jueves, septiembre 13, 2007

Tinte para el corazón

Bueno esto si que trae recuerdos, he encontrado esta historia que escribí hará unos 3 años, se dice pronto, es de un rpg en que el que jugué basado en “Ai no Kusabi”, esto si que es en memoria de “Tanagura”. Además como últimamente pongo pocas cosas, porque no he terminado ninguna historia corta, ni larga ni nada, pues pongo esta y eso que me ahorro.

Tinte para el corazón

Debía haber estado en la incubadora hasta adquirir el aspecto de un adolescente apuesto, pero el blondie que lo había comprado decidió criarlo como si fuese un niño normal, le enseño que todos eran iguales y le dejo elegir por si mismo.

Estaba solo en la mansión, y se aburría, mucho sitio para jugar, pero nadie con quien hacerlo, eso sin contar a Laury el perro que había encontrado en su primera escapada de la mansión hasta Ceres, lo miró y con una sonrisa picara le indico que fuesen por el hueco de la valla irían al Memorial a jugar, con suerte encontraban a más chicos de su edad, si hubiese sabido las consecuencias que aquello tendría se habría quedado en casa, pero en ella sólo quedó una nota que rezaba.

“Nii-chan me fui a jugar, volveré pronto, seguro que antes de que llegues tu para leer esta nota.
Te quiere Yu-chan”

No fue más niños lo que encontró, ni mucho menos, si no hombres que le miraban de un modo extraño y él no entendía el motivo , sólo sabía que no debía confiar en ellos, porque Laury se había puesto a su lado en una posición que indicaba que les atacaría si era necesario, y así fue, en el momento en que uno de los hombres lo cogió del brazo el perro le mordió y no lo soltó hasta que noto que los otros en lugar de ayudar a su compañero se acercaban a su amo, no había lugar al que huir, ni nadie cerca al que pedir ayuda, por eso cuando se le acercaron la emprendió a patadas con ellos, si su perro no los quería, por algo seria. Un hombre logro cogerle, tapándole la boca con el brazo por si gritaba, por eso le mordió.

- Maldito crió. – dijo soltándolo – Tendrá que ser a las malas.

Dicho eso fue disparado con una pistola de descargas eléctricas que le hizo perder la conciencia, lo ultimo que vio, a su perro tendido en un charco de sangre.

Despertó por un golpe en su rostro que le partió el labio, le dolía la cabeza y los brazos, tenía la sensación de que el peso de todo su ser estaba en ellos y así era, lo habían colgado por las muñecas, no dejaban de preguntarle por Shiro, donde estaba que ordenes le había dado Tachibana-san, no les dijo nada, a su mente sólo volvía la imagen de Laury entre sangre, deseo que estuviese bien, llevaban juntos desde hacía tanto tiempo, que no podía imaginarse dormir sin él, jugar sin él, no, no podía imaginarse hacer nada sin él, porque llenaba aquella vacía mansión en la que quedaba cada vez que su hermano debía trabajar y desaparecía por tantas horas, incluso días, pero no se lo reprochaba, porque cuando estaba, estaba sólo para él, llenando las estancias de ruido, tirándose por él suelo para jugar con él, no lo traicionaría, por el amor que sentía por él.

Las preguntas sobre Shiro seguían, y él callaba, callaba y sufría los golpes con terquedad, no hablaría, no traicionaría a su familia.

- Si hablas las cosas serán más fáciles para todos, y saldrás mejor parado. – le dijo uno de los hombres sujetándole el rostro con algo de delicadeza.

Se apartó del contacto del hombre con brusquedad, mirándole con asco, molesto por la reacción, el adorno que mandaba, indicó que las torturas podían empezar.

- Recuerda que no han de notarse las marcas, y preferiblemente no ha de tocarse esa cara bonita. – habló con un hombre de cabellos castaños que abrió un maletín y comenzó a sacar diferentes cosas, desde clavos hasta material quirúrgico, para terminar por elegir un bisturí.
- Desnudarle. - un tono frió calculador, de alguien que no se dejaba llevar por sentimentalismos.


