viernes, septiembre 23, 2005

~*Nueva imagen*~

El tiempo pasa verdaderamente rápido cuando eres feliz, en su casa no había momento para el aburrimiento ni sitio para la amargura, ni lo habría mientras cada día se llenase con la risa de Ichigo Iichie.

Esa noche habían ido a cenar fuera, y volvían dando un paseo por el parque, estaban rindo ante la insistencia del pequeño sobre que no tenía sueño, cuando no paraba de bostezar y se le cerraban los ojos abrazado al cuello de su madre, la risa ceso en el momento en que notaron el cambio en el aire, el parque que les había parecido acogedor se convirtió en una trampa mortal, Vallari apretó a su hijo en brazos intercambiando miradas con Rui, hasta ahora nunca se habían encontrado con más que algún licano, un cazador o un mestizo pero siempre hacían como si no notasen la presencia del otro, esta vez era distinto, habían sido rodeados, el olor les delataba.

- Ichi. ¿Quieres que te enseñe un juego? - Le preguntó volviendo a dejarlo en el suelo a una señal de Rui, medio dormido su hijo asintió con la cabeza, mientras se esforzaba porque no se le cerrasen los ojos.

Vallari sacó un hilo apenas visible de entre sus ropas sin que nadie lo notase. y otro perfectamente visible de lana azul, que le enseñaba a Ichi, mientras que para el niño todo era un juego en el que se esforzaba para no liar sus manos entre la lana, su madre se ocupaba de crear una telaraña finísima a su alrededor, impidiendo con ella que llegasen hasta él. Pero al ver como se iban poniendo las cosas, prefirió que el juego terminase haciendo que su hijo cayese en un plácido sueño, no permitiría que viese como sus padres se convertían en maquinas de matar.
Rui que en principio había luchado con las manos desnudas, no tardo en arrebatarle un revolver a uno de los licanos, este viéndose en peligro se transformo creyendo que así lo cogería por sorpresa, pero fue al contrario, Vallari le tomó la delantera, fue ella quien le rompió el cuello antes de que pudiese convertirse en bestia, Vallari en su forma de lobo era tan hermosa como en mujer, un pelaje castaño brillante, unos ojos negros con la profundidad del océano, ese fue el lobo que todos vieron colocarse detrás del cazador de demonios, uniéndose a su lucha, una escena única, que seguramente se vería mucho cuando la guerra estallase y tuviesen que hacerse alianzas con los que alguna vez fueron enemigos.

Mientras se encargaban de ocultar los cadáveres, Rui pensó en lo cómodo que resultaba matar vampiros que se convertían en polvo y no te daban tanto trabajo como los licanos que únicamente recuperaban su aspecto humano, convirtiéndole a los ojos de la gente en un asesino cruel y sanguinario, evidentemente nadie iba a creer que fue en defensa propia que aquellos hombres de piel oscura, venidos de tierras extranjeras se convertían en lobos, como mucho le tacharían de loco y acabaría encerrado en un psiquiátrico disfrutando de poder golpearse contra las paredes sin hacerse mucho daño porque serian acolchadas, así que como esa idea no era de su agrado, decidió mandar a su esposa a casa con el niño, para así poder moverse por las redes de los cazadores, ocupándose de que desapareciera todo rastro de aquellos cadáveres.

- Mañana nos iremos de aquí.- Anuncio Rui nada más entrar en casa.
- Me parece bien, pero ellos ya conocen de la existencia de Ichi, mi padre lo sabe, ya no me busca a mi, quiere a su nieto, estoy segura de que quiere convertirlo en alguien como él, no podemos dejar que le encuentren, si nos vamos será fácilmente reconocible, nunca he visto a una persona que tenga los cabellos tan claros, la piel tostada y un ojo de cada color.- Hablaba mientras con manos nerviosas le acariciaba el cabello a su hijo, mirándole con preocupación, deseando que nada malo le pasase.
- En ese caso, todo eso se puede cambiar, ahora vuelvo.- Había seguridad en sus palabras, en su mirada, confianza mutua, un beso en la frente de su hijo y otro en los labios a su esposa antes de partir.

Por primera vez, Rui Nishikado se encontró pidiendo un favor, tragándose todo su orgullo.

