viernes, septiembre 21, 2007

El monstruo de debajo de la cama

En las noches de luna azul cualquier cosa puede suceder, a manos de la magia, una magia que se ocupara de cumplir tus más profundos deseos incluso aquellos que todavía no sabes que quieres.

El monstruo de debajo de la cama

Después de tanto tiempo, volvía a su casa, la casa en la que se había criado hasta los ocho años, recordaba esa época con cariño y pena.

- Que mayor estas ya. – le dijo su madre al verlo parado al lado de la pared en la que iban marcando su crecimiento.
- Han pasado 10 años, es normal.
- Recuerdas cuando le tuviste miedo al monstruo de debajo de la cama. – preguntó su madre haciendo que se pusiese rojo.
- Sí. – fue su única respuesta. – Voy a ver mi cuarto.

El cuarto seguía pareciendo el de un niño, los juguetes de dinosaurios y coches seguían sobre las estanterías, se tumbo en la cama, mirando el techo y dejo a su mente vagar por los recuerdos de su último día en aquella casa.

Eran los últimos días de colegio y habían dedicado una clase a contarse historias, las persianas estaban bajadas, las luces apagadas, el aula permanecía iluminada por velas.

- Mi hermano me contó, que antes de nacer yo, había tenido otro hermanito, pero este siempre se levantaba de la cama por la noche, y no dejaba dormir a los demás, una noche empezó a gritar, mis papas entraron corriendo al cuarto y le vieron aterrado y encogido en uno de los lados de la cama, estaba tan asustado que se hizo pis encima, les contó que un ser horrible había salido de debajo de la cama y había intentando cogerle, mis papas no le creyeron, pero a la noche siguiente volvió a gritar, y cuando entraron al cuarto solo encontraron la cama completamente desecha y las sabanas debajo de la cama, no había ni rastro del que habría sido mi otro hermano mayor, nunca apareció. Mi hermano si le creyó, porque el también lo había visto, incluso intento cogerle, pero el metió todo su cuerpo dentro de la cama, único lugar en el que monstruo no puede atraparte y lo alumbro con una linterna asustándolo y haciéndolo huir, pero nunca olvidara sus dientes puntiagudos y amarillentos, ni su enorme boca como la de un tiburón que habría y cerraba mientras le señalaba con una de sus largas garras.
Por eso aseguraos de estar completamente dentro de la cama.

Terminada la historia todos se miraron un momento asustados, enseguida se rieron y comentaron con el profesor que realmente eso no era posible, pero muchos de ellos, como él, la creyeron, y llevaron consigo el miedo.

Cuando ya estaba en la cama listo para dormir, se encontró encogiéndose asustado, y mirando hacia el suelo, convencido de en que cualquier momento algo saldría de ahí y se lo llevaría para comérselo o algo peor, salto de la cama y encendió la luz lo más deprisa que pudo, asegurándose así que mientras la luz estuviese encendida nada malo le pasaría, pero entonces su madre apareció y se la apago.

- Es hora de dormir. – le recordó.
- No puedo dejarla encendida, es que si la apago vendrá el monstruo. – dijo en su defensa.

Su madre comprensiva volvió a encenderla y se sentó al borde de la cama.

- ¿Qué monstruo? – le preguntó mirándole.
- El que sale de debajo de la cama, me cojera y me comerá. – le aseguró él.

Su madre suspiró, pero levantándose miró bajo la cama, hay no había nada, ni una triste pelusa, ya se encargaba ella de que estuviese limpio.

- Escúchame bien señor monstruo, es hora de dormir y las luces se apagan, así que compórtese y váyase a su casa, que no son horas. – dijo con tono autoritario.

Su hijo la miró dejando muy claro que no se creía que el monstruo la fuese a hacer caso y esta tras taparle, darle un beso de buenas noches apago la luz y se fue a dormir, pero él era incapaz de dormirse, y como su madre no le tomaba en serio decidió solucionar él solo el problema, haciendo el menor ruido posible se coló en la cocina armándose con la cuchara de palo de su madre, que como te dolía cuando te daba con ella, también cogió del armario del pasillo la caja de herramientas linterna de su padre, aún por estrenar.