Llego a casa con una sensación extraña que no había podido quitarse en todo el día, al no encontrarlo, cobro nombre, miedo, la nota cayó arrugada al suelo tras leerla y salir corriendo. Estaba subiendo a la moto para ir más rapido, cuando algo le hizo pensar que necesitaría el coche.

Al llegar al Memorial, supo que su decisión había sido acertada, rodeado por algunos curiosos estaba el cuerpo de Laury, cerca de él se encontraba una zapatilla, una de las preferidas de su hermano. Apartó a la gente y recogió al perro manchando su ropa con sangre reseca, metió el cuerpo frió e inerte en el maletero junto a la zapatilla perdida, y marcho en una búsqueda desesperada, por cada sitio que pasaba la incertidumbre, la ira y el deseo de venganza era más fuerte, pero sobre todo la culpa... culpa por no haber estado con él, por dejarle siempre solo, por no darle lo que más necesitaba, su presencia.


Sus gritos de dolor hacían eco por la habitación, sus muñecas sangraban mientras se retorcía, los cortes de su cuerpo, pequeños y precisos apenas sangraban pero el dolor que provocaban le hacían creer que se volvería loco, su voz ya no daba más de si, apenas podía seguir gritando, pero ni por esas habló, no dijo donde podía estar Shiro, no describió al misterioso Tachibana-san, el blondie que nadie veía jamás, y aunque hubiese querido tampoco podría, ni él, que vivía en su mansión lo había visto.

- Se suponía que apenas tardaríamos unas horas, pero llevamos aquí encerrados toda la tarde, es un niño, es que no podéis hacerle hablar. – se quejaba uno de los hombres que seguía las ordenes del adorno.
- Su espíritu es fuerte como el de un buen pura sangre, no es fácil doblegarlo, necesitaría más tiempo, y sería un buen cachorro, dócil, haría cuanto su amo le ordenase. - explicaba el hombre mientras le hacía otra pequeña incisión arrancándole otro grito –Soy el mejor en mi trabajo, no sólo conozco los sitios donde un mínimo corte te hace retorcerte de dolor, sino que también conozco los puntos que te hacen hacerlo de placer. – su mirada se torno lasciva cuando toco en uno de ellos a su victima, que no tardo en reaccionar soltando una mezcla entre un gemido y un grito.

Yukio se mordió el labio hasta hacerse sangrar, los tenía morados de tantas veces que lo había hecho para evitar perder el conocimiento, pero ahora era distinto, el simple roce de los dedos de aquel hombre había hecho que su cuerpo se estremeciera y no de dolor precisamente, de un modo que no sabría explicar, sólo estaba seguro de que no quería que volviese a tocarle así...


Tras ir de sitio a otro reuniendo información, le habían dicho de un lugar en Eos, cerca de los Galpones, pisando el acelerador fue todo lo rápido que pudo al sitio. Intentaba mantener la cordura, deseaba que no le hubiesen hecho nada, era sólo un niño, su niño, hermano, amigo, y más que eso un hijo, si un hijo por que él le había criado, había cambiado pañales, dado biberones, bajado fiebres y espantado monstruos invisibles, ahora acabaría con los reales.


Las lágrimas recorrían su rostro, en su mente sólo un nombre “Shiro”, una suplica, que estuviese bien, que por favor alguien le ayudase, se estaba volviendo loco. El dolor era indescriptible, recorría todo su ser, su corazón se estaba rompiendo, la idea de que le importase tan poco a la persona que era todo cuanto tenía, su única familia, como para permitir que le torturasen de aquel modo le aterraba, estaba seguro de que no sabía nada, ni tan siquiera habría leído la nota, porque a esas horas él estaba trabajando, pero ¿qué hora era ya?, ¿en que momento había perdido la noción del tiempo?

