domingo, septiembre 23, 2007

Se vende

Quien no ha querido tener su propio elfo domestico, y a ser posible que fuese famoso para poder fardar con los amigos, pues estas de suerte, por el módico precio de 45 € puedes tener a Legolas….

En realidad en la tienda no te dicen nada de eso, pero me hizo gracia y siempre he querido ponerlo en mi blog, lo quitare de mi lista de cosas que hacer antes de morir.

viernes, septiembre 21, 2007

El monstruo de debajo de la cama

En las noches de luna azul cualquier cosa puede suceder, a manos de la magia, una magia que se ocupara de cumplir tus más profundos deseos incluso aquellos que todavía no sabes que quieres.

El monstruo de debajo de la cama

Después de tanto tiempo, volvía a su casa, la casa en la que se había criado hasta los ocho años, recordaba esa época con cariño y pena.

- Que mayor estas ya. – le dijo su madre al verlo parado al lado de la pared en la que iban marcando su crecimiento.
- Han pasado 10 años, es normal.
- Recuerdas cuando le tuviste miedo al monstruo de debajo de la cama. – preguntó su madre haciendo que se pusiese rojo.
- Sí. – fue su única respuesta. – Voy a ver mi cuarto.

El cuarto seguía pareciendo el de un niño, los juguetes de dinosaurios y coches seguían sobre las estanterías, se tumbo en la cama, mirando el techo y dejo a su mente vagar por los recuerdos de su último día en aquella casa.

Eran los últimos días de colegio y habían dedicado una clase a contarse historias, las persianas estaban bajadas, las luces apagadas, el aula permanecía iluminada por velas.

- Mi hermano me contó, que antes de nacer yo, había tenido otro hermanito, pero este siempre se levantaba de la cama por la noche, y no dejaba dormir a los demás, una noche empezó a gritar, mis papas entraron corriendo al cuarto y le vieron aterrado y encogido en uno de los lados de la cama, estaba tan asustado que se hizo pis encima, les contó que un ser horrible había salido de debajo de la cama y había intentando cogerle, mis papas no le creyeron, pero a la noche siguiente volvió a gritar, y cuando entraron al cuarto solo encontraron la cama completamente desecha y las sabanas debajo de la cama, no había ni rastro del que habría sido mi otro hermano mayor, nunca apareció. Mi hermano si le creyó, porque el también lo había visto, incluso intento cogerle, pero el metió todo su cuerpo dentro de la cama, único lugar en el que monstruo no puede atraparte y lo alumbro con una linterna asustándolo y haciéndolo huir, pero nunca olvidara sus dientes puntiagudos y amarillentos, ni su enorme boca como la de un tiburón que habría y cerraba mientras le señalaba con una de sus largas garras.
Por eso aseguraos de estar completamente dentro de la cama.

Terminada la historia todos se miraron un momento asustados, enseguida se rieron y comentaron con el profesor que realmente eso no era posible, pero muchos de ellos, como él, la creyeron, y llevaron consigo el miedo.

Cuando ya estaba en la cama listo para dormir, se encontró encogiéndose asustado, y mirando hacia el suelo, convencido de en que cualquier momento algo saldría de ahí y se lo llevaría para comérselo o algo peor, salto de la cama y encendió la luz lo más deprisa que pudo, asegurándose así que mientras la luz estuviese encendida nada malo le pasaría, pero entonces su madre apareció y se la apago.

- Es hora de dormir. – le recordó.
- No puedo dejarla encendida, es que si la apago vendrá el monstruo. – dijo en su defensa.

Su madre comprensiva volvió a encenderla y se sentó al borde de la cama.

- ¿Qué monstruo? – le preguntó mirándole.
- El que sale de debajo de la cama, me cojera y me comerá. – le aseguró él.

Su madre suspiró, pero levantándose miró bajo la cama, hay no había nada, ni una triste pelusa, ya se encargaba ella de que estuviese limpio.

- Escúchame bien señor monstruo, es hora de dormir y las luces se apagan, así que compórtese y váyase a su casa, que no son horas. – dijo con tono autoritario.

Su hijo la miró dejando muy claro que no se creía que el monstruo la fuese a hacer caso y esta tras taparle, darle un beso de buenas noches apago la luz y se fue a dormir, pero él era incapaz de dormirse, y como su madre no le tomaba en serio decidió solucionar él solo el problema, haciendo el menor ruido posible se coló en la cocina armándose con la cuchara de palo de su madre, que como te dolía cuando te daba con ella, también cogió del armario del pasillo la caja de herramientas linterna de su padre, aún por estrenar.

Se sentó en una esquinita de su cama, con los pies en alto completamente decidido a atrapar al monstruo y así no le tendría miedo nunca más. Mientras esperaba que apareciese preparo un plan, en cuanto saliese de debajo de su cama lo alumbraría con la linterna y le pegaría con la cuchara mientras llamaba a sus padres, y estos le ayudarían a detenerle para siempre e iría a la cárcel de los monstruos, incluso seria un héroe…

Las horas pasaban y lo único que se escuchaba eran los ronquidos de su padre acompañados por los de su madre que le hacían los coros, su imaginación le jugaba malas pasadas y se encontraba alumbrando cualquier rincón al mínimo ruido. Para cuando vio que algo salía de debajo de su cama se encontró pegándole en la cabeza con la caja de herramientas y saliendo corriendo a avisar a sus padres que no le hicieron ningún caso y le mandaron de vuelta a su cuarto si no quería ser castigado.

- Pero mamá, es que el monstruo… - empezó a decir en su defensa.
- Esta bien, dile que puede a quedarse a dormir contigo y ahora déjame dormir. – le respondió su madre con ojos vidriosos.

Encendió la luz de cuarto antes de entrar, sorprendiéndose al ver a un niño tirado en el suelo, pensó que lo mismo había huido del monstruo y salido por su cuarto para ser golpeado por él, se sintió algo culpable, le dio un poco con la cuchara para ver si se movía, suspiró al ver que así era, no lo había matado. Una cosa eran los monstruos y otra distinta los niños.

