Hoy justamente después de un mes de tu muerte ha llegado una carta tuya. Me encuentro en un avión lejos de tu recuerdo y sin embargo en mi equipaje de mano esta tu carta, no estoy seguro de abrirla, pero no quiero morir sin saber que me mandaste, dudo antes de hacerlo y al abrir el sobre, cae mi viejo cuaderno, con sus hojas amarillentas.
Permanezco largo rato mirándolo sin saber si mirar la respuesta de aquel juego que hacíamos, en que los personajes no eran otra cosa que aquello que queríamos ser.
Al abrirlo, me encuentro con uno de tus maravilloso dibujos, siempre llenos de detalles, lo miro pensando en lo mucho que me suenan las caras y tardo en darme cuenta de que soy yo vestido de princesa, mi pelo estaba largo y de su color natural; ya había olvidado que soy rubio, incluso pintaste mis ojos de dos colores, pero no es eso lo que llama mi atención, si no el joven que sostiene mi mano, eres tu vestido de escudero. Sigo pasando hojas, el escudero me dice que me ama, y besa mis labios, al final una hoja en blanco, nada más, en eso se ha quedado en hojas en blanco. Nunca me dijiste esas palabras, las que tanto deseaba escuchar de tus labios, y ahora que no estas las tengo, por que tardaste tanto, mi corazón ahora esta roto al saber que me amabas y nunca podré tenerte, nunca probare el sabor de tus besos. El señor que esta sentado en el asiento de al lado me mira extrañado, porque no puedo dejar de llorar, siento que mi corazón esta roto y ya nunca cicatrizara, no he amado ni amare a nadie como a ti.
Donde empezo
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