Unas manos sobre su cuerpo, provocando que todo su ser se estremeciera, que se mordiese los labios para evitar soltar cualquier sonido y cerrase los ojos alejando la visión de aquel hombre que lo miraba como si fuese menos que un cacho de carne.

- No te aguantes, se buen perro y déjame escucharte. – Le lamió la mejilla - Déjame escuchar los sonidos que te provoca mi contacto. - le susurraba al oído sin dejar de usar le mismo tono frío que cuando llego.

El adorno se acerco a él y recordándole las órdenes le espetó:

- No deben quedar marcas en él. Y tampoco ser poseído por ti, no esta entre los planes, vale más así que si tú te atreves a desobedecer.
- Conozco muy bien las órdenes, no necesito que me las repita. Se de sobra lo que me hará tu amo si le traiciono. No necesito poseerlo para disfrutar, me basta con ver como se retuerce ante mi contacto, con escuchar sus gemidos, como se doblega ante mí y acaba suplicando más. – respondió sin dejar de tocarlo.

Quedó sorprendido cuando el cuerpo dejo de moverse, apartó la vista del adorno, para mirar al chico, creyendo que se había desmayado, y en ese momento Yukio le escupió la sangre que se había agolpado en su boca.

- No me toques. – dijo con la poca voz que le quedaba, haciéndola sonar como una amenaza.

Los mogrels contratados para vigilar observaron como llegaba una figura vestida de blanco, de cabellos largos de un rubio claro, que ondeaban sueltos como una bandera, mientras se acercaba hacía ellos con un paso firme y seguro. Su belleza era tal que los dejo boca abiertos, recordaba a un adonis, un dios enviado para darles su recompensa, que equivocados estaban, era el mismo diablo, sus ojos refulgían como el fuego, no dudo en arrebatarles la vida dejando caer al suelo sus cuerpos inertes, permitiendo que la sangre tiñese sus ropajes, mientras una sonrisa diabólica aprecia en sus labios.

- No me toques.- volvió a decir Yukio intentando apartarse de aquel hombre.

El adorno observaba en silencio, no podía negarlo, disfrutaba la ver el rostro del joven, al escuchar sus gemidos mezcla de placer y dolor, se sobresalto al oír gritos que provenían de fuera y cuando se levanto molestó para ver que pasaba, la figura de blanco apareció ante ellos.

- No te molestes, ellos están muertos.- se escucho la voz del demonio, antes de que su risa inundase la habitación.
- ¿Quién eres?- preguntó el adorno a pesar de que ya lo sabía.
- Tu me buscaste, me retaste, eres tu el culpable de la muerte de tus compañeros, acaso no sabes que soy aquel que siempre deja un rastro de muerte a su paso. – reía al ver la expresión de terror de los hombres.
- No puedes hacerme nada, mi amo querrá saber...
- Y a mi que me importa tu amo, él también pagara por sus pecados, yo seré su verdugo y su juez.
- Atrévete a hacer algo y mato al chico.- dijo el torturador sujetando el cuerpo de Yukio.

El demonio paro en seco, su mirada se dirigió al único motivo por el que acaba de matar a tantos hombres con sus manos desnudas, no quería que le hicieran más daño, vio su piel pálida llena de cortes y moretones, manchas de sangre, el sudor que recorría aquel cuerpo desnudo que tantas veces había abrazado y acunado, bajo la cabeza, para levantarla con los ojos aún más brillantes por el odio, odio hacía si mismo por no haber podido impedirlo.

- Si es a mí al que queréis cogerme, no torturéis más al inocente por haber caído en las redes del diablo Tachibana.
- Todavía nos queda tu adorno, mi amo quiere venganza contra ambos.- hablaba el pelirrojo socarronamente.

