caído, pero como dice mi padre: Siempre será un ángel, porque a fin de cuentas sólo se convirtió en un caído por amor. Si no hubiese hecho eso, yo nunca habría nacido, ni mi hermano Beyan. Cuando fui lo suficiente mayor, me llamaron y me ofrecieron la oportunidad de ser “Juez y verdugo” de ángeles, demonios, incluso almas errantes, acepte, quería demostrar que podía valerme por mi mismo, que era más que el hijo de Belial, pero hace poco me ordenaron juzgar a Nithael, me negué a ello, y mi castigo fue que me juzgase a mi mismo y me castigase, evidentemente era culpable, y mi castigo fue la muerte, la noche que la busque te encontré a ti, y fue lo mejor que me pudo pasar, pero ahora me dicen que si yo no muero lo harás tu, uno de los dos a de morir, por eso te tengo que pedir una cosa. –
Paro de hablar mirándole fijamente a los ojos.
- ¿Vas a pedirme que muera yo? – Preguntó sin dudar de la historia.

Lucellos lo abrazo apretándole contra su pecho.

- Eso nunca, porque no podría seguir vivo sin ti. Por eso si tú me lo pides, cumpliré mi castigo.
- No. – Gritó agarrándole con tanta fuerza que le clavo las uñas.
- Que escena más bonita. – Dijo una voz que emergía de la nada, poco a poco apareció un hombre vestido de blanco. – Pero uno de los dos debe morir.

Lucellos se coloco delante de Isao sin dudarlo un momento, y como si rasgase la nada saco una espada que parecía de fuego.

- No te permitiré que le hagas daño.
- En ese caso ven tú conmigo. – Respondió con una sonrisa viperina.

Isao estaba sorprendido, pero si en algún momento había dudado de la historia de Lucellos, ahora no le quedaban dudas de que le decía la verdad. Normalmente no tenía por costumbre ir armado, desde los sueños se había tomado la libertad de coger una cosa de su padre por si las moscas, con movimientos rápidos y fluidos hizo que las correas que llevaban sujetas las dagas a sus antebrazos se soltasen mientras el cogía las armas y se preparaba para defenderse, no dejaría a Lucellos solo ante el enemigo.

- Luchemos juntos. – Se coloco a su lado.

Ojala las cosas fuesen tan fáciles, porque apenas pueden parar y esquivar los golpes que les lanza aquel hombre, no se parece en nada al de sus sueños, que les hacía sentir miedo a la vez que paz, la sensación que les provoca es de terror, pero no pueden evitar luchar, luchan por sus vida y por el amor que tienen, por poder estar juntos sin tener que huir o esconderse, porque aunque lo hiciesen no hay lugar donde esconderse de la Muerte.

Juego de dioses V

5.- Respuestas

Plumas, plumas negras a su alrededor un abrazo intenso, se siente tan bien cuando estas en los brazos de la persona que amas, es como si un ángel te cubriese con sus alas, piensa mientras se despierta lentamente, quiere que esa sensación dure, dure todo lo que pueda, porque al abrir los ojos la sensación será engullida por la oscuridad, y todo el amor que sienten no podrá quitar la sombra de que el tiempo juntos se agota, pronto tendrá que decidir si por amor será capaz de dar la vida por él, una cosa es decirlo y otra muy distinta hacerlo.

- Isao, Isao. – Repite su nombre con amor, mientras le llena de besos. – No me dejes. –Le pide antes de darle un beso en los labios.
- Eso nunca, pero sabes que he de irme a clase, no puedo faltar más, o me veo eternamente en la uni, además si mis padres se enteran estaré en un buen lió, así que se bueno y esperame, sólo serán 3 horas, después volveré a ser sólo tuyo. – Dice abrazándole, él tampoco quiere dejarle, no quiere irse, el miedo de volver y que el sueño sea realidad no le ha dejado ni un instante.
- Esta bien, entonces iré a recogerte a la salida. – Propone, pues el también tiene miedo, no quería que mientras estuviesen separados, la muerte traicionera se lo arrebatase.