- Soujiro vengo a suplicar tu ayuda.- Hablaba de rodillas ante el altar del viejo templo.
- No me lo creo, creí que habíamos quedado en que estabas muerto.- Cierto sarcasmo en sus palabras.
- Los licanos nos encontraron, mataran a mi mujer y a mi hijo.
- Eso no tiene nada que ver conmigo.- Dijo como dando por terminada aquella conversación, sabiendo que se refería a la familia de su mujer, que los hermanos la dejasen libre no quería decir lo mismo del padre y el prometido al que abandono.
- Por el amor de los cielos Soujiro, mi hijo, mi hijo es un niño inocente, ha tenido la vida que me pediste que tuviese, no le des la espalda ahora, déjame llevarlo lejos de aquí, a algún lugar seguro.
- Ya no hay lugares seguros en el mundo para nadie, la guerra entre razas estallara pronto, no creo que puedas hacer nada.- Sentenció.
- Ichigo Iichie
- ¿Por qué me vienes ahora con eso? Te di tu oportunidad hace tiempo, la tomaste, no me involucres más en esto. Me juego mi vida por hablar contigo.
- Mi hijo se llama así, él sonríe y llora cuando se cae, a veces ríe tanto que se le sale la leche por la nariz, e intenta huir cada vez que tiene que comer verduras, dibuja en las paredes con los dedos y después pide perdón con una sonrisa dejando claro que no se arrepiente, es todo cuanto nosotros deseábamos ser.

Se hizo un silencio incomodo alrededor de ambos, el joven de cabellos blanquecinos tenía que tomar una decisión, una decisión importante que afectaría más a la persona que le miraba con ojos suplicantes, a la familia de aquel hombre, lo que quería decir que podría truncar el futuro de la persona a la que protegía en las sombras, mientras que probablemente, él seguiría igual.

- Antes de tomar una decisión, llévame con él.

Esa noche, por primera vez en mucho tiempo ambos hermanos caminaron juntos, realmente no recordaban haberlo hecho antes, caminaron cada uno al lado del otro lucharon juntos contra los demonios que se atrevieron a atacarles, y cuando llegaron al pequeño piso en el que vivían, le dejo pasar primero.

- Vallari, este es mi hermano pequeño Soujiro. Soujiro ella es mi esposa Vallari.- Los presentó intentado no ver la mirada inquisitiva de su esposa.
- Encantado.- Habló con una sonrisa en los labios, notando como la mujer se sorprendía al ver el parecido físico con su hijo, como se llevaba una mano a la boca sin saber que decir.
- Me gustaría que viese a Ichi antes de que nos vayamos.- Pidió Rui seguro de que les ayudaría, nada más lo viese.
- Claro, sígueme Soujiro.- Pidió con una sonrisa, sin por ello poder ocultar su sorpresa.

La siguió en silencio, realmente nadie habría notado su ceguera, pero cuando estaba entrando al cuarto del niño casi cae por pisar un tren de madera, si no es por los reflejos de Vallari lo habría hecho al instante, pero ella le cogió enseguida, fuertemente, demasiado fuerte, para la apariencia delicada que tenía.

- Lo siento, será mejor que te sientes, le suelo decir a mi cachorro que recoja los juguetes, pero parece que nunca me escucha.- Se disculpó a la vez que le guiaba a una mecedora al lado de la cama. Con cuidado de no despertarlo saco a su hijo de la cama y lo coloco en los brazos de aquel hombre tan parecido y a la vez tan distinto. - Os dejare solos un momento, tengo que seguir haciendo maletas.

Por un momento tuvo la tentación de huir con aquel niño, nadie podría decir que no era su hijo, eran tan iguales, sujetaba sus manitas, tan pequeñas, sentía la respiración relajada ajena del mal que se cernía sobre él y su familia, y cuando vio como su hermano se asomaba por la puerta sonriendo para después alejarse de aquel momento que parecía privado, decidió no hacerlo, por un recuerdo lejano en el que por primera vez sintió que alguien le quería.