Nadie se esperaba que Yukio cayese al suelo por su propio peso, porque en todo ese tiempo había estado forzando las cuerdas que le sujetaban y levantándose con las pocas fuerzas que le quedaban dijo

- No os atreváis a tocar a mi hermano, no os lo permitiré.

Aquello los dejo tan sorprendidos que no tuvieron tiempo de reaccionar, el blondie sujeto al que había torturado al pequeño con una mano evitando con eso cualquier tipo de movimiento por su parte, y mientras forcejeaba lo soltó para sujetar con las dos manos su cabeza y aplastársela como si fuese una naranja, la sangre lo salpico todo, mientras el adorno gritaba y salía corriendo en un vano intento de huida pues fue atrapado y cazado como si fuese una presa mediocre a la que elimino abriéndole el cráneo contra el suelo.

De pie en aquel edificio donde le habían torturado permanecía Yukio, lágrimas cayendo por su rostro, su cuerpo temblando por el contacto del aire, por rabia, por la impotencia de no haber podido hacer nada. Notó como era cubierto por un abrigo, y cogido en brazos.

- Ya paso, ya paso todo... te pondrás bien...- decía Tachibana-san en su oído, apenas un susurro antes de permitirse perder la conciencia.

En sus sueños veía a Laury, todo estaba bien, se acurrucaba en la cama buscándole, buscando su calor su cercanía, siempre tenía frió, y aquella noche se estaba helando necesitaba sentir a Laury, saber que estaba allí, pero no estaba, no estaría más. Abrió los ojos y junto a la ventana con la mirada perdida estaba el blondie, sus ropas y cabellos seguían cubiertos por la sangre, mientras que a él le habían limpiado y vendado.

- Niichan – llamo la atención del hombre que se giro con la sorpresa y la pena entremezclada en su mirada – ya paso todo, tu mismo lo dijiste, nos pondremos bien, las heridas curan.
- ¿Hace cuanto que lo sabes?
- Ya no lo recuerdo, pero un día vi que mi hermano cambiaba el color de su pelo en la noche, el rojo carmesí se volvió oro y saliste vestido de blanco como si fueses un ángel.- respondió con calma.
- Siempre pones las cosas como si fuesen hermosas, como lo eres tu, no soy un ángel, soy un demonio, que devuelve el bien con mal, mira lo que te han hecho a ti por mi culpa.- dijo dejando que las lágrimas recorriesen su rostro, dejando salir aquel dolor que se había apoderado de su corazón.

Tomó el rostro de su hermano entre sus manos y le miró a los ojos.

- Tranquilo, yo no te culpo, no te culpes tu.- le pidió
- Yukio, Yu-chan, mi pequeño diablillo siempre haciendo de las tuyas.- sonrió al decirlo
- Niichan dime por favor que los hace superiores, que les permite abusar de los demás y quedar impunes, dímelo tu que eres un dios en este mundo sin sentido.
- Nada, nada más que los deseos de una maquina. No sólo tienes una voz preciosa y eres hermosos por dentro y por fuera, si no que eres inteligente, capaz de ayudarme siempre con los cálculos e inventarios, podrías cumplir perfectamente el papel de un adorno, el color del pelo, la piel, los ojos todo eso da igual, lo importante es lo de dentro.

Shiro Tachibana hizo que volviese a acostarse, debía descansar para curar sus heridas lo antes posibles, permaneció un tiempo de pie observándolo, antes de tomar una decisión, se puso su abrigo y salio de allí, un fantasma en la noche, un fantasma atormentado que no deseaba curar sus heridas, si no las de aquel al que llamaba hermano.


Al despertar busco a s hermano por todo aquel piso, pero no lo encontró, no encontró nada más que una nota en la mesa.

