martes, febrero 27, 2007

No llueve eternamente



Grupo:Disomnia
Canción: No llueve eternamente
Directo: Güímar el 27-10-06 en La Hoya




Cadenas

Voy buscando una razón
Algo que me ayude a ver el camino que perdí
Ya no quiero nada
El pasado me acecha
Como una sombra perversa
El futuro no lo veo
El ahora da lo mismo
El destino se burlo de mí
Falsas promesas que hieren
Las expectativas me asfixian
El deber me agobia
El miedo me devora
La pena me consume
Las cadenas que me atan
Han dejado una fuerte huella
Ya no importa si no están
Las veo
Las siento
Las odio
Mis lágrimas las oxidaron
Pero ellas siguen ahí
Observo el cielo
Observo el mar
Quiero desaparecer
Entre la tierra y el cielo
No hay nada más que lagrimas perdidas
Cadenas oxidadas

domingo, febrero 25, 2007

Kuraganai III

~*Presa*~
Al amanecer, quien dice amanecer dice como a la hora de la comida se despertó, llevo una mano a su cuello buscando algo, no sabía que, no lograba recordarlo, era como si la otra noche no hubiese existido y en su lugar sólo hubiese quedado un apetito voraz, le falto poco para abalanzarse sobre la nevera y devorar todo cuanto hallo a su paso.

La sensación de haber olvidado algo importante se apodero de ella, su imagen reflejada en una mirada de un azul intenso junto a las estrellas ocupaban la mayor parte de sus pensamientos, intento quitárselo de la cabeza, pero ni siquiera era capaz de leer una frase entera y mucho menos enterarse de lo que decía. Al final opto por dar un paseo, sin saber que eso cambiaria todo.

El manto de la noche lo cubría todo, tachonando el cielo de estrellas, mientras ella caminaba por los mismo sitios que el día anterior, y se sentaba en el mismo banco en el que encontró al niño.

Había olvidado el tiempo que llevaba buscando, el momento en que lo único que pensaba era en encontrarlo, era como un cazador, capaz de notar el más mínimo rastro de su presa, aunque a la vista de la gente parecía un simple chico, como tantos otros que caminan por las calles. Se dejó llevar por el olor que sentía tenuemente, corrió por las calles llenas de gente, sin pararse ante nadie sólo para llegar al lugar donde más tiempo había estado su presa, se sorprendió al ver a la joven, sobretodo porque sentía el olor de su presa en ella, se acerco sigilosamente, y la cogió del hombro provocando que se sobresaltase, la muchacha se giró bruscamente creyendo que seguramente seria algún compañero de clase listo para burlarse de ella, sus ojos quedaron fijos en los del chico que la sujetaba fuertemente, no podía dejar de mirarlos, nunca antes había visto unos ojos de ese color, rojo, rojo carmesí...

Kuraganai II

~*Encuentro*~
La fecha exacta carece de importancia, aquella noche como tantas otras estaba sola en casa, un día en el que las chicas de su edad suelen salir, pero ella era una paria, todos sus compañeros la veían como tal, a fin de cuentas según ellos no era normal que estuviese siempre leyendo, como si los libros fueran más importante que las personas. La realidad era muy distinta, en los libros encontraba mundos nuevos, historias que merecían la pena ser leídas, personajes llenos de carisma y sentimientos; por el contrario sus compañeros, sólo le habían brindado su desprecio, siempre intentaban hacerla llorar, por eso con el tiempo se había convertido en una persona de carácter solitario.

Esa noche había estado leyendo libros sobre vampiros, llevaba ya como un mes que la gran mayoría de libros que caían en sus manos trataban sobre ellos. Solía dormirse con la luz encendida y un libro en las manos, pero esta vez algo fue diferente, sus sueños eran intranquilos y termino por despertarse, no recordaba nada de lo soñado, pero se sentía nerviosa, intranquila, encerrada... Al final decidió dar una vuelta por las calles más solitarias, aunque en ese pueblo, todas lo eran. Le recordaba a un pueblo fantasma en el que los vivos salían por el día dejando la noche para que los fantasmas se movieran a su antojo, sí, ese era el mejor momento para que ella saliera, pues por el día era como si nadie la viera, como si estuviese fuera de lugar.

En su paseo encontró lo que menos esperaba, sentado en un banco se encontraba un niño, no debía tener más de 5 ó 6 años, llamaba mucho la atención, con unos cabellos tan claros que parecían blancos, los ojos de un azul intenso que daba la sensación de que brillaban en la oscuridad y una piel tan pálida, que le recordaba al jarrón de porcelana que rompió sin querer cuando era pequeña. Por un momento acudió a su mente parte de uno de los libros que había leído, una niña vampiro que engañaba a sus victimas antes de robarles la vida, sacudió la cabeza expulsando esos pensamientos.
“Esas cosas no pasan en la realidad.” Se dijo acercándose al pequeño, se sentó a su lado y en el tono más alegre del que fue capaz le preguntó:

- ¿Has visto que estrellas más bonitas?

