jueves, marzo 09, 2006

Marcado

Esta historia ya tiene su tiempo, pero creia haberla subido, y como Miri es un personaje que me encanta, pues la subo ahora.

Hacía rato que había anochecido, el viento soplaba fuertemente moviendo con brusquedad las copas de los árboles. El ruido seco de alguien al caer al suelo, un quejido silencioso y un dolor en su rodilla, le hicieron asomarse para ver si podía ayudar en algo, peor no había nadie, aun sentía el dolor en la rodilla y la sensación de que había alguien a su espalda, se giro para ver quien era. Nada, solo su futon, iba a volver a acostarse cuando le taparon la boca con una mano enguantada, mientras con la otra era cogido por la cintura y levantado. Intento gritar, pero no pudo, pataleo y forcejeó intentando soltarse, pero cuando al fin lo hizo fue peor.
Le tumbaron sobre una piedra, le desabrocharon el kimono y bajaron la ropa interior hasta los tobillos, a la vez que era amordazado y sujetado a la piedra con un sello mágico.
El silencio lleno la noche, el aire olía a sake y por primera vez no sentía nada, la naturaleza a su alrededor parecía haber muerto, a pesar de que se veía fuerte y frondosa, ni siquiera con las pastillas le pasaba aquello, su poder mermaba considerablemente, pero nunca tanto como para sentirse en la nada.
Buscaba con la mirada algo conocido, pero el sitio le era completamente desconocido, sólo la luna que alumbraba la noche como con una tímida sonrisa, pero pronto se escondió, como si no quisiera ver lo que iba a suceder.
Muchas miradas fijas en él, un hombre al que no lograba ver el rostro, pero que le clavaba la mirada como si pudiese leer en su alma, se iba acercando lentamente, sin apartar la mirada, llevaba agujas en la mano y otras cosas que no lograba ver.
Sintió las frías manos del hombre recorrer su cuerpo, para pararse en su cadera y comenzar a clavarle las agujas en ella, una y otra vez, formando una imagen, mientras el pequeño cerraba fuertemente los ojos dejando escapar las lágrimas y mordiéndose los labios para no gritar, para no demostrar que era débil, aunque no podía evitar que se le escapase algún gemido, el dolor era tanto, los recuerdos del pasado se mezclaban con aquel momento, recordándole el daño causado las vidas perdidas, su sufrimiento, aunque no podía ver lo que le estaban tatuando en contra de su voluntad, una imagen se entrelazaba con su dolor, una cruz griega, unas garras sujetándola, como si estuviesen desgarrándola, alas con garras como las de un murciélago o quizás las de un demonio, pero llenas de plumas como si fuesen las un ángel, el rostro de un dragón, su cuerpo, el rabo de este como si fuese el cuerpo zigzagueante de una serpiente.
El tatuaje fue terminado y un profundo sueño se apodero del niño, para cuando despertó estaba en su cuarto, los pájaros cantaban y volvía a sentir la vida que le rodeaba, pero su cadera había sido vendada de modo que la izquierda y parte de la pierna quedase tapadas, llevo las manos a las vendas para quitarlos cuando fue interrumpido por una voz familiar.
- No lo hagas, aun no cicatrizo.
- Sensei, ¿fuiste tú? - preguntó recordando los ojos del hombre y mirando los de su maestro, eran iguales.
- Puede. - contestó fríamente.
- ¿Se ira?- decía en su inocencia.
- Claro- rió por la pregunta y le despeino más aun- con agua y jabón- pero prométeme que tus padres no sabrán que lo tienes.
- Prometido ¿Pero por qué?
- Para que siempre me recuerdes. Ahora ve a vestirte, tenemos que ir a desayunar antes de que se despierten los otros y nos regañen por desayunar chocolate con churros.
- ¡¡Sí!!