Ambos se separan, les duele hacerlo, y se alejan el uno del otro, aunque sólo sus cuerpos, sus almas llevan unidas mucho tiempo, incluso desde antes de conocerse, no hay marcha atrás, su destino esta ligado, pero no saben que alguien juega con ellos, son fichas en un tablero, la partida pronto llegara a su fin y el desenlace sea cual sea, seguramente traiga el dolor.

De camino a sus clases, se encuentra con una pareja extraña, o al menos eso le parece a él, un joven de belleza angelical, que camina de la mano con de un adolescente de rasgos parecidos a los de su amado, tan parecidos que podrían ser hermanos se dice, y por un momento siente celos de que ellos caminen por la calle de la mano intercambiando miradas y sonrisas, mientras él tiene que hacerlo solo. Sus miradas se cruzan apenas un instante, y cree ver un brillo parecido al de los ojos del chico al que extraña, quizás si sean hermanos se dice, pero si hablara, si les preguntara por el chico que nada recuerda y que se convirtió en su vida, es muy probable que lo arrebaten de su lado, así que sale corriendo como si le estuviesen persiguiendo, no quiere perderle.

- ¿Lo sientes? – Pregunta Liam a Beyan.
- Sí, huele como mi hermano. – Responde mirando hacía el chico que ha salido corriendo – Aunque hay algo más, algo en el ambiente que no se como explicar.

El mayor asiente, y tras acercarlo a él, habla al que se oculta y observa:

- Deja de jugar con nosotros, no permitiré que hieras a mi familia.
- Lianel Sángrela, – Uso su verdadero nombre, mostrándole con eso el poder que tenia –
hijo de un ángel caído y una bruja soberbia, crees que podrás detener esta partida, antes de que acabe con un trágico final, alguien tiene que morir, y no podrás evitarlo. –
Responde una voz salida de ultratumba, allí no hay nadie y las palabras llegan directamente a la mente de los jóvenes, como si gritasen dentro de su cabeza, se sujetan fuertemente las manos, hasta que la sensación de estar siendo vigilados, la de la presencia de la muerte desaparece.

Miran hacía el lugar por donde desapareció el otro chico, caminan hacía él, tienen que pararlo antes de que la amenaza se cumpla, por suerte para ellos, no ha ido muy lejos, las pocas plantas que encuentran les guían, y se preparan a esperar sentados sobre el muro que separa el campus universitario de la ciudad, si ese chico sabe donde esta su hermano tendrá que hablar, aunque tengan que forzarle, si hace falta torturarle, estarán preparados por algo son hijos de su padre.

Apenas ha pasado unas horas, cuando a lo lejos ven una figura reconocible, Beyan salta del muro para correr hacía él, y este se deja abrazar, pues hace tiempo que sabe quien es, aunque no lo haya dicho. Por su parte Liam, se concentra, las pocas plantas que allí hay reaccionan a sus deseos, y los tres chicos son llevados a un lugar a parte donde podrán hablar en privado.

- ¿Qué hacéis aquí? – Les pregunta temiendo que sepan lo que pasa.
- Venimos a llevarte a casa. – Responde su hermano mayor.
- No me mire. – Habla con firmeza y convicción, sorprendiendo a sus hermanos con tal decisión.
- Lu tienes que venir, la muerte te esta buscando, si nos vamos, seguramente papá sabrá que hacer y mamá también. – Le pide el pequeño preocupado, sabe lo que se están jugando.
- Espera Beyan, déjale que se explique, es por un humano ¿verdad? – Por respuesta solo un movimiento con la cabeza, no le sorprende que Liam lo sepa. – ¿Lo amas?
- Sí. – Responde sin dudarlo un instante – Por eso os pido que me dejéis, si sabes lo que es amar, dejarme aquí, he de protegerlo, o le mataran por mi culpa.
- Pero tú… – Empieza a decir Beyan, pero Liam pone una mano delante de él, indicándole que pare.
- Lucellos, sabes que están jugando con nosotros, quieren que toméis la decisión de quien a de morir por amor, es como poneros aprueba, no tenéis escapatoria realmente, pero para entrar en un juego así tienes que haber hecho algo que les allá puesto en tu contra.
- Me pidieron que juzgara a uno de mis padres y me negué. – Les responde cogiendo aire.
- Pero que ha hecho papá para que le juzguen, seguro que hizo algo…

Lucellos niega con la cabeza, si hubiese sido a Belial, habría entendido que algo había, pero lo que le pidieron, no podía hacerlo, aunque sabía de sobra que por Belial también se habría negado.