- Rui, tenemos que llegar al aeropuerto, allí os espera un avión privado, iréis al sitio donde todo empezó y todo terminara, el lugar que esta regido por los hermanos Corvinus.- Habló mirando hacía la puerta entre abierta, no necesitaba ver para saber que su hermano estaba ahí.
- ¿No sera peligroso? - Preguntó entrando en el cuarto y abriendo un cajón, no le sorprendió ver que apenas había ropa en el, cogió algo que abrigase y lo cerró con pena.
- Ya te lo dije, no hay lugares seguros, sólo el no saber nada es seguro, lo mejor es que vayáis ahí, es el lugar más peligroso y más seguro, uniros a los rebeldes, los dirige Alexander Corvinus, aunque sea difícil de creer, es licano y vampiro, quiere la unificación, es decir desea la paz, pero por desgracia a la paz sólo se llegara a través de la guerra.

Mientras ellos hablaban Vallari terminaba de guardar todo lo imprescindible, ropa y poco más, aunque no pudo evitar guardar todo lo que dejaban atrás como si fuesen a volver al día siguiente a seguir sus vidas allí, en esa casa que había visto crecer a su hijo o como se transformaba en un hermoso lobito blanco.

- Val déjalo todo, por el camino que vamos a hacer no creo que podamos llevar maletas, será mejor que metas algo de ropa tuya y de Ichi en una mochila yo la llevare.- le dijo cogiendo un portafotos de uno de los muebles para sacar la foto que allí había y guardársela en un bolsillo del pantalón.

Como vulgares ladrones, se escudaron en las sombras para huir, caminaron entre las catacumbas, sin dejar de fingir que todo aquello era un juego para no asustar a su hijo, el motivo de que se fueran así, realmente él les creía y sonreía sin dejar de correr a su lado por aquellas malolientes alcantarillas, el pequeño tropezó y tres pares de brazos se extendieron hacía él antes de que llegase a caer a las malolientes aguas, fue su tío quien lo cogió en brazos, y le cargo el resto del camino.

- Asias tío Sou.- Dijo abrazándolo por el cuello.
- ¿Como me llamaste?
- Tío Sou. - Repitió como si fuese normal, aunque esa era la única vez que lo había visto, le habían dicho que era su tío y eso bastaba, además se sentía bien estar con él, y le gustaba ver que se parecían tanto.
- Dilo otra vez.- Pidió encantado con la idea.
- Tío Sou.- Volvió a decirlo sin saber lo importantes que eran esas palabras para su tío.

Sus padres les observaron en silencio sujetándose las manos para darse fuerzas mutuamente, en lo que el pequeño dormía habían tenido una conversación muy importante, la misma que les había llevado a decidir meterse en aquel maloliente sitio, para dirigirse a un aeropuerto privado donde les esperaba un avión que les llevaría a Corvinolandia como lo había llamado Soujiro, según él, era el sitio más peligroso y a la vez más seguro, pues ahí la guerra era dirigida por los hermanos Corvinus, cada uno dirigiendo un bando, ellos debían buscar a un tal Alxander el pequeño de los tres y el líder de los rebeldes, por lo que sé sabía de él, era vampiro a la vez que lobo, no sabían cómo eso había llegado a ser posible, sólo sabían que una vez allí deberían unírsele para estar seguros de que su hijo estaría protegido.

Al salir de las alcantarillas, entraron en un sótano, de allí subieron en un ascensor a un piso privado, realmente como siempre Soujiro lo tenía todo preparado, ahí estaban sus maletas, las cosas que habían preparado para después dejar atrás. Mientras Vallari se limpiaba y quitaba el maloliente olor, Rui aprovechaba para pasar un momento a solas con ella, Soujiro se ocupaba de jugar con Ichi, aunque más bien era al revés, pues Ichi le estaba enseñando a jugar al hilo, algo muy difícil cuando no puedes ver, pero fue en ese momento cuando Soujiro confirmó la duda que había tenido desde que aquel niño nació.

