martes, enero 30, 2007

Kondou Katsura

Recuerdos en el aire

Las palabras de su padre resonaban en su cabeza desgarrándolo por dentro, el dolor que sentía por la traición, por saber que había perdido a la mujer a la que amaba, le quemaba, hasta el punto, que sentía que las lágrimas que luchaban por salir eran de fuego, pero no las dejo brotar, ya había derramado suficientes.

Su padre le había dado una orden clara, no acercarse a la casa de los Noade, si faltaba a ella, por muy heredero que fuese, sería deshonrado, acusado de alta traición al clan y si tenía suerte simplemente desterrado hasta la eternidad, se rió al escucharlo, una risa amarga como sus sentimientos en aquel momento; sabía que antes de eso lo matarían, su propio padre le había arrebatado el ninjato, no se lo devolvería hasta que tuviese claras las cosas y pensase correctamente, es decir pensase como pensaba su padre. Cierto era que podía haber llamado a su ninjato, pero eso sólo empeoraría la situación. Que irónico resultaba todo, el único traicionado había sido él, pero ya no se podía cambiar, sólo quedaba esperar el momento apropiado…

Con todo aquello sólo pudo subirse a su moto y simplemente perderse en la velocidad y las carreras contra un rival invisible que ahora tenía un rostro y un nombre en su mente. Los coches tocaban el claxon cuando se acercaba de frente a ellos peligrosamente, pero aunque él no sentía nada, el resto de personas temían por su vida y le gritaban “Loco. ¿Quieres morir?”, palabras que no le llegaban, perdido en sus pensamientos y en la distancia.

Cuánto tiempo estuvo haciendo eso, es difícil de decir, pero por primera vez, su corazón dio un vuelco al encontrarse frente a un antiguo templo ya olvidado, un templo que traía recuerdos pasados.

Bajo de la moto con paso firme, sus ojos fijos en la tenue luz que veía en el interior del templo, era imposible que ahí viviese alguien, porque todos murieron, él se encargo de ello o acaso habían vuelto los fantasmas del pasado.

Sus pasos resonaban en el viejo suelo, como no hicieron la primera vez que entró, pero ahora ni siquiera se molestaba en ocultar su presencia. Según el olor a incienso le llegaba, regresaban los recuerdos de aquella noche, su primera misión, sus primeras muertes.

Por aquel entonces aún era un estudiante de instituto, y nada más regresar de este, su padre mando llamarlo, al entrar al despacho, dejó de ser un simple estudiante, para ser un ninja y tras rendir las pleitesías pertinentes, le fue encomendada su primera misión.


“Antes de que la luna se muestre, el clan de visionarios debe desaparecer, la
traición no es perdonada, la muerte antes que el deshonor, que tu mano traiga la
justicia, los dioses están de nuestra parte.”

Que claras resultaron entonces las palabras de su padre, mientras le tendía un sobre con toda la información necesaria, que claro el castigo concedido. Él y unos cuantos hombres se colaron en aquel templo, sólo quedaban ancianos. Apagaron la llama de sus vidas de forma rápida, y cuando creían que no quedaba nadie, marcharon en una retirada tan silenciosa como cuando llegaron. Pero él sintió una corazonada que le hizo regresar sobre sus pasos. Los cuerpos sin vida permanecían en el suelo con expresiones de sorpresa dibujadas en sus rostros marchitos, prueba de que no se esperaban lo sucedido, pero en uno de los pasillos vio un rastro de sangre, como él de alguien arrastrándose y dejándola tras de si, lo siguió para encontrarse con un probé anciano moribundo intentando abrir una puerta corredera, le ahorro el esfuerzo de un único corte termino su sufrimiento y después abrió aquella puerta movido por la curiosidad, habían matado a todos los monjes, qué podía haber tan importante ahí.

Sus ojos se abrieron un poco más, el suelo estaba cubierto por dibujos infantiles y frente a él su profesora del instituto acunaba a una niña que no llegaría los 10 años mientras le cantaba suavemente una nana. ¿Cómo podía habérseles pasado a sus hombres?

- Estábamos escondidas en el armario, hemos salido ahora que el silencio mortal y el olor a sangre lo llena todo, Kondou.- respondió la mujer como si supiese que pensaba.

Guardó la compostura y se trago la exclamación que iba a soltar, al ser reconocido incluso con su rostro cubierto, y sobretodo al encontrar frente a él a esa mujer.

- Sensei ¿qué hace aquí? – preguntó intentando entender aquella extraña situación mientras veía a una mujer que siempre le pareció fuerte, como si fuese una muñeca de porcelana, frágil y rompible, y aquella extraña niña vestida con kimono y con una venda sobe sus ojos.
- Hoshimi Yuu, quizás lo olvidaste porque siempre os he pedido que me llaméis Yuu, pero soy una Hoshimi, aunque nunca tuve el poder de videncia de estos, lo único que he sabido adivinar en mi vida, es como voy a morir. – hablaba lentamente y con calma, como cuando lo hacía en clase, y en ningún momento apartó su mirada de la de él mientras sus dedos acariciaban con suavidad el negro cabello de la niña.

Kondou se sintió aludido, acaso siempre había sabido que la mataría él, y si era así cómo podía haberle tratado todo aquel tiempo con amabilidad, además el nunca había pensando que tendría que matar a una niña, si aún no había vivido nada.

- Katsura nii chan - habló la niña con una suave voz – por favor dile a la abuela que no podré ir a jugar más con ella.

Kondou la miró un momento, observó la habitación con los dibujos por el suelo, no había ni un sólo muñeco en ella, la única prueba de que ahí había una niña eran esos dibujos, y sin saber porque les dijo:

- Si os marcháis, lejos, muy lejos, renunciáis a vuestro nombre, podréis seguir viviendo.