- Me pidieron que juzgase a mamá, al ángel Nithael que se dejo corromper por amor, pero yo no podía, no pude hacerlo, porque siempre he admirado el amor de mis padres y aunque no fuese así, como matarlos con todo lo que les quiero, con todo lo que han hecho por mi. Me negué y me dijeron que me juzgase a mi mismo, debía morir, pero la muerte no vino por mi, intente suicidarme, pero sólo perdí la memoria y conocí a Isao, es lo más importante para mi, no quiero que le pase nada, por eso os pido que volváis a casa, que olvidéis todo lo que os he contado y me dejéis luchar por que él viva, si he de morir por él, no me importa.

El sonido de la mano golpeándole resonó en todo el lugar, Liam le había pegado por primera vez en toda su vida, jamás le había levantado la mano ni siquiera cuando era niño, incluso Beyan, que siempre había entendido todas las reacciones de este, se sorprendió.

- Eres un estupido, cuando amas a alguien lo peor que puedes hacer es elegir la muerte para salvarle, le condenas a vivir sin la persona que ama, con la culpa de tu muerte, así que será mejor que busques otra forma de evitarlo. – Su voz sonaba llena de dolor mientras apretaba los puños.

- ¿Pero que puedo hacer? – Preguntaba al borde del llanto por la desesperación.

- Enfrentarte junto a él a la muerte, cuéntale la verdad, dile quien eres, si de verdad te ama lo entenderá. – Respondió Beyan mirando fijamente a Liam, pues siempre había querido que le contase todo aquello que callaba.

Les miró sonriendo, una sonrisa que no pegaba con su mirada llena de pena por los acontecimientos que se avecinaban, se abrazo a ellos, y les dijo:

- Pase lo que pase, gracias por haber venido, pero no os involucréis más, no quiero que vosotros salgáis mal, ya me siento lo suficiente mal por lo de Isao, además Beyan aún tienes que dar tu primer beso. – Bromeo haciendo que se le subieran los colores al mencionado. – No te enfades, me has enseñado algo importante.

Se despidió de ambos, dándoles un beso en la frente, y deseándoles suerte, pero era mejor que volviesen a casa.

Juego de dioses IV



4.- Entender

El mundo al que les había mandado Yggdrasil no era muy distinto del suyo, además no les costaba nada ocultar su naturaleza, porque a fin de cuentas eso era algo que les habían enseñado a hacer desde la más tierna infancia, para así poder vivir entre mortales sin ser quemados en la hoguera acusados de brujería o a saber que otra tontería.

Beyan tuvo que sostener a Liam cuando este casi se desmaya en mitad de la calle, buscó un banco y se sentó allí con él, esperando a que estuviese mejor, para quitarle importancia al asunto, empezó a hablar, por hablar.

- Me pregunto que estarán haciendo nuestros padres, y cuantas veces habrá tenido que regañar mamá a papá, seguro que muchas. Aún recuerdo aquel día que fuimos a comer todos juntos a un restaurante carísimo y como nos encontramos con el tío Rass y dijo que no tendríamos que preocuparnos por la cuenta se le ocurrió la gran idea de pedir el doble de todo mientras mamá estaba en el baño, y le cayo una regañina tan buena que la gente creyó que era un espectáculo montado por el local. También recuerdo cuando no podía dormir y me iba a la cama contigo, y después venia Lucellos, pero en el momento en que empezó con ese trabajo dejo de jugar conmigo, en cambio tú, siempre tienes tiempo para mí. – Lo miró fijamente cuando dijo eso.
- Será porque yo sólo ayudo en la cafetería de vez en cuando, mamá se ocupa de todo.
- Qué dices, también te haces cargo de las plantas. – Respondió intentando hacer ver que hacía más cosas.
- Pero eso no me cuesta nada, – Sonrió – para mi estar rodeado de plantas es lo mejor que hay.