Se sentó en una esquinita de su cama, con los pies en alto completamente decidido a atrapar al monstruo y así no le tendría miedo nunca más. Mientras esperaba que apareciese preparo un plan, en cuanto saliese de debajo de su cama lo alumbraría con la linterna y le pegaría con la cuchara mientras llamaba a sus padres, y estos le ayudarían a detenerle para siempre e iría a la cárcel de los monstruos, incluso seria un héroe…

Las horas pasaban y lo único que se escuchaba eran los ronquidos de su padre acompañados por los de su madre que le hacían los coros, su imaginación le jugaba malas pasadas y se encontraba alumbrando cualquier rincón al mínimo ruido. Para cuando vio que algo salía de debajo de su cama se encontró pegándole en la cabeza con la caja de herramientas y saliendo corriendo a avisar a sus padres que no le hicieron ningún caso y le mandaron de vuelta a su cuarto si no quería ser castigado.

- Pero mamá, es que el monstruo… - empezó a decir en su defensa.
- Esta bien, dile que puede a quedarse a dormir contigo y ahora déjame dormir. – le respondió su madre con ojos vidriosos.

Encendió la luz de cuarto antes de entrar, sorprendiéndose al ver a un niño tirado en el suelo, pensó que lo mismo había huido del monstruo y salido por su cuarto para ser golpeado por él, se sintió algo culpable, le dio un poco con la cuchara para ver si se movía, suspiró al ver que así era, no lo había matado. Una cosa eran los monstruos y otra distinta los niños.

Comprobó que no le había hecho ninguna herida, salvo un chichón que le iba a doler bastante, antes de darle la vuelta y quedarse embobado mirándole, pensó que debía de ser una niña, porque era muchísimo más bonita que ninguna que hubiese visto, era preciosa, le apartó el pelo del rostro, sin poder dejar de mirarle, cuando abrió los ojos se apartó un poco algo avergonzado y bajo la cabeza mirando el suelo.

- Lo siento.
- ¿Por qué? – preguntó sentándose y llevándose una mano a donde le estaba saliendo el chichón.
- Es que, hoy en el colé, un amigo nos dijo que debajo de la cama había monstruos y al verte salir te pegue en la cabeza, y creí que te había matado. - explicaba a trompicones.
- Sé que soy feo pero no tanto como para que quieras matarme. – bromeó.

Al escucharle decir que era feo, se llevó las manos a la cabeza y cogiéndose del pelo empezó a decir:

- La deje tonta, que desgraciadito soy que la he dejado tonta.

El otro chico se hecho a reír.

- Que no, que no es eso, pero en mi casa mi padre siempre dice que el desgraciado es él, que tiene un hijo mayor muy apuesto, muy guapo que todas las mujeres quieren y luego a mí, que voy a terminar de cura, con lo poco que le gustan a él los curas.
- Vale, el tonto es tu padre, y mucho, le damos con la linterna y lo mismo lo arreglamos.

Ambos niños se echaron a reír por la ocurrencia.

- ¿Por qué creías que era un monstruo?
- Bueno es que el colé un compañero nos ha dicho que hay monstruos debajo de la cama, y que si sacas aunque sea un dedo de la cama serás comida de monstruo. En principio no le he creído, pero por si acaso me he preparado, y claro, te he visto salir, y no te iba a dejar comerme. – explicó más relajado.
- Ahh… - dijo con aire comprensivo – Debe ser por eso, que cuando viajamos por debajo de las camas, nos dicen que debemos tener mucho cuidado.
- ¿Viajar? – preguntó sin acabar de entenderlo.
- Sí. – asintió - Debajo de la cama hay un sistema que te permite llegar a donde quieras, yo me he peleado hoy con mi hermano y he terminado vagando por debajo de las camas, quería llegar a casa de mi abuelo, me he perdido y he llegado a tu cuarto.
- Esto, por casualidad no tendrás una foto de tu hermano.- le preguntó pensando en que si él era feo, ¿cómo seria su hermano?

No entendió porque podría querer ver una foto de su hermano, pero le enseño una en la que salía con su abuelo.