Comprobó que no le había hecho ninguna herida, salvo un chichón que le iba a doler bastante, antes de darle la vuelta y quedarse embobado mirándole, pensó que debía de ser una niña, porque era muchísimo más bonita que ninguna que hubiese visto, era preciosa, le apartó el pelo del rostro, sin poder dejar de mirarle, cuando abrió los ojos se apartó un poco algo avergonzado y bajo la cabeza mirando el suelo.

- Lo siento.
- ¿Por qué? – preguntó sentándose y llevándose una mano a donde le estaba saliendo el chichón.
- Es que, hoy en el colé, un amigo nos dijo que debajo de la cama había monstruos y al verte salir te pegue en la cabeza, y creí que te había matado. - explicaba a trompicones.
- Sé que soy feo pero no tanto como para que quieras matarme. – bromeó.

Al escucharle decir que era feo, se llevó las manos a la cabeza y cogiéndose del pelo empezó a decir:

- La deje tonta, que desgraciadito soy que la he dejado tonta.

El otro chico se hecho a reír.

- Que no, que no es eso, pero en mi casa mi padre siempre dice que el desgraciado es él, que tiene un hijo mayor muy apuesto, muy guapo que todas las mujeres quieren y luego a mí, que voy a terminar de cura, con lo poco que le gustan a él los curas.
- Vale, el tonto es tu padre, y mucho, le damos con la linterna y lo mismo lo arreglamos.

Ambos niños se echaron a reír por la ocurrencia.

- ¿Por qué creías que era un monstruo?
- Bueno es que el colé un compañero nos ha dicho que hay monstruos debajo de la cama, y que si sacas aunque sea un dedo de la cama serás comida de monstruo. En principio no le he creído, pero por si acaso me he preparado, y claro, te he visto salir, y no te iba a dejar comerme. – explicó más relajado.
- Ahh… - dijo con aire comprensivo – Debe ser por eso, que cuando viajamos por debajo de las camas, nos dicen que debemos tener mucho cuidado.
- ¿Viajar? – preguntó sin acabar de entenderlo.
- Sí. – asintió - Debajo de la cama hay un sistema que te permite llegar a donde quieras, yo me he peleado hoy con mi hermano y he terminado vagando por debajo de las camas, quería llegar a casa de mi abuelo, me he perdido y he llegado a tu cuarto.
- Esto, por casualidad no tendrás una foto de tu hermano.- le preguntó pensando en que si él era feo, ¿cómo seria su hermano?

No entendió porque podría querer ver una foto de su hermano, pero le enseño una en la que salía con su abuelo.

- El que no tiene el pelo blanco.

Cuando miró la foto sintió un escalofrió recorriéndole todo el cuerpo, miró al niño, y de nuevo la foto, tenía que reconocer que era más guapo que una niña y que si no hubiese dicho lo de cura, estaría seguro de que era una chica, por su pelo largo y brillante y esos ojos verde que brillaban como esmeraldas, pero el de la foto, era más bien un troll enorme, con muchos músculos y sin cuello; tirándose al suelo empezó a decir:

- Mis ojos, se queman.

Cuando el otro niño se acercó asustado a ver que le pasaba, le miró con una sonrisa picara y le hizo caer junto a él, abrazándolo le dijo:

-Me has curado.
-Eres un mentiroso, no te paso nada. – respondió molesto.
- Si que me paso, no veas que susto al ver la foto de tu hermano, llega a salir él de debajo de mi cama, y de verdad me creo que hay monstruos, vamos seguro que le vieron a él y por eso lo cree la gente.
- Eres muy bueno.- le dijo apoyándose en su pecho- ¡Alá! que rápido suena tu corazón.
- Sí bueno- se puso como un tomate, no necesitaba que se lo dijese - Sabes yo nunca me había fijado en nadie, bueno quiero decir que en mi clase hay niñas muy monas, pero no me gusta ninguna, y las mayores son unas creídas, las de la tele son todas iguales, mismos peinados, tan pintadas, que ninguna me llama la atención.
- A mi me pasa igual, algunas me recuerdan a muñecas, pero en clase las chicas son tontas y gritonas, por suerte para mi nunca me dicen nada.

El dueño de la habitación se puso serio y apartando con cuidado a su nuevo amigo se sentó mirándole fijamente le dijo:

- Yo me llamo Yue ¿y tú?
- Aoi – sonrió.
- Aoi puedes ponerte de pie por favor. – le pidió.

Algo extrañado le hizo caso, Yue cambio de posición y se arrodillo cogiéndole de la mano, como había visto en más de una película con su madre.

- Sé que nos acabamos de conocer y es un poco pronto, pero Aoi quieres ser mi esposa, si te casas conmigo no voy a dejar que tu padre se meta contigo, y a las niñas gritonas si te dicen algo las tirare del pelo, pero es que me he enamorado de ti desde que te di la vuelta en el suelo.

Aoi le miraba sin creerse lo que oía, realmente, eso no pasaba todos los días, al fin respondió.

- Pero es que no se que dirán mis padres, además aún tenemos que acabar el colé, y qué pasa si no se como volver a tu cuarto.
- Entonces nos podemos casar al terminar el colegio y puedes quedarte en mi cuarto para siempre, podrías venir a mi colé. – aseguró sin soltarle la mano.
- No, tengo que volver, mi madre se preocuparía por mí.

Le soltó la mano y busco algo entre sus cosas, del colé, cuando lo encontró se lo dio.

- Es mi agenda del colé, tiene todos mis datos, y si me dices que sí, te esperare siempre, lo juro.
- Esta bien, me casare contigo cuando terminemos el colé, yo también lo juro.

Yue sonrió feliz y abrazo a su prometido, pasaron toda la noche hablando y jugando, incluso vieron un amanecer juntos, y no entendieron porque le daban tanta importancia en las películas, era bonito, pero lo ves y ya, cuando se despidieron le dio un beso en la frente y le dijo:

- No lo olvides estamos prometidos, así que cuando vayas por ahí ni se te ocurra dejar que te enamore cualquier troll de esos.