“Yu-chan es el momento de que elijas tu propio camino.
Como veras hay dos botes en la mesa:
El azul te permitirá seguir tu vida como hasta ahora si te lo bebes olvidaras lo que paso y volverás a la mansión.
El rojo, el rojo es un camino nuevo y duro, no habrá vuelta atrás, si te lavas el pelo con eso, jamás volverá a ser negro, es un producto químico que hará que tu pelo sea siempre rojo, bajo el hay una tarjeta de un blondie que necesita a un adorno, ese serias tu, la decisión es tuya.
Quédate en el piso hasta que sanes, la nevera esta llena y si necesitas algo, hay una tarjeta en ella de un restaurante que te servirá lo que necesites.
Te quiere, siempre tuyo, tu hermano
Shiro”

Ahora si que lloro, desconsolado, perdido y solo, la persona en la que más confiaba le había dejado solo, le había abandonado después de todo, lloro porque ya no tenía nada, y no sabía que era lo que quería, en su cabeza la conversación de la noche anterior, los acontecimientos, todo estaba allí, no quería nada más que a su hermano, sólo eso, Laury no iba a volver y a él le daba igual recordar mientras estuviese con su hermano, pero sabía que el bote azul no era la solución, le haría olvidar y estar solo en una mansión inmensa, su hermano no iba a estar, y el rojo... el rojo como el pelo de los adornos, ser uno de ellos, tenerlos a sus pies, si, cogería el rojo, demostraría que los mogrels también podían ser adornos, que era capaz de trabajar como ellos, de mover inmensas cantidades de dinero y hacer que su jefe ganase mucho más, y entonces algún día su camino se cruzaría con el de su hermano y le diría que todo eso era gracias a lo que aprendió de niño y que le perdonaba por dejarle solo, porque así sería más fuerte y porque sabía que era él quien no podía verle, quien llevaba la carga de todo.

Cicatrices que no terminan de cerrarse, la promesa de no mencionar el tiempo pasado, aquella noche en la que lo perdió todo cuanto amo.

- Sakano- san me está esperando. - hizo saber un adorno alto y de espaldas anchas con la expresión seria.
- ¿A quien debo anunciar? – preguntó la vocecilla del chico intimidado por aquel hombre, cuando sintió que una mano se posaba en su hombro y se giró para ver a un chico de cabellos rojizos y unos vivos ojos verdes.
- Yo me encargo Ai-chan – sonrió al muchacho, antes de volver a mirar al adorno - debes de ser de las empresas Gravenizts.

El hombre no contestó, se limitó a mirarle con cierto aire de superioridad.

- Si quieres ver al jefe, sigue este culito. - dijo sonriendo con picardía y dándose la vuelta.

El adorno lo miró molestó por semejante comportamiento, pero no podía apartar los ojos de aquel cuerpo que se movía de un modo sensual, insinuante como una serpiente, sus piernas enfundadas en unos pantalones ajustados rojos, que se pegaban más por las correas negras que llevaba cruzadas, la camiseta sin mangas que llevaba de color negro y una torerilla roja, no sabía decir que tenía aquel chico que no podía apartar la mirada.

- Jefe el adorno de los Gravenizts está aquí, le hago pasar.- anunció.
- Yu no podrías encargarte tu.- se escucho que pedía el hombre con tono cansado, sin preocuparse de que el otro adorno lo escuchara e hiciera un bufido de desaprobación.
- Sería un placer, pero el no tiene pinta de querer tratar con una belleza como yo. Pero no se preocupe le deje todo preparado en la mesa, es la carpeta verde que tienes al lado del teléfono. – se giró y miró al adorno con una sonrisa picara - Puedes pasar encanto, no me lo aburras mucho.

El hombre prefirió hacer que no había escuchado el comentario y se dispuso a entrar una vez había salido el otro chico, el cual aprovecho para pellizcarle el culo e irse cantando como si cualquier cosa. Una voz que durante varios días se quedo en la mente del adorno junto a aquel cuerpo insinuante.

2 comentarios:

Di dijo...

Leído. Luego la sádica soy yo?

Anónimo dijo...

si que ha sido un poco sádico si...