El niño se limito a asentir, la chica le miro intentando descubrir algo más, sorprendiéndose cuando este le devolvió la mirada con esos ojos de un azul intenso, se dio cuenta de que tenían como reflejos morados y de que no era capaz de apartar la mirada, se sentía hipnotizada, como si leyesen las profundidades de su alma. Para cuando reacciono lo cogió en brazos, y al ver unas lágrimas brillantes como estrellas caer por aquel pequeño rostro le dijo:

- No llores, ya veras como encontramos a tus padres, y mientras me quedare contigo.

Parecía que el niño iba a poyarse en su hombro, pero en lugar de eso mordió el cuello de la joven extrayéndomela esencia de su vida.

Sintió unos colmillos en su cuello, fue como cuando iba a que le sacasen sangre, solo que esta vez le extraían la vida, esa vida que se le antojaba una carga para los demás, se le hacía cada vez mas pesada y no quería luchar más por ganarse un lugar entre la gente. Sí la muerte era una solución, pero no quería morir inútilmente, al menos de esa forma entregaba su vida a alguien que deseaba seguir viviendo.

El sueño se apodero de ella, y mientras se entregaba su vida, se dejaba llevar a los brazos de Morfeo, seguramente pensareis que me equivoco de dios, pero no es así, porque no murió.

Kuraganai I

~*Prologo*~
He escrito muchos diarios a lo largo de mi vida, pero este será diferente, pues es la historia de cómo esta dio un cambio radical. Puede parecer muy ególatra por mi parte, pero aun conservo esa manía de dejar por escrito lo que me pasa, es mi manera de analizar las cosas, al escribirlas las veo más claras, sobretodo porque en esta vez he contrastado mi visión con la de los demás implicados, pudiendo narrar los acontecimientos más allá de la primera persona.

Seguramente esto no tiene mucha relevancia, pero elegí este diario porque el dibujo de la portada me recuerda a la persona que hizo que todo cambiase, mi vida y la de otros.

Me dejare de tonterías y comenzare a contar mi historia, pero has de saber que no creerás, muchas de las cosas que aquí leas, esta es la verdad, no me importa si me crees o no.

sábado, febrero 17, 2007

Caminos

El mental de las espadas resonaba al chocar, y las chispas que provocaban iluminaban la oscuridad de la noche, las hojas hermanas se peleaban como si en cada golpe que daban pusiesen todo su ser. En uno de los golpes, de nuevo bloqueados, la fuerza empleada fue tal, que al chocar las espadas sonó como un trueno cayendo desde el cielo, ambos luchadores saltaron hacía atrás separándose de su oponente, manteniendo una distancia segura.
- Parece que volveremos a empatar. - habló uno de ellos, su voz era fuerte, firme, segura y de notaba que era un hombre.
- Es inevitable, soy el reflejo exacto de tu ser. – respondió una voz de mujer, con cierto tono divertido.
- Por eso desde que puedo recordar nuestros combates no importa cuando sean, ninguno puede ver al otro.
- Así es más emocionante

Mientras intercambiaban palabras, ambos se movían sigilosamente, buscando a su presa, acechándola, para así conseguir el puesto vencedor. La hoja de las espadas corto el aire para quedar en el cuello del enemigo, el brillo de su filo ilumino el rostro de los luchadores, en ellos había dibujada una sonrisa cínica, no se veía más de sus caras, una venda oscura tapaba los ojos y parte de la nariz.
- Otro empate . – dijeron a la vez.

Tras eso volvieron a apartarse, se hicieron un saludo que no podían ver, pero escucharon el sonido de sus movimientos, como su fuesen palabras.
- cuando nos volvamos a encontrar. – empezó él.
- Te ganare. – termino ella con una sonrisa.

Tras esas palabras, las espadas se envainaron, y ambos se dieron la espalda, no volverían a verse hasta muchas lunas después, el momento de dejar de ser iguales había empezado, la única cosa que tenían que hacer para poder salir de los dominios de los dioses, era mantener siempre la venda sobre sus ojos, y que nadie descubriese su procedencia.

Caminos diferentes, un mismo destino, un mismo motivo, un único deseo.

martes, febrero 13, 2007

Luz en la oscuridad

Me encuentro en la sala de espera del hospital, mis nervios están a flor de piel, no dejo de moverme de un lado a otro, voy al cuarto de baño y me lavo la cara con agua fría intentando despejarme, al mirarme al espejo recuerdo como me veía antes y como odiaba como me veían los demás.