Ese semana por el fin de semana fue a ver a sus padres, siempre que iba era feliz únicamente por poder estar con ellos, su madre le hizo ponerse ropas más acorde con la época y dejar sus kimonos y túnicas a un lado, pero cuando se fue a bañar, como ya le habían quitado el vendaje y suponía que eso quería decir que se lo podría quitar, froto con todas sus fuerzas para borrarlo, pero no se iba, por más que frotase seguía allí, y lo único que consiguió fue que su piel enrojeciese y algún que otro arañazo.
- Miri sal ya, que quiero entrar.- le gritó su hermana desde la puerta.
- No puedo, no se va.- le decía medio llorando.
Elehnika sabía que su hermano era especial, y demasiado sensible, pero no entendía que hacía tanto tiempo en el baño, y al escucharle así se preocupo, entró sin más, para encontrarlo frotando con desesperación.
- ¿Tienes una herida o algo?
- Un dibujo, pero no se va.
- A ver.- dijo acercándose y descubriendo el tatuaje bajo todo el jabón.
- Miri es un tatuaje, los tatuajes no se van.
- Pero el dijo que se iba con agua y jabón.
Lo miró apenada, aunque tenían la misma edad ella ya conocía muchas cosas de la vida, mientras que él era todo inocencia, a veces quería que madurase y otras le encantaba que siguiese siendo el niño más niño que pudiese encontrar.
- Te mintió.
- No, él no mintió, mentir esta mal- decía negando con la cabeza.
- No pasa anda, es muy chulo, a mi también me gustaría uno- dijo intentando animarlo- ¿se lo enseñamos a papá y a mamá?
- No, no podemos, no puedo, lo prometí, ellos no deben saberlo.
Lo miró un momento, eran verdaderamente tan distinto, ella con su aspecto de muñeca, su piel pálida de porcelana, sus ojos de un azul claro, y sus cabellos rizados como el oro fino de un blanco casi tan claro como su piel, parecía un ángel, pero eso no quitaba que fuese egoísta, caprichosa y siempre consiguiese lo que quería a un a costa de los demás; y allí estaba su hermano mellizo, de piel morena, ojos grises azulados y el pelo de un negro azabache que le encantaba, tan dulce e inocente que a veces le parecía tonto, y le daban ganas de pegarle como hacía con los niños del parque.
-Vale, te guardo el secreto, pero...- una idea se le había ocurrido al ver el regalo que le había traído de parte de Sanzo y ahora ya tenía con que convencerlo- ... dejaras que te vista.
Cuando Kaene el amigo y vecino de al lado entró por la ventana del cuarto, no espera ver aquella escena, al lado de Elehnika que siempre llevaba vestidos que resaltaban más su aspecto de muñeca, había una niña como de su edad, vestida con un kimono muy elaborado de colores alegres que hacían resaltar más su piel morena, no fue hasta que vio su rostro sonrojado, sus ojos detrás de las gafas que dijo:
- ¿Miri?
- Has visto que bien le queda el kimono. - decía su hermana terminado de colocar bien el obi.
Se acercó a su amigo, sin dejar de mirarle
- Estas...estas muy guapo.
- Kaene deja de mirar así a mi hermano y ayúdame a quitárselo antes de que venga mi madre.
La cara de Mirage enrojeció más.
- Pu....pu....puedo solo.- decía tartamudeando.
- Pues date prisa y vamos a jugar.- contestó empujando a su hermano al cuarto de baño.
Ninguno sabía que en otro lugar, un lugar sagrado usado en ceremonias, un hombre enseñaba un dibujo igual al del tatuaje al hechicero de las sombras, le hablaba sobre el pequeño empata, y las posibilidades que tendría si conseguían atraparlo en su telaraña, no sólo ganarían un empata, también un vidente de sueños y ante todo era el sacrificio que había nacido a la hora deseada, el día indicado.




1 comentario:

Di dijo...

muy en tu línea... luego soy yo la loca... xPP
sitos mi amor
(me lo he leio enterito)