Fue al día siguiente cuando se mudo a vivir al pueblo con sus abuelos, por más que le dijo a su madre que estaba prometido e iban a ir a buscarle esta no le hizo caso, de eso hacia 10 años ya, y no le había olvidado, se quedó dormido pensando que lo mismo él si había sido olvidado, y cuando despertó, una luna azul alumbraba su habitación, como aquella noche.

- Yo ya he terminado el colé. – le dijo una voz desde una esquina.

Al mirar hacia ahí, vio a su prometido, ya no podía decir que era guapo, y hermoso se quedaba corto, salto de la cama y se abrazo a él.

Fragíl

Yo no soy sádica… en fin, otra historia de hace 3 años, sí, sigo sin acabar nada, soy demasiado perezosa…
~*Frágil*~

A pesar de su timidez, de que no le gustara llamar la atención, no podía evitar hacerlo, pues hiciera frío o sol siempre llevaba ropas que apenas dejaban ver una parte de su cuerpo, nunca hacía gimnasia y si lograban verle alguna parte de su piel solía tener algún moratón, por eso corrían varios rumores siendo el más creíble que en su casa le maltrataban, pero incluso ese estaba equivocado, ya que nadie jamás le había puesto la mano encima, ni tan siquiera para hacerle una caricia.

Las clases ya habían llegado a su fin, hacía más de media hora que esperaba sentado a que saliera su amiga, siempre iban juntos a casa, aunque ella siempre se hacía de esperar, a él no le importó a fin de cuentas ella era la única que conocía su secreto.

Un hombre muy musculoso y con ropas militares se le acercó.

- Disculpa ¿tienes hora? - le preguntó.
- Sí, son las…- decía mientras apartaba la manga de la sudadera, dejando ver un muñeca fina y delicada, con una piel blanquísima y sobre esta un reloj de “Doraemon” que marcaba las… - cuatro menos cuarto señor.
- Gracias, perdona que te siga molestando pero podrías decirme donde esta “La presa”. - Sí, esta aquí cerca, justo detrás del instituto, aunque si quiere le acompaño.- dijo el chico amablemente.
- Te lo agradecería mucho si lo hicieras. - respondió sin dejar de mirarle.

El joven aceptó, pero le pidió que esperase un momento, en un instante escribió una nota y la escondió detrás de una piedra en el muro.

No tardaron mucho en llegar, estaba a menos de una calle, pero nada más verla el chico se quedó todo intrigado, “La presa” era un coto de caza abandonado desde a saber cuando, nadie iba por allí ni siquiera los chicos, se decía que era un lugar maldito, por eso no le extrañó ver que estaba completamente cerrado con verjas, pero si le extraño que al intentar ver que había más allá de las verjas y de los arbustos que apenas le dejaban, logró distinguir una figura conocida, una chica disfrazada de conejita que no se dio cuenta de que él decía su nombre:

- ¿Maria?
- ¿Qué has dicho? - preguntó el desconocido.
- Nada. Le diría como entrar pero no lo se.- dijo para cambiar de tema.
- No te preocupes.- respondió sin dejar de mirarle. – Ya me has ayudado mucho.

Al joven le ponía nervioso aquel desconocido, le molestaba que no dejase de mirarle, no sabia como explicarlo pero le incomodaba.

Se marchó a casa intrigado sin saber que al día siguiente recibiría respuestas que no querría conocer.

Ya había anochecido cuando salio a comprar, solía ir siempre a esas horas porque eran en las que menos gente había, pero a la salida del supermercado, cuando todavía le daba vueltas a lo sucedido después de las clases se choco contra un chico joven y cayó al suelo, de la impresión se quedó en el sitio, normalmente no le pasaba, siempre tenía mucho cuidado, pues el más mínimo roce era para él la cosa más dolorosa, automáticamente su piel empezaba a enrojecer donde le habían tocado y al poco tiempo aparecía el moratón, pero no sintió nada, nada en absoluto donde aquel chico le había dado, y para demostrarlo tampoco le dolió cuando el chico le levantó del suelo sin previo aviso y le dio sus cosas sin dejar de disculparse y preguntar si estaba bien, se limitó a asentir y se marchó a su casa como un autómata, era la primera vez que le pasaba algo así. ¿Quería decir eso que ya no le iba a doler más cuando le tocasen?, que equivocado estaba nada más entrar en casa lo supo, pues al darle dos besos a su madre y que esta se los de volviera sin pensar, el dolor volvió, intentó ocultar la mueca de sufrimiento para que ella no lo notase, pero no sirvió de nada, se dio cuenta igualmente y se sintió fatal, por no poder tocar a su hijo, porque ella lo necesitaba casi tanto como él.

No podía dormir, por un momento se había creado falsas ilusiones en las que al fin sabía lo que era una caricia, un beso, sin que le hiciera daño, sin que le dejaran marcas que tardarían días en quitársele, su madre entró en el cuarto y le tapo bien antes de decirle:

- Un día encontraras a alguien especial, que podrá tocarte sin hacerte ningún daño.

Le hubiese gustado preguntarle cuando, pero sabía que era una pregunta sin respuesta, por lo que prefirió hacerse el dormido, aunque la realidad fue que tardó mucho en dormirse y cuando al fin lo hizo estaba abrazado así mismo con lágrimas en los ojos.

- Pronto Ai, muy pronto… - dijo en un susurro su madre cuando volvió a entrar a comprobar que no se había destapado.

Si hubiese sabido lo que le esperaba aquel día en el instituto se habría pensado lo de ir. Nada más llegar su profesora le dijo:

- El director quiere que vayas a su despacho, ahora.

Miro a su profesora esperando alguna explicación, pero ella le empujó hacía el despacho del director, al contrario de lo que pensaba le trató muy bien, fue muy amable en todo momento, le invitó a tomar algo y le habló de que no tenían ninguna queja de él.

- Disculpe, pero si acaba de decir que no tiene quejas sobre mi ¿Por qué me ha hecho llamar? - se atrevió a preguntar.
- Me alegra que me hagas esa pregunta, veras resulta que aparte de mi trabajo de director del instituto, también me encargo de un negocio un poco, como lo diría, fraudulento. Y aquí es donde entras tu, normalmente las presas lo son por decisión propia, pero me han pagado 50 millones a cambio de poder cazarte, y me pagaran el doble si lo consiguen, pero como me recuerdas a mi cuando tenía tu edad y no conocía la realidad de la vida te daré un consejo, se muy rápido, porque si te cogen podrán hacer contigo lo que quieran. Dulces sueños.