“Hefastión el eterno galán vividor incapaz de amar a una sola mujer, capaz de
cautivarlas con una mirada de sus ojos miel. Amante del peligro, disfruta de la
aventura, ha dado un comunicado declarando que por un tiempo dejara de
conmovernos con esas actuaciones que logran dar vida los personajes fielmente.
Pues se tomara un tiempo sabático, quien sabe si realmente a de recuperarse de
alguna adicción…”

Leí en una vieja revista olvidada en la sala de espera del hospital, pero como me viesen los demás ya no importaba, porque todo había cambiando desde aquellos días que recordaba como si hubiesen pasado ayer.

Aquel día había ido a una entrevista para una revista, hicieron las mismas aburridas preguntas de siempre, desde cual era mi color favorito a que tenía que hacer una mujer para conquistarme, y como siempre que preguntaban eso, cogí entre mis manos la de la periodista y mirándole a los ojos como si sólo estuviésemos nosotros en el mundo le dije susurrante pero firmemente:

“Sólo ha de ser ella misma, las mujeres sois perfectas.”

Era de risa, todo el mundo fingía ser lo que no era, como yo en aquel momento disfrazado para salir a la calle sin ser reconocido, disfrutando de mi falsa libertad.
Camine hasta el barrio en el que me crié, con sus edificios viejos y casi en ruinas, la gente gritándose por la calle y preocupándose sólo por sobrevivir, sonrió tristemente pensando que yo también soy así, que sólo ha cambiado el exterior desde que deje aquel lugar.

Paso por el chatarrero, me paro ante la verja que lo separa del barrio, pero que permite ver las montañas de trastos viejos, de basura ahí amontonada, recuerdo mi niñez corriendo entre ella, jugando a coronar las montañas como si fuésemos astronautas conociendo el espacio, el tiempo en que lo que más amaba era compartido y no un secreto, mis primeros dibujos dedicados a unos amigos de los que me había separado. El maullido de un gato y el sentir su cuerpo pasando por entre mis piernas, reclamando mi atención, me hacen dejar de pensar en ello, le observe un momento, un gato callejero, con el pelaje manchado de sangre, le faltaba un trozo de la oreja derecha, y no podía abrir el ojo izquierdo, además de tener el rabo cortado. Aún así dejó que le acariciase, y eso llamaba mi atención normalmente un gato tan maltratado ni siquiera se acercaría a un humano, pero este lo hizo, antes de darme cuenta estaba jugando con el sentado sobre el suelo. Una foto digna para las revistas de cotilleo pensé amargamente.

El gato escapó de mis caricias y se coló en la chatarrería, me quede ahí sentado observando el motivo de su reacción. Una chica joven, de largo cabello negro que apenas dejaba ver su rostro, vestida con un jersey azul que le quedaba grande por como se le caía hacia un lado, le tapaba hasta las rodillas, dejando ver unos calcetines a rayas rojas y negras, y unas zapatillas de tela descoloridas; se agachó justo enfrente del gato y de mi, sirviéndole lo que parecían restos de comida, no reparó en mi, ni me prestó atención hasta que la hable:

“Disculpa, ¿cómo se llama?- le pregunte sin pararme a pensar mucho, provocándole un sobresalto, note que me buscaba, pero que no me veía, pensé en recomendarle que se apartase el pelo de la cara. -No quería asustarte, lo siento.” dije sinceramente.

“Alexander” responde mirando hacía mí, pero sin verme realmente, por lo menos yo lo sentí así entonces.

“Es un placer conocerte Alexander, estoy a tus servicios.” Bromee haciendo un juego con nuestros nombres, creyendo que ella sabe quien soy.

“¿Vas a llevártelo?” me preguntó con un tono que me hace sentir culpable.

“No, pequeña, lo siento, era una broma, porque yo me llamo Hefestión” le explico sin verle ya la gracia.

“Que bonito - me dice a la vez que sonríe dándome la sensación de estar frente a un ángel - Sabes, mi papá tenía un amigo que se llamaba como tu, siempre dijo que era el mejor de todos” me dice sin perder la sonrisa, que se me antoja sincera y me recuerda a alguien, sus palabras me chocan y le pregunto.

“¿Alexander Grand?”

“Sí- exclama feliz -No puedo creer que seas el Hefestión de mi papá, eres el mejor pintor del mundo, tengo el dibujo que hiciste de mi mamá” me dice como si fuese el mayor tesoro el mundo.

Quiero preguntarle más cosas, pero unos gritos de una voz desagradable y gutural no me lo permiten, ella se aleja de mí con un “Hasta pronto”.