A Beyan le pareció que cuando más guapo estaba Liam, era cuando estaba rodeado por plantas o cuando hablaba de ellas, estaba tan ensimismado mirándole que no se enteró de lo que le decían.

- ¿Beyan? ¿Beyan? – Le llamaba preocupado, que le había dado para quedarse con esa cara de bobo y ese aire de estar soñando despierto, pensó justo antes de darle un coscorrón.
- Liam. – Fijo los ojos en él, sin importar el golpe que le había dado, porque ahora estaba demasiado ocupado por mantenerse tranquilo, a pesar de que las manos le sudaban, su estomago parecía tener vida propia, y el corazón se le encogía. – ¿Estas enamorado de Yggdrasil? – Necesitaba respuesta para esa pregunta, llevaba rondándole desde que los vio juntos, desde la primera vez que escuchó como hablaba de él.

La pregunta le cogió tan de sorpresa que no sabía que decir, además al mirar a los ojos de Beyan, entendió que no podría evitarla, trago saliva y miró al cielo azul con sombras grises.

- No creo que enamorado sea la manera de decirlo, para mi es muy importante, y es cierto que tengo sentimientos muy fuertes hacia él, pero ya no le amo, no como cuando era un niño, el fue mi primer y único amor. – No aparto la vista del cielo, ni miró la expresión de dolor que se iba dibujando en el chico.

Escuchó atentamente cada palabra que dijo, le dolió escuchar que tenía sentimientos muy fuertes hacia él, ver que en cierto modo su hermano sufría por un amor que seguramente fue imposible, darse cuenta de que quizás era por eso que Liam nunca había estado con nadie, sería verdad lo que decía su padre de que únicamente hay un gran amor en la vida y que no hay nada peor que perderlo, porque entonces hierras por el mundo buscándolo, añorándolo, y ahora él se daba cuenta de que todo el tiempo lo había tenido al lado, el problema era que no sabía si era correspondido, si su amor era de verdad, algo más que un simple capricho infantil, conseguiría que fuese un amor tan fuerte, tan bonito, tan dulce y en ocasiones tan cruel como el de sus padres, se dijo antes de coger de la mano a Liam, y entrelazar sus dedos con los de él, mientras se decía a si mismo, que lo conseguiría.

Sintió la mano de Beyan sobre la suya y como entrelazaba sus dedos con los suyos, le dejo, se sentía bien así, no hizo falta girarse para sonreírle, de siempre había tenido cierto entendimiento con él, pero en aquel momento, lo que mas necesitaba, aparte de saber que no estaba solo, era sentirse querido, los recuerdos de Yggdrasil le hacían daño, y se preguntó si algún día tendría a alguien como se tenían Belial y Nithael. Sintió que se le salían las lágrimas, y no podía explicar por qué, por eso, se abrazo a Beyan, diciéndole:

- Sólo será un momento, en seguida se me pasa. – Por su cabeza pasaba otro pensamiento. “Déjame abrazarte ahora que estas a mi lado, porque pronto encontraras a tu otra mitad y volveré a estar solo.”

Aunque el abrazo había sido algo inesperado, reacciono enseguida, sintió la calidez de las lágrimas, caer y también, el aroma que desprendía el pelo de Liam, le acarició los cabellos y la espalda con cariño, dándole a entender que no importa, mientras sonreía para si mismo. Pronto entendería, que ya no estaría solo….

jueves, julio 07, 2005

Juego de dioses III

Abuelitaaa aun me acuerdo.