La última frase era muy adecuada, si había escuchado todo eso sin protestar era porque se sentía aturdido, todo daba vueltas a su alrededor y las cosas empezaban a nublarse, algo muy normal cuando te mezclan un sedante en la bebida. Al despertar le dolía todo el cuerpo, y no tenía idea de donde estaba, intentó aclarar sus ideas cuando se escucho la voz del director:

- El juego ha empezado, las presas ya están sueltas, les deseo una gran cacería.

Las ideas se le aclararon, recordó todo lo que había dicho el director y decidió seguir su consejo, hecho a correr como nunca antes, con la única idea de salir de ahí, no tardó en reconocer el sitio como “La presa”, por lo que seguramente si seguía todo recto no tardaría en llegar a las verjas, cuando por fin llego apenas podía con su alma, nunca pensó que fuese un sitio tan grande, sabía que no tenía tiempo de recuperar el aliento ya lo haría cuando saliese de allí, se disponía a saltar la verja cuando una voz conocía le gritó:

- ¡No lo hagas!

No necesitó girarse para saber quien era, pero en cuanto lo hizo se encontró con María, vestida como cuando le pareció verla.

- ¿Por qué? - preguntó sin entenderla.

María se quedó muda, le apartó la mirada avergonzada, nunca pensó que él la vería así, tragó saliva y recogiendo una piedra la tiró contra la verja haciendo que saltasen chispas.

- Están electrificadas. – dijo sorprendido - Da igual, tenemos que encontrar otro modo de salir de aquí.
-Yo no puedo…- susurró en respuesta.

Pero antes de que pudiese preguntarle el motivo, de que ella pudiese explicarle más cosas fueron interrumpidos por una voz ronca.

- Cuanto tiempo sin vernos conejita, aunque esta vez es a tu amigo al que busco.- dijo relamiéndose los labios el mismo hombre al que Ai había ayudado.

María se puso delante de su amigo para protegerle, el hombre se río ante ese acto y de un rápido golpe la tiró al suelo, Ai intento ir hacía ella para ayudarla, pero el hombre le cogió del brazo, a pesar de toda la ropa que llevaba sintió el contacto en su piel como si le quemaran, su sensibilidad era tal que casi se desmaya del dolor, se dijo así mismo que no podía abandonar a su amiga en esa situación y comenzó a forcejear.

- Espera a que le haga efecto la droga, entonces veras lo que es en realidad.- le decía el hombre entre carcajadas.

Pero no le hizo caso, por lo que acabó inmovilizado en el suelo, en principio estaba de cara al suelo, pero le dio la vuelta porque quería ver su cara en todo momento, quería ver como pasaba del terror al placer, placer que él se encargaría de darle. Con un machete comenzó a cortarle las ropas, el simple roce de este contra la blanquecina piel hizo que empezara a sangrar, haciendo que el hombre le mirase estupefacto por unos segundos, pera luego continuar su trabajo, en cuanto acabo con sus ropas empezó a lamer la sangre, Ai no soportaba el dolor que le producía se retorcía entre los brazos de aquel hombre mientras gritaba pidiendo ayuda desesperado.
María no se movió, se quedo allí observándolo todo en silencio, habían sido amigos desde la infancia , ya no era capaza de recordar hacía cuanto tiempo se había enamorado de él, sólo sabía que era la primera vez que lo veía desnudo, y que quería ser ella quien le estuviese acariciando, el cazador se dio cuenta y la ordenó que se acercara sin soltar a la presa que de verdad le interesaba.

- Te dejare jugar un rato con él, pero que te quede claro que es mío y tú también así que sólo harás lo que yo te diga, desnúdate.

María obedeció en silencio, ante los ojos llorosos de su amigo, que la miraba con reproche, pero a ella ya no le importaba, la droga había hecho efecto y sólo haría lo que se le ordenara, y esta vez las cosas eran diferentes porque a ella no le importaba que fuese contar de poder tocar a su amor.

Ai continuo gritando, forcejeando hasta quedarse sin fuerzas, el dolor era tan grande que muchas veces había estado a punto de desmayarse, pero aquel hombre no lo había permitido, lo quería despierto para cuando llegase el momento.

No supo cuanto tiempo paso, hasta que apareció alguien.

- Estos son míos, caza los tuyos propios.- había dicho el hombre sin apartar la vista de Ai.

Y antes de que pudiese darse cuenta había sido golpeado hasta caer inconsciente, habían apartado a María haciendo que se quedase de pie, como si no hubiese pasado nada, mientras que Ai se abraza a sus rodillas tiritando convulsivamente, su salvador se acercó, viendo como la piel blanquecina se había teñido con la sangre de su dueño, sangre que salía de las heridas que le habían provocado al tocarle, la que no estaba manchada, estaba morada. Se acerco con más cuidado a él y le tapó con su abrigo, sólo entonces Ai levantó la mirada para encontrare con el mismo joven con el había chocado la noche pasada, este le reconoció en seguida y esta vez le ofreció su mano para ayudarle a levantarse, al intentarlo se tambaleo y estuvo a punto de volver a caer, pero en un momento el otro le cogió en brazos y lo llevo así hasta la ambulancia.

- Buena redada ¿Verdad Tai? - le dijo uno de los policías.

Este miró al chico que acaba de dejar para que curaran y examinaran en la ambulancia y contestó:
- Podíamos haber llegado antes.

Ante aquella respuesta, el policía miró lo mismo que veía su compañero, las chicas que se llevaban para desintoxicar y lo que a sus ojos le pareció un niño lleno de golpes, pensó que seguramente a él le habían forzado, y apartó la mirada ante la dureza de la vida y de parte de su trabajo.

