jueves, febrero 10, 2005

Encuentro

Le habían mandado llevar un recado a Astaroth, al parecer estaba en las mazmorras torturando ángeles, no le dio ninguna importancia, era uno de los pocos demonios que se atrevía a ir, quizás por eso se lo habían pedido a él.
Nada más entrar supo que no estaba el demonio al que buscaba, si no los gritos hubiesen sido más fuertes, aún así entró, para encontrarse con el ser más hermoso que jamás imagino, sus cabellos brillaban como la luz más pura a pesar de las manchas de sangre, sus alas de un blanco inmaculado también tenían rastro del color carmesí, sobre su blanquecina piel resaltaban las heridas por los golpes recibidos, sabía que debía irse de allí o haría alguna locura. Estaba apunto de hacerlo, cuando su mirada se cruzó con la del ángel, aquellos ojos marrón verdosos decían conocer el destino que le esperaba, y sin pensarlo, sin mediar palabra invocó una llamarada en su mano con la que fundió la cadena que le sujetaba, liberándolo.

El ángel lo miró sorprendido iba a decir algo, cuando le selló los labios con un dedo y le indicó que le siguiera, al ver que sangraba por el tobillo que conservaba parte de la cadena, lo cogió entre sus brazos hecho a correr por las catacumbas buscando la salida que les llevaría al bosque de las lágrimas, sólo cuando lo dejase allí sabría que estaría a salvo.
No podía explicar porque pero en todo el camino por las catacumbas, pasando entre los túneles con el miedo de ser descubiertos y no poder sacarlo de allí, únicamente tenía una idea en la cabeza ver una sonrisa en aquel rostro de facciones dulces, en sus labios rosados...
Al fin llegaron al bosque, siguió un poco más hasta estar lejos de la puerta al infierno. Con cuidado lo dejo sobre la hierba acaricio sus cabellos y le dijo:

- Ya está, tranquilo, nadie te hará daño, no les dejare. - De nuevo invoco una
llama, esta vez más pequeña y con cuidado fundió la cerradura del grillete. -
Ves, ahora eres libre.
No podía evitar decir aquello con un tono triste, porque no lo iba a volver a ver, no había visto la sonrisa que deseaba, y tenía tantas ganas de besar sus labios. Para su sorpresa el ángel salto sobre él quedando colgado de su cuello.

- Gracias.- le susurro al oído.
- Dámelas cuando cure tus heridas.-respondió secamente.

Volvió a depositarlo en el suelo con cuidado, y sacando lo necesario de una bolsa que colgaba de su cinto, comenzó a curar cada una de las heridas que surcaban su cuerpo, acariciando la delicada y suave piel, sin poder evitar besarle en una de ellas para sorpresa del ángel, que se giró con el rostro encendido por el rubor, pero al ver como el diablo se alejaba de él creyendo que no lo querría cerca, le cogió del brazo y le pregunto:

- ¿Cómo he de llamar a mi salvador?
- Belial ¿Y el tuyo?- dijo acariciándole con suavidad el rostro.
- Nithael.



[Creía que lo había colgado hace tiempo, pero se ve que no :S]

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