3.- Sueños

Estaba en un lugar oscuro, caminaba buscando algo, no sabía el que, sólo que era importante, cuando vio luz a lo lejos, corrió hacia ella y pudo ver una imagen que le desgarró el corazón, su amado colgaba de los brazos por fuertes cadenas, sus pies no tocaban el suelo, y su piel era recorrida por la sangre que manaba de las heridas abiertas. Intentó llegar a él, con toda la fuerza de su ser, pero se encontró con que estaba rodeado por espinos, se clavaron en su carne, un dolor inigualable le recorría, pero siguió caminando, siguió esforzándose en llegar, sin importar cuanto dolor le causara, y cuando al fin creyó que podía salvarle se encontró solo, nada a su alrededor, salvo la oscuridad. Lo llamó a gritos, tan desgarradores que parecían estar arrancándole el alma, y de la oscuridad surgió su respuesta, ante él estaba el señor de los muertos.

- Si no quieres que le pase esto, serás tú el que deba ocupar su lugar. – Dijo con una voz que le helaba la sangre.

Despertó sudado, la respiración le faltaba pero no pudo más que buscar con los ojos a la persona por quien debía cambiarse, allí estaba, sujetándole la mano, diciéndole que todo saldría bien, que no era más que un sueño, que lo olvidara, que no hiciera caso, pero como olvidarlo, como olvidar algo que parecía tan real, creyó que lo había perdido para siempre.

- Tranquilo, estoy aquí. – Decía viendo lo nervioso que estaba.

Se abrazo a él con fuerza, llorando como un niño, mientras le decía entre sollozos:

- No me dejes, no te separes de mí.
- Eso nunca. – Respondió apartándolo para mirarle a los ojos, con sus labios limpio las lágrimas. – Estaré contigo hasta que la muerte me lleve. – Esta última frase le hizo tener la sensación de que aquello que había olvidado volvería para arrebatarle la felicidad que había encontrado.

Al escuchar lo último, Isao se abrazo a él con más fuerza, tenia miedo de que su sueño se cumpliese, pero gracias a los cuidados del otro chico volvió a dormirse, esta vez fue un sueño tranquilo.

A su alrededor había tanta blancura que le cegaba los ojos, le costaba mucho mantenerlos abiertos, pero se esforzó en hacerlo, porque a lo lejos escuchaba llorar a la persona que lo era todo para él, no lograba encontrarlo en aquella blancura. Un grito desgarrador llego a sus oídos, no necesitaba ver para saber de donde venia, su corazón le indico el camino, corrió hasta allí, y vio a su amor morir, lo vio morir mil veces sin poder hacer nada para evitarlo, un dolor tan grande recorría su ser que creyó que se iba a romper en mil pedazos, aunque poco importaba porque su corazón había quedado así, ahora que volvía a estar solo. Sentía como si unos dedos hurgasen en su interior arrebatándole recuerdos, sentimientos, todo cuanto le quedaba, quiso impedirlo, pero no podía hacer nada, no lograba que su cuerpo obedeciese sus ordenes, y así cuando era menos que un vegetal, que sólo podía observar aquella blancura aterradora, apareció ante él, el causante de que Morfeo le regalase aquella pesadilla tan real.

- Volvemos a vernos, si no deseas que esto pase y que muera creyendo que tú le engañaste, te recomiendo que cumplas tu última misión Lucellos. – Lo dijo mirándole fijamente desde lo alto, como si fuese una pequeña hormiga.

El nombre de Lucellos resonó en el lugar, el blanco fue engullido por la oscuridad, recupero la movilidad y su voz volvió a él.

- No te atrevas a herirle. – Su tono de voz dejaba claro que era una amenaza.
- Tranquilo, serás tú, la culpa de su dolor, si no cumples. – Sonrió antes de desaparecer.

Despertó intranquilo pero se relajo al sentir a Isao apoyado en su pecho, le miró fijamente, con dulzura, había amor en su mirada, pero ahora también estaban los recuerdos, y temía que lo que le había dicho Garic se cumpliese, le beso en la frente, sellando con ello una promesa silenciosa:
“Por ti daré mi vida, si con ello tu puedes ser feliz.”