Regreso al día siguiente y el de después, cada día hablo con ella descubriendo cosas que me hacen tener muchos sentimientos que creía haber olvidado. Descubro que mis mejores amigos de la infancia, sus padres, ya no están, que ella vive con un tío, y aunque no me atrevo a preguntarle sospecho que la maltrata.

“Con todo lo que has vivido ¿por qué eres feliz?” le pregunto acariciando a Alexander siempre presente en nuestros encuentros.

“¿Por qué no? A veces estoy triste, pero también me pasan muchas cosas buenas, como Alexander o conocerte a ti, entre la oscuridad siempre se esconde un poco de luz, sólo tienes que buscarla.” responde con esa sinceridad que me encanta.

Sus palabras me animan a preguntarle algo que no le he preguntado a nadie, supongo que es porque quiero saber como me ve ella, que realmente no me ve, no sabe nada del actor, del famoso…

“¿Cómo me ves?”

Ella se acerca más a la verja pasa las manos por la parte que esta rota y me acaricia el pelo, la cara, delineando mis ojos, mis cejas, siguiendo mi nariz, pasando sus dedos por mis labios, mientras lo hace, estoy nervios, tengo miedo de lo que me vaya a decir. Cuando termina de tocarme, se me escapa un suspiro de alivio.

“Eres un hombre alto, estoy segura de que eres guapo porque tienes buen corazón., se nota en que eres amable y dulce, aunque lo ocultas. Te gusta tener las situaciones controladas y no te gustan las sorpresas, eres fuerte o al menos lo intentas, tienes miedo, como cuando te he tocado, supongo que temías lo que pudiese descubrir, aún así te has controlado y me has dejado seguir, eres una persona cabal, que piensa todo minuciosamente, ocultas tus sentimientos bajo la fachada de tipo duro, aunque conmigo no la sueles mostrar, siempre hueles a colonia, y lo más importante y más triste, no eres feliz, y no sabes quererte a ti mismo.” Me dijo todo eso sin dejar de jugar con las mangas de su jersey y antes de que yo pudiese decir nada, los gritos de siempre la hicieron marcharse como la primera vez.

No fui al día siguiente, ni en todo un mes, pero no la olvide, ni sus palabras, que decían la verdad, como era yo, quería ser feliz, quería quererme a mi mismo, y quería verla de nuevo. Pero estaba rodando una película, me había comprometido y había salido esa misma noche, no pude avisarla, porque yo mismo había olvidado aquel viaje.

Empecé a dibujar de nuevo delante de la gente, sobretodo los paisajes que veíamos, y en todos ellos la dibuja a ella, tenía ganas de verla, de llevarla conmigo y enseñarle todo aquello, por eso, cuando nos comunicaron que tendríamos un fin de semana libre, cogí el primer avión hacía mi tierra y después un taxi hasta ella, esta vez no espere verla tras la verjas, entre a la chatarra rehería y pregunte al hombre gordo y de aspecto descuidado por ella, me dijo que no sabia de que hablaba, pero Alexander le delató, apareció de entre las montañas de basura y se coló en la casa por entre las piernas del hombre, yo le imite apartándole de un empujón, observe la casa con asco, el suelo cubierto de restos de comida, ratas escondiéndose bajo los sofás y un olor nauseabundo que lo llenaba todo; seguí al felino como si mi vida dependiese de ello, y le encontré arañando una puerta cerrada con llave, la abrí a patadas mientras el hombre gritaba que llamaría a la policía, y allí estaba mi ángel. Sentada sobre un viejo colchón tirado en el suelo, abrazándose así misma, con una sonrisa inocente, la cogí en mis brazos y se hecho a llorar diciéndome:

“Lo siento, no te enfades por lo que te dije, pero era la verdad” la bese en la frente y le dije que estaba bien, salí de ahí escoltado por Alexander el hombre intento pararme, pero se detuvo en cuanto lo mire.

Esa niña, ese pequeño ángel al que no consiguieron cortarle las alas a pesar de todo el daño que le causaron, es el motivo de que me encuentre de los nervios, porque depende de lo que pase hoy, podré mostrarle más que con palabras y con sentimientos, el mundo en el que vivimos. Una de las enfermeras me llama, entro en la habitación y velo su sueño, a mi lado, en una caja de viaje esta Alexander, ahora se que él y yo, somos iguales, estamos aprendiendo a vivir por ella.

Unas manos suaves me despiertan, y una voz que me encanta me susurra “Puedo verte”

Lo sé, desde el principio has sido la única que me veía de verdad, pienso mientras la abrazo sin ocultar mi alegría que se desborda como mis lágrimas.
Luz