- El que no tiene el pelo blanco.

Cuando miró la foto sintió un escalofrió recorriéndole todo el cuerpo, miró al niño, y de nuevo la foto, tenía que reconocer que era más guapo que una niña y que si no hubiese dicho lo de cura, estaría seguro de que era una chica, por su pelo largo y brillante y esos ojos verde que brillaban como esmeraldas, pero el de la foto, era más bien un troll enorme, con muchos músculos y sin cuello; tirándose al suelo empezó a decir:

- Mis ojos, se queman.

Cuando el otro niño se acercó asustado a ver que le pasaba, le miró con una sonrisa picara y le hizo caer junto a él, abrazándolo le dijo:

-Me has curado.
-Eres un mentiroso, no te paso nada. – respondió molesto.
- Si que me paso, no veas que susto al ver la foto de tu hermano, llega a salir él de debajo de mi cama, y de verdad me creo que hay monstruos, vamos seguro que le vieron a él y por eso lo cree la gente.
- Eres muy bueno.- le dijo apoyándose en su pecho- ¡Alá! que rápido suena tu corazón.
- Sí bueno- se puso como un tomate, no necesitaba que se lo dijese - Sabes yo nunca me había fijado en nadie, bueno quiero decir que en mi clase hay niñas muy monas, pero no me gusta ninguna, y las mayores son unas creídas, las de la tele son todas iguales, mismos peinados, tan pintadas, que ninguna me llama la atención.
- A mi me pasa igual, algunas me recuerdan a muñecas, pero en clase las chicas son tontas y gritonas, por suerte para mi nunca me dicen nada.

El dueño de la habitación se puso serio y apartando con cuidado a su nuevo amigo se sentó mirándole fijamente le dijo:

- Yo me llamo Yue ¿y tú?
- Aoi – sonrió.
- Aoi puedes ponerte de pie por favor. – le pidió.

Algo extrañado le hizo caso, Yue cambio de posición y se arrodillo cogiéndole de la mano, como había visto en más de una película con su madre.

- Sé que nos acabamos de conocer y es un poco pronto, pero Aoi quieres ser mi esposa, si te casas conmigo no voy a dejar que tu padre se meta contigo, y a las niñas gritonas si te dicen algo las tirare del pelo, pero es que me he enamorado de ti desde que te di la vuelta en el suelo.

Aoi le miraba sin creerse lo que oía, realmente, eso no pasaba todos los días, al fin respondió.

- Pero es que no se que dirán mis padres, además aún tenemos que acabar el colé, y qué pasa si no se como volver a tu cuarto.
- Entonces nos podemos casar al terminar el colegio y puedes quedarte en mi cuarto para siempre, podrías venir a mi colé. – aseguró sin soltarle la mano.
- No, tengo que volver, mi madre se preocuparía por mí.

Le soltó la mano y busco algo entre sus cosas, del colé, cuando lo encontró se lo dio.

- Es mi agenda del colé, tiene todos mis datos, y si me dices que sí, te esperare siempre, lo juro.
- Esta bien, me casare contigo cuando terminemos el colé, yo también lo juro.

Yue sonrió feliz y abrazo a su prometido, pasaron toda la noche hablando y jugando, incluso vieron un amanecer juntos, y no entendieron porque le daban tanta importancia en las películas, era bonito, pero lo ves y ya, cuando se despidieron le dio un beso en la frente y le dijo:

- No lo olvides estamos prometidos, así que cuando vayas por ahí ni se te ocurra dejar que te enamore cualquier troll de esos.

Fue al día siguiente cuando se mudo a vivir al pueblo con sus abuelos, por más que le dijo a su madre que estaba prometido e iban a ir a buscarle esta no le hizo caso, de eso hacia 10 años ya, y no le había olvidado, se quedó dormido pensando que lo mismo él si había sido olvidado, y cuando despertó, una luna azul alumbraba su habitación, como aquella noche.

- Yo ya he terminado el colé. – le dijo una voz desde una esquina.

Al mirar hacia ahí, vio a su prometido, ya no podía decir que era guapo, y hermoso se quedaba corto, salto de la cama y se abrazo a él.

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