- ¿Cómo está? - preguntó Tai al medico que había atendido a Ai.
- Está intacto, debió de luchar como un valiente, asido el más difícil de tratar.
- ¿Qué quiere decir?
- Ese chico es un caso muy especial, ya había oído hablar de él en el hospital, pero nunca le había visto, tiene una enfermedad que hace que una caricia para él sea un golpe, por eso al curarle teníamos que tener cuidado de no hacerle más daño. ¿Quiere verlo?

Tai se limitó a asentir y en pocos segundos se encontró delante del chico al que había salvado que continuaba tapándose con su abrigo.

- ¿Cómo estas?- le preguntó más por decir algo que otra cosa.
- ¿Y María? - respondió sin querer responder a una pregunta que no sabía como contestar en ese momento.
- Hmmm… la chica que estaba contigo esta bien, sólo tiene que desintoxicarse, en cuanto se le vaya toda la mierda que le metieron volverá a ser la chica de siempre.
Hemos llamado a tu casa, pero no contesto nadie.
- Mi madre se iba hoy a Alemania, es azafata, y mi padre no quiere saber de mi porque según él soy un monstruo, quizá tenga razón.- respondió.
- No creo que alguien como tu sea un monstruo y si quieres puedes venir conmigo hasta que vuelva tu madre. - le dijo sin mirarle y sin pensar en lo que estaba diciendo.

Ai le miro y le dijo:
- Todavía no me has dicho tu nombre.
- Taichi, Tai para los amigos y tu ¿eres sólo Ai?
- Si mi madre pensó que era una manera de demostrarme que me quería, con eso de que no puede tocarme.

Tai pensó que debió ser muy duro, pero se guardo el comentario.

- Vamos tu carruaje espera.

Y antes de que Ai pudiese decir algo más le metió en el coche y le puso el cinturón de seguridad, se sorprendió de que no se quejara, acaso no había dicho que no podían tocarle.

En el coche Ai se quedó dormido, apoyado contra la ventanilla, no fue hasta Tai le volvió acoger que abrió los ojos, y sin pensarlo, como si fuese algo natural para él paso sus brazos al rededor de su cuello y volvió a quedarse dormido. Tai no entendía nada, no podía explicar por que se había llevado al chico a su casa, por que actuaba así con él y por que no lo había olvidado desde que chocaron.

Para cuando Ai volvió a despertarse llevaba un pijama inmenso, y su salvador permanecía dormido en una silla a su lado, no sabría decir porque lo hizo, pero se levantó de la cama e hizo que este se metiera para después acostarse a su lado y volver a dormirse abrazado a él, Tai se quedó sin saber como reaccionar, intentaba contenerse porque no quería hacerle daño, aunque al ponerle el pijama había comprobado que no le aparecían nuevas heridas, y decidió que a partir de ese momento viviría para protegerle.

jueves, septiembre 13, 2007

Tinte para el corazón

Bueno esto si que trae recuerdos, he encontrado esta historia que escribí hará unos 3 años, se dice pronto, es de un rpg en que el que jugué basado en “Ai no Kusabi”, esto si que es en memoria de “Tanagura”. Además como últimamente pongo pocas cosas, porque no he terminado ninguna historia corta, ni larga ni nada, pues pongo esta y eso que me ahorro.

Tinte para el corazón

Debía haber estado en la incubadora hasta adquirir el aspecto de un adolescente apuesto, pero el blondie que lo había comprado decidió criarlo como si fuese un niño normal, le enseño que todos eran iguales y le dejo elegir por si mismo.

Estaba solo en la mansión, y se aburría, mucho sitio para jugar, pero nadie con quien hacerlo, eso sin contar a Laury el perro que había encontrado en su primera escapada de la mansión hasta Ceres, lo miró y con una sonrisa picara le indico que fuesen por el hueco de la valla irían al Memorial a jugar, con suerte encontraban a más chicos de su edad, si hubiese sabido las consecuencias que aquello tendría se habría quedado en casa, pero en ella sólo quedó una nota que rezaba.

“Nii-chan me fui a jugar, volveré pronto, seguro que antes de que llegues tu para leer esta nota.
Te quiere Yu-chan”

No fue más niños lo que encontró, ni mucho menos, si no hombres que le miraban de un modo extraño y él no entendía el motivo , sólo sabía que no debía confiar en ellos, porque Laury se había puesto a su lado en una posición que indicaba que les atacaría si era necesario, y así fue, en el momento en que uno de los hombres lo cogió del brazo el perro le mordió y no lo soltó hasta que noto que los otros en lugar de ayudar a su compañero se acercaban a su amo, no había lugar al que huir, ni nadie cerca al que pedir ayuda, por eso cuando se le acercaron la emprendió a patadas con ellos, si su perro no los quería, por algo seria. Un hombre logro cogerle, tapándole la boca con el brazo por si gritaba, por eso le mordió.

- Maldito crió. – dijo soltándolo – Tendrá que ser a las malas.

Dicho eso fue disparado con una pistola de descargas eléctricas que le hizo perder la conciencia, lo ultimo que vio, a su perro tendido en un charco de sangre.

Despertó por un golpe en su rostro que le partió el labio, le dolía la cabeza y los brazos, tenía la sensación de que el peso de todo su ser estaba en ellos y así era, lo habían colgado por las muñecas, no dejaban de preguntarle por Shiro, donde estaba que ordenes le había dado Tachibana-san, no les dijo nada, a su mente sólo volvía la imagen de Laury entre sangre, deseo que estuviese bien, llevaban juntos desde hacía tanto tiempo, que no podía imaginarse dormir sin él, jugar sin él, no, no podía imaginarse hacer nada sin él, porque llenaba aquella vacía mansión en la que quedaba cada vez que su hermano debía trabajar y desaparecía por tantas horas, incluso días, pero no se lo reprochaba, porque cuando estaba, estaba sólo para él, llenando las estancias de ruido, tirándose por él suelo para jugar con él, no lo traicionaría, por el amor que sentía por él.

Las preguntas sobre Shiro seguían, y él callaba, callaba y sufría los golpes con terquedad, no hablaría, no traicionaría a su familia.

- Si hablas las cosas serán más fáciles para todos, y saldrás mejor parado. – le dijo uno de los hombres sujetándole el rostro con algo de delicadeza.

