viernes, noviembre 05, 2004

Capsulas

PuhEra su octavo cumpleaños, el fin de semana antes su padre había ido a verle prometiéndole que lo llevaría a casa, que podría ir por su cumpleaños y pasarlo con su madre y su hermana, no había nada que quisiera más.

Estaba sentado en el tejado del templo cuando vio llegar a Rasmus, el cuervo de su hermana, sus ojos se iluminaron, se puso de pie dejando que se le posara en el brazo, cogió el paquete ilusionado, preguntándose que seria, lo abrió a toda prisa, ante la atenta mirada del ave, lo primero que vio fue una carta, comenzó a leerla creyendo que al acabar su padre aparecería.


“Querido hijo:
No he olvidado que te prometí que estarías en casa por este día tan especial, tu madre y tu hermana te esperan ilusionadas, pero antes debes hacer una cosa pro nosotros, ya sabes que te mandamos al templo para solucionar lo de tu enfermedad, pero en este tiempo parece que esta en vez de desaparecer se a hecho más fuerte, por eso te pido, que si de verdad nos quieres y deseas estar con nosotros, tomes el medicamento que te mando, gracias a él mejoraras y tu enfermedad estará controlada.
Te quiere, siempre tuyo tu padre
Terry”
Miró el contenido del paquete, un frasco de pastillas, cápsulas rojas, las había visto antes, en sus sueños las tomaba y estas hacían que tosiese sangre, por negar lo que es, pero su padre nunca le daría algo que le hiciera daño se dijo asi mismo.
Pensp en su madre, la habia visto en contadas ocasiones, sus ojos siempre llenos de lágrimas contenidas cuando lo ve, como se abrazaba a si misma por miedo a tocarle y hacerle daño. Su hermana,Elehnika, regañándole por la imposibilidad de jugar con él, diciéndole que debía ser más fuerte.

Abrió el frasco y dejo caer una de las cápsulas en su mano, la miró un momento, aún dudando pero, se la tomó, porque quería estar con su familia, ver a su madre sonreír, jugar con su hermana y que su padre estuviese orgulloso de él por una vez en la vida, sentía que se avergonzaba de él, que lo consideraba un monstruo con sólo tocar lo mismo que él, podía sentir en su cuerpo, su desprecio. Trago la cápsula, la primera de su vida, sin ser conciente de las consecuencias, tan sólo un niño buscando el amor de sus padres, apenas comenzó a hacerle efecto sintió que se mareaba, vino la tos y el sabor metálico de su sangre en la boca, antes de perder la conciencia y simplemente caer al vació...

Una extraña sensación le recorrió el cuerpo, cuando salio corriendo en busca de su pupilo y lo encontró tendido en el suelo, rodeado de plumas negras, con la boca manchada de sangre, temblando de frío, lo cogió entre sus brazos, apretándole fuertemente contra su pecho a la vez que le acaricia el pelo, y entonces noto que sujetaba algo en su mano, nada más ver el frasco supo lo sucedido, había discutido sobre ello con el padre del pequeño apenas hacia unos días, y entre maldiciones se apareció ante él, le gusto ver su rostro de sorpresa al verle, como retrocedía de terror cuando le hacía aquella promesa:
“Si muere por tu culpa, te matare, y no será nada agradable, haré que sea lento y doloroso.”

Cuando despertó estaba en un cuarto que le resultaba familiar, su madre le miraba desde una mecedora con una sonrisa, le acaricio la cabeza y le dijo que ese iba a ser su mejor cumpleaños, y así fue, tuvieron risas y por primera vez supo lo que era un abrazo, estar en familia y sentirse querido, no hubo sentimientos ajenos en él, pero esa noche la tos volvió, con ella la sangre y la preocupación, fue su padre quien fue a verle y al ver las manchas lo limpio con un hechizo y le dijo:
“Es mejor que tu madre no lo sepa, se preocuparía demasiado.”

El día después de su cumpleaños, su padre le volvió a llevar al templo, porque tenía una gira y no podía llevárselo, pero algún día le llevaría, su hermana iba porque tenía un pequeño papel en la obra y su madre para cuidarles, así que él volvería al templo.

[Este es el motivo por el que Miri escupe sangre, no se lo tengáis en cuenta a su padre, el realmente lo quiere.]

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