Su profesora hizo una reverencia ante él y saco una mochila del armario.

- Nos espera un taxi fuera, nos iremos en barco a China, gracias por todo. No olvides nunca quien eres. – Le dijo saliendo de ahí como si ya supiese que iba a pasar aquello.

De nuevo Kondou abrió la puerta corredera, viendo los viejos dibujos infantiles por el suelo y aún hombre sentado mirándolos, este no se sorprendió de su presencia y simplemente le saludo con una leve inclinación de cabeza.

- Hay una carta para ti en el armario. – habló sin mirarlo.
- ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? – preguntó desafiante.
- Hoshimi Makoto, yo traje deshonor a mi familia, por ello los Katsura nos eliminaron, he venido a devolver el honor que robe, y con ello dejar un buen sitio a mi hija. – dijo tranquilamente.
- Creía que había muerto. – respondió reconociendo el nombre del hombre.
- Muerto en vida.- explicó - Hoy mi hija regresa a recuperar lo que le pertenece, he esperado este día hace mucho, tú perdonaste su vida y la de mi amada, hace tiempo. Sin saber que con eso la condenabas a ser una flor y mi niña se convirtió en una flor artificial, ahora yo cumpliré mi deber como padre.

Tras sus palabras se levantó y abrió el mismo armario donde había una carta para Kondou junto a un juego de espadas, cogió la más corta y poniéndose de rodillas se preparó para recuperar el honor como en las antiguas tradiciones, Kondou quedó estupefacto un instante, tras eso decidió respetar la decisión del hombre y cuando este clavo el filo en su estomago, cogió la katana y con un movimiento rápido rebanó la cabeza de esté, viéndola rodar por el suelo con una expresión de paz dibujada.

Tomo la carta, el papel estaba amarillento y al abrirla supo que estaba esperándole desde el primer día que estuvo ahí. Con una caligrafía infantil unas palabras sólo para él, una predicción cierta.


“Cuando la traición rompa tu corazón, las lágrimas alimentaran la oscuridad y tu
serás una con ella.” H.S

Sintió en ese momento que el olor a sangre le inundaba, y que la luz de la habitación se apagaba, todo era oscuridad entonces, una oscuridad opresora que le devoraba y tiraba de él como si quisiera llevarlo al mismo infierno, y las palabras resonaban susurrantes en sus oídos como caricias de amante, y entonces su mano se estiró como hiendo a coger algo y sintió la empuñadura en su mano y supo que era su ninjato, lo desenvaino y el negro filo alumbro esa oscuridad de forma fantasmagórica.

“No temas a la oscuridad, acéptala y únete a ella” escuchó con la misma voz que antes, y al cerrar los ojos dejando de buscar la luz y una salida y relajar sus sentidos, supo que la oscuridad no podía dañarle.

Al recuperar la visión del mundo real dio órdenes de hacer desaparecer el cuerpo a la nada o mejor dicho a los hombres de su padre que le observaban y no lograban entender nada, volvió a su moto y mientras regresaba a casa recordó.

Tras el trabajo del templo, sabiendo que ese día no tendría tutoría, busco a la abuela que le pidió la niña, camino por las calles cercanas al templo hasta que la vio, una mujer mayor sentada en una mecedora terminaba un jersey.

- Disculpe señora, es usted la abuela de la niña de los Hoshimi. – pregunto mirándola hacía abajo.

La mujer paro de moverse y dejo un momento de tejer, para responderle.

- Le estoy haciendo un jersey a mi nieta, es del color de sus ojos. –sonrio afablemente y al ver la lana morada Kondou creyó que la mujer estaba enferma – es muy especial, ayer vino y me abrazo, me dijo que iba a ir a China, pero que volvería con el tiempo, me pidió perdón por no poder estar conmigo – la mujer iba derramando lagrimas pero había vuelto a su tarea, Kondou no sabía que hacer – Es una niña muy buena, pero tiene un camino marcado por la oscuridad – se limpio con un pañuelo que saco de una de sus mangas – Me dijo que un buen mozo vendría a decirme que no vendría más.
- Pero…- comenzó a decir, ya eran demasiadas cosas sabidas sin que él dijese nada igual que en la noche pasada.
- Hay cosas que es mejor no saber. – interrumpió la mujer sin dejarle hablar - Espera un poco, terminare el jersey y podrás guardarlo hasta que la veas, a cambio te daré un regalo.
- No hace falta, muchas gracias señora.
- Calla y escucha a está vieja. – dijo antes de cortar la lana y empezar a unir las piezas. – Las palabras tienen fuerte significado, pero pocos son los que las respetan ahora, vengo de una época honorable y se muchas cosas, esta es la palabra que te regalo “Compasión: cuando te colocas en el pellejo del otro y sientes su dolor”. Es una gran palabra que no mata, no hiere y no tortura, porque no puedes desvirtuarla, porque con ella te acercas al otro y sabes el daño que causas o al menos imaginas una parte. Recuérdala siempre, te hará más honorable y cuando lo hagas piensa en la abuela Jin. – tras eso le entregó el jersey doblado.
- Muchas gracias abuela Jin.

Se rió al recordar aquel incidente, porque todas esas personas tenían nombres tan especiales, cómo no darse cuenta antes.


[Los nombres están sacados del Bushidō, y lo de la palabra viene del libro “Historia del Rey transparente” de Rosa Montero, en definitiva, no soy nada original…
Kondou Katsura es un personaje de FJ, le dije que escribiría un fic para cada uno de los protagonistas el otro fue “El canto de una flor artificial”]

1 comentario:

Di dijo...

Leido.. pero no acaba asi no???