Se apartó del contacto del hombre con brusquedad, mirándole con asco, molesto por la reacción, el adorno que mandaba, indicó que las torturas podían empezar.

- Recuerda que no han de notarse las marcas, y preferiblemente no ha de tocarse esa cara bonita. – habló con un hombre de cabellos castaños que abrió un maletín y comenzó a sacar diferentes cosas, desde clavos hasta material quirúrgico, para terminar por elegir un bisturí.
- Desnudarle. - un tono frió calculador, de alguien que no se dejaba llevar por sentimentalismos.


Llego a casa con una sensación extraña que no había podido quitarse en todo el día, al no encontrarlo, cobro nombre, miedo, la nota cayó arrugada al suelo tras leerla y salir corriendo. Estaba subiendo a la moto para ir más rapido, cuando algo le hizo pensar que necesitaría el coche.

Al llegar al Memorial, supo que su decisión había sido acertada, rodeado por algunos curiosos estaba el cuerpo de Laury, cerca de él se encontraba una zapatilla, una de las preferidas de su hermano. Apartó a la gente y recogió al perro manchando su ropa con sangre reseca, metió el cuerpo frió e inerte en el maletero junto a la zapatilla perdida, y marcho en una búsqueda desesperada, por cada sitio que pasaba la incertidumbre, la ira y el deseo de venganza era más fuerte, pero sobre todo la culpa... culpa por no haber estado con él, por dejarle siempre solo, por no darle lo que más necesitaba, su presencia.


Sus gritos de dolor hacían eco por la habitación, sus muñecas sangraban mientras se retorcía, los cortes de su cuerpo, pequeños y precisos apenas sangraban pero el dolor que provocaban le hacían creer que se volvería loco, su voz ya no daba más de si, apenas podía seguir gritando, pero ni por esas habló, no dijo donde podía estar Shiro, no describió al misterioso Tachibana-san, el blondie que nadie veía jamás, y aunque hubiese querido tampoco podría, ni él, que vivía en su mansión lo había visto.

- Se suponía que apenas tardaríamos unas horas, pero llevamos aquí encerrados toda la tarde, es un niño, es que no podéis hacerle hablar. – se quejaba uno de los hombres que seguía las ordenes del adorno.
- Su espíritu es fuerte como el de un buen pura sangre, no es fácil doblegarlo, necesitaría más tiempo, y sería un buen cachorro, dócil, haría cuanto su amo le ordenase. - explicaba el hombre mientras le hacía otra pequeña incisión arrancándole otro grito –Soy el mejor en mi trabajo, no sólo conozco los sitios donde un mínimo corte te hace retorcerte de dolor, sino que también conozco los puntos que te hacen hacerlo de placer. – su mirada se torno lasciva cuando toco en uno de ellos a su victima, que no tardo en reaccionar soltando una mezcla entre un gemido y un grito.

Yukio se mordió el labio hasta hacerse sangrar, los tenía morados de tantas veces que lo había hecho para evitar perder el conocimiento, pero ahora era distinto, el simple roce de los dedos de aquel hombre había hecho que su cuerpo se estremeciera y no de dolor precisamente, de un modo que no sabría explicar, sólo estaba seguro de que no quería que volviese a tocarle así...


Tras ir de sitio a otro reuniendo información, le habían dicho de un lugar en Eos, cerca de los Galpones, pisando el acelerador fue todo lo rápido que pudo al sitio. Intentaba mantener la cordura, deseaba que no le hubiesen hecho nada, era sólo un niño, su niño, hermano, amigo, y más que eso un hijo, si un hijo por que él le había criado, había cambiado pañales, dado biberones, bajado fiebres y espantado monstruos invisibles, ahora acabaría con los reales.


Las lágrimas recorrían su rostro, en su mente sólo un nombre “Shiro”, una suplica, que estuviese bien, que por favor alguien le ayudase, se estaba volviendo loco. El dolor era indescriptible, recorría todo su ser, su corazón se estaba rompiendo, la idea de que le importase tan poco a la persona que era todo cuanto tenía, su única familia, como para permitir que le torturasen de aquel modo le aterraba, estaba seguro de que no sabía nada, ni tan siquiera habría leído la nota, porque a esas horas él estaba trabajando, pero ¿qué hora era ya?, ¿en que momento había perdido la noción del tiempo?

Unas manos sobre su cuerpo, provocando que todo su ser se estremeciera, que se mordiese los labios para evitar soltar cualquier sonido y cerrase los ojos alejando la visión de aquel hombre que lo miraba como si fuese menos que un cacho de carne.

- No te aguantes, se buen perro y déjame escucharte. – Le lamió la mejilla - Déjame escuchar los sonidos que te provoca mi contacto. - le susurraba al oído sin dejar de usar le mismo tono frío que cuando llego.

El adorno se acerco a él y recordándole las órdenes le espetó:

- No deben quedar marcas en él. Y tampoco ser poseído por ti, no esta entre los planes, vale más así que si tú te atreves a desobedecer.
- Conozco muy bien las órdenes, no necesito que me las repita. Se de sobra lo que me hará tu amo si le traiciono. No necesito poseerlo para disfrutar, me basta con ver como se retuerce ante mi contacto, con escuchar sus gemidos, como se doblega ante mí y acaba suplicando más. – respondió sin dejar de tocarlo.

Quedó sorprendido cuando el cuerpo dejo de moverse, apartó la vista del adorno, para mirar al chico, creyendo que se había desmayado, y en ese momento Yukio le escupió la sangre que se había agolpado en su boca.

- No me toques. – dijo con la poca voz que le quedaba, haciéndola sonar como una amenaza.

Los mogrels contratados para vigilar observaron como llegaba una figura vestida de blanco, de cabellos largos de un rubio claro, que ondeaban sueltos como una bandera, mientras se acercaba hacía ellos con un paso firme y seguro. Su belleza era tal que los dejo boca abiertos, recordaba a un adonis, un dios enviado para darles su recompensa, que equivocados estaban, era el mismo diablo, sus ojos refulgían como el fuego, no dudo en arrebatarles la vida dejando caer al suelo sus cuerpos inertes, permitiendo que la sangre tiñese sus ropajes, mientras una sonrisa diabólica aprecia en sus labios.

- No me toques.- volvió a decir Yukio intentando apartarse de aquel hombre.

El adorno observaba en silencio, no podía negarlo, disfrutaba la ver el rostro del joven, al escuchar sus gemidos mezcla de placer y dolor, se sobresalto al oír gritos que provenían de fuera y cuando se levanto molestó para ver que pasaba, la figura de blanco apareció ante ellos.

- No te molestes, ellos están muertos.- se escucho la voz del demonio, antes de que su risa inundase la habitación.
- ¿Quién eres?- preguntó el adorno a pesar de que ya lo sabía.
- Tu me buscaste, me retaste, eres tu el culpable de la muerte de tus compañeros, acaso no sabes que soy aquel que siempre deja un rastro de muerte a su paso. – reía al ver la expresión de terror de los hombres.
- No puedes hacerme nada, mi amo querrá saber...
- Y a mi que me importa tu amo, él también pagara por sus pecados, yo seré su verdugo y su juez.
- Atrévete a hacer algo y mato al chico.- dijo el torturador sujetando el cuerpo de Yukio.

El demonio paro en seco, su mirada se dirigió al único motivo por el que acaba de matar a tantos hombres con sus manos desnudas, no quería que le hicieran más daño, vio su piel pálida llena de cortes y moretones, manchas de sangre, el sudor que recorría aquel cuerpo desnudo que tantas veces había abrazado y acunado, bajo la cabeza, para levantarla con los ojos aún más brillantes por el odio, odio hacía si mismo por no haber podido impedirlo.

- Si es a mí al que queréis cogerme, no torturéis más al inocente por haber caído en las redes del diablo Tachibana.
- Todavía nos queda tu adorno, mi amo quiere venganza contra ambos.- hablaba el pelirrojo socarronamente.

Nadie se esperaba que Yukio cayese al suelo por su propio peso, porque en todo ese tiempo había estado forzando las cuerdas que le sujetaban y levantándose con las pocas fuerzas que le quedaban dijo

- No os atreváis a tocar a mi hermano, no os lo permitiré.

Aquello los dejo tan sorprendidos que no tuvieron tiempo de reaccionar, el blondie sujeto al que había torturado al pequeño con una mano evitando con eso cualquier tipo de movimiento por su parte, y mientras forcejeaba lo soltó para sujetar con las dos manos su cabeza y aplastársela como si fuese una naranja, la sangre lo salpico todo, mientras el adorno gritaba y salía corriendo en un vano intento de huida pues fue atrapado y cazado como si fuese una presa mediocre a la que elimino abriéndole el cráneo contra el suelo.

De pie en aquel edificio donde le habían torturado permanecía Yukio, lágrimas cayendo por su rostro, su cuerpo temblando por el contacto del aire, por rabia, por la impotencia de no haber podido hacer nada. Notó como era cubierto por un abrigo, y cogido en brazos.

- Ya paso, ya paso todo... te pondrás bien...- decía Tachibana-san en su oído, apenas un susurro antes de permitirse perder la conciencia.

En sus sueños veía a Laury, todo estaba bien, se acurrucaba en la cama buscándole, buscando su calor su cercanía, siempre tenía frió, y aquella noche se estaba helando necesitaba sentir a Laury, saber que estaba allí, pero no estaba, no estaría más. Abrió los ojos y junto a la ventana con la mirada perdida estaba el blondie, sus ropas y cabellos seguían cubiertos por la sangre, mientras que a él le habían limpiado y vendado.

- Niichan – llamo la atención del hombre que se giro con la sorpresa y la pena entremezclada en su mirada – ya paso todo, tu mismo lo dijiste, nos pondremos bien, las heridas curan.
- ¿Hace cuanto que lo sabes?
- Ya no lo recuerdo, pero un día vi que mi hermano cambiaba el color de su pelo en la noche, el rojo carmesí se volvió oro y saliste vestido de blanco como si fueses un ángel.- respondió con calma.
- Siempre pones las cosas como si fuesen hermosas, como lo eres tu, no soy un ángel, soy un demonio, que devuelve el bien con mal, mira lo que te han hecho a ti por mi culpa.- dijo dejando que las lágrimas recorriesen su rostro, dejando salir aquel dolor que se había apoderado de su corazón.

Tomó el rostro de su hermano entre sus manos y le miró a los ojos.

- Tranquilo, yo no te culpo, no te culpes tu.- le pidió
- Yukio, Yu-chan, mi pequeño diablillo siempre haciendo de las tuyas.- sonrió al decirlo
- Niichan dime por favor que los hace superiores, que les permite abusar de los demás y quedar impunes, dímelo tu que eres un dios en este mundo sin sentido.
- Nada, nada más que los deseos de una maquina. No sólo tienes una voz preciosa y eres hermosos por dentro y por fuera, si no que eres inteligente, capaz de ayudarme siempre con los cálculos e inventarios, podrías cumplir perfectamente el papel de un adorno, el color del pelo, la piel, los ojos todo eso da igual, lo importante es lo de dentro.

Shiro Tachibana hizo que volviese a acostarse, debía descansar para curar sus heridas lo antes posibles, permaneció un tiempo de pie observándolo, antes de tomar una decisión, se puso su abrigo y salio de allí, un fantasma en la noche, un fantasma atormentado que no deseaba curar sus heridas, si no las de aquel al que llamaba hermano.


Al despertar busco a s hermano por todo aquel piso, pero no lo encontró, no encontró nada más que una nota en la mesa.

“Yu-chan es el momento de que elijas tu propio camino.
Como veras hay dos botes en la mesa:
El azul te permitirá seguir tu vida como hasta ahora si te lo bebes olvidaras lo que paso y volverás a la mansión.
El rojo, el rojo es un camino nuevo y duro, no habrá vuelta atrás, si te lavas el pelo con eso, jamás volverá a ser negro, es un producto químico que hará que tu pelo sea siempre rojo, bajo el hay una tarjeta de un blondie que necesita a un adorno, ese serias tu, la decisión es tuya.
Quédate en el piso hasta que sanes, la nevera esta llena y si necesitas algo, hay una tarjeta en ella de un restaurante que te servirá lo que necesites.
Te quiere, siempre tuyo, tu hermano
Shiro”

Ahora si que lloro, desconsolado, perdido y solo, la persona en la que más confiaba le había dejado solo, le había abandonado después de todo, lloro porque ya no tenía nada, y no sabía que era lo que quería, en su cabeza la conversación de la noche anterior, los acontecimientos, todo estaba allí, no quería nada más que a su hermano, sólo eso, Laury no iba a volver y a él le daba igual recordar mientras estuviese con su hermano, pero sabía que el bote azul no era la solución, le haría olvidar y estar solo en una mansión inmensa, su hermano no iba a estar, y el rojo... el rojo como el pelo de los adornos, ser uno de ellos, tenerlos a sus pies, si, cogería el rojo, demostraría que los mogrels también podían ser adornos, que era capaz de trabajar como ellos, de mover inmensas cantidades de dinero y hacer que su jefe ganase mucho más, y entonces algún día su camino se cruzaría con el de su hermano y le diría que todo eso era gracias a lo que aprendió de niño y que le perdonaba por dejarle solo, porque así sería más fuerte y porque sabía que era él quien no podía verle, quien llevaba la carga de todo.

Cicatrices que no terminan de cerrarse, la promesa de no mencionar el tiempo pasado, aquella noche en la que lo perdió todo cuanto amo.

- Sakano- san me está esperando. - hizo saber un adorno alto y de espaldas anchas con la expresión seria.
- ¿A quien debo anunciar? – preguntó la vocecilla del chico intimidado por aquel hombre, cuando sintió que una mano se posaba en su hombro y se giró para ver a un chico de cabellos rojizos y unos vivos ojos verdes.
- Yo me encargo Ai-chan – sonrió al muchacho, antes de volver a mirar al adorno - debes de ser de las empresas Gravenizts.

El hombre no contestó, se limitó a mirarle con cierto aire de superioridad.

- Si quieres ver al jefe, sigue este culito. - dijo sonriendo con picardía y dándose la vuelta.

El adorno lo miró molestó por semejante comportamiento, pero no podía apartar los ojos de aquel cuerpo que se movía de un modo sensual, insinuante como una serpiente, sus piernas enfundadas en unos pantalones ajustados rojos, que se pegaban más por las correas negras que llevaba cruzadas, la camiseta sin mangas que llevaba de color negro y una torerilla roja, no sabía decir que tenía aquel chico que no podía apartar la mirada.

- Jefe el adorno de los Gravenizts está aquí, le hago pasar.- anunció.
- Yu no podrías encargarte tu.- se escucho que pedía el hombre con tono cansado, sin preocuparse de que el otro adorno lo escuchara e hiciera un bufido de desaprobación.
- Sería un placer, pero el no tiene pinta de querer tratar con una belleza como yo. Pero no se preocupe le deje todo preparado en la mesa, es la carpeta verde que tienes al lado del teléfono. – se giró y miró al adorno con una sonrisa picara - Puedes pasar encanto, no me lo aburras mucho.

El hombre prefirió hacer que no había escuchado el comentario y se dispuso a entrar una vez había salido el otro chico, el cual aprovecho para pellizcarle el culo e irse cantando como si cualquier cosa. Una voz que durante varios días se quedo en la mente del adorno junto a aquel cuerpo insinuante.

viernes, septiembre 07, 2007

Osos amorosos

Tras ir a hacer los exámenes de recuperación, el pichón de elefante que es mi hermana pequeña, vino con una canción y un baile para pasarlo entre risas, de verdad, que esta genial, pero hay que verlo… pena no tener cámara de video.

Mi mp4 se murió, guardar unos segundos de silencio por el, como hicimos por el pobre discman que tras un horrible accidente nunca más volvió a sonar… conste en acta que el mp4 no sufrió, ni accidentes ni nada, un día sin más se quedo pipa… pero el señor de la tienda me ha dicho que en un mes me dan otro, vivan las garantías.

El puente de Octubre vuelve a haber quedada de La Corte Luminosa, todo parece indicar que iré, el gordi también, evidentemente yo repito con Lluvia, que por algo es mi personaje, si puedo me gustaría hacer un traje que le pegue…, FJ ira de lo que le diga Emisario, por eso de que no es un miembro de la corte, así que a saber que le toca ser… Tengo ganas de ir, porque esa partida en vivo será el final, con lo poco que he jugado y ya se acabo, que desilusión, que triste es todo, cuando el invierno llega y el mundo banal mata el glamour y todos desaparecemos como pompas de jabón…
Los adultos también pueden creer en las hadas, si ellos creyesen en más cosas que las que ven, estás seguro que brillarían y durarían más que las pompas de jabón, pero los adultos rara vez tienen tiempo para soñar entre tanta preocupación y responsabilidad, si no complicasen tanto las cosas, quizás podrían soñar y ver más allá de lo banal…

Osos amorosos
Cuenta atrás
4, 3, 2, 1
Que es lo que veo
Allá arriba en el cielo
Qué viene rápido
Brillante como bola de fuego
Y justo cuando empiezan los problemas
Quien esta ahí cuando los necesitas
Contado hacia atrás
Se cumplen todos tus deseos
Tan sólo haz la cuenta atrás
De los osos amorosos
Y por el aire envía tus deseos
Haz la cuenta
De los osos amorosos
Haz la cuenta atrás
5, 4, 3, 2, 1
Osos amorosos cuenta atrás
4, 3, 2, 1
Que es lo que veo
Allá arriba en el cielo
Que viene rápido
Brillante como bola de fuego
Cuando tu corazón esta muy triste
O cuando necesitas divertirte
Contando hacia atrás
Se cumplen todos tus deseos
Tan sólo haz la cuenta atrás
De los osos amorosos
Y por el aire envía tus deseos
Haz la cuenta de los osos amorosos
Haz la cuenta atrás
5, 4, 3, 2, 1