- Tio Sou. ¿Quién es el hombre que esta a tu lado todo el tiempo?
- ¿Perdón? - Dijo incrédulo, sabiendo a que se refería, pero también que no podía verlo cualquiera.
- Shí, el hombre alto se parece a papá, pero no es igual, los ojos de este hombre son marrones, además él sólo está para ti.
- ¿Ichi cómo sabes eso? - Lo cogió por los hombros mirándolo con sus ojos sin vida, unos ojos que no le mostraban el aspecto físico de las personas, pero si sus almas, y el color del aura de las personas le decía su estado de ánimo.
- No sé, algo que sé.- Explicaba algo asustado por la reacción. - Me haces daño.- Dijo intentando no llorar.
- Lo siento.- Lo abrazo - ese hombre es algo así, como mi ángel guardián, a que va vestido como un abogado de la tele, y lleva una katana en una de sus manos.
- Shí.- Asintió.
- Ves, es para protegerme, igual que hacen tus padres contigo.
- Pero mis padres no tienen a nadie así a su lado ¿No tienen ángel guardián?
-Claro que sí, pero, es distinto al mío, a que si estas solo con tu padre, sientes que está tu madre con él - Ichi asintió. - y te pasa lo mismo con tu madre - volvió a asentir - pues eso es porque uno es el guardián del otro- le decía eso por no decirle la verdad, por no decirle que lo que veía no era precisamente normal, que aquel hombre no era ni mucho menos un ángel guardian, si no su tío Akira, un hombre vivo al que estaría atado de por vida, no era amor como en el caso de su hermano y la mujer hindú, era el deseo que tenían el uno del otro, sabía que su tío no era capaz de amar a nadie, además, nunca le había dicho "te amo", si no "me perteneces".
- Vallari ellos le quieren a él ¿verdad?- Le preguntó cuando la vio aparecer secándose el largo cabello castaño con una toalla.
-Sí.- Contestó sorprendida de que él lo supiera. - Supongo que ya han corrido la voz de como es.
- Eso vendrá bien, porque él no va a ser así por más tiempo.
Ichi no prestaba atención a la conversación le habían dado papel y colores así que pintaba a su tío al hombre que había detrás de él y a sus padres unidos el uno al otro por un hilo rojo.
- Ahora cuando le bañes le pones esto en el pelo, y se lo cortas. Enséñale a usar eso otro, al principio le molestaran, le van a picar algo los ojos y se le saldrán las lagrimas, pero lo ojos no tardaran en acostumbrarse, mientras haga esto no tendrá más el aspecto que buscan.
Vallari asintió con una sonrisa y acercándose a Ichi con las cosas que le había dado en brazos le pidió que fuese con ella que era la hora del baño.
- Si te portas bien, en el cuarto de al lado te espera un regalo.- Dijo Soujiro sabiendo que no iba ser precisamente fácil enseñarle a usar lentillas y teñirle el pelo.
A solas en la habitación con su hermano, el aire parecía cambiar, la habitación parecía más pequeña y Rui se encontró abriendo la ventana para poder respirar mejor.
- Rui tengo que hablar contigo seriamente.
Este sólo se giró para mirarle, dejando claro que le escuchaba con una especie de gruñido.
- Quiero dejarte una cosa clara.- Empezó - No te delatare, pero tambien has de saber, que una vez estés lejos no podre ayudarte, ya no te podre proteger como he hecho hasta ahora.
- Lo sé, y te lo agradezco, si no fuera por ti, es probable que hubiésemos muerto hace tiempo, no sé a cuantos licanos habrás matado, pero no me importa, porque yo también he matado muchos y lo seguiré haciendo para proteger a mi familia.
- No es sólo de eso de lo que quería hablarte. - Hizo una pausa que tuvo la reacción deseada, el acercamiento de su hermano.- Has de saber que Ichi está sobre una fina línea, una línea que separa el mundo de los muertos de los vivos, la locura de la cordura, una línea que si desaparece puede costarle la vida o la cordura.
- ¿Qué quieres decir?- Preguntó a pesar de que temía la respuesta.
- Quiero decir que tu hijo está entre tú y yo, yo vivo viendo el mundo de los muertos con mis ojos ciegos al mundo de los vivos, y tu vives ves el mundo de los vivos, el mundo en el que vives, Ichi puede ver ambos, pero no se da cuenta, el sonríe y saluda a personas que son fantasmas, por eso te digo que tengas cuidado, para que no vea nada que pueda llevarlo al punto de la locura, para que esa locura no le lleve a la muerte.
- Séllalo.
- ¿Como me pides eso?
- No te lo pido, te lo exijo, sella esa parte de él, elimínala si puedes.- Su voz empezaba a subir de tono, sus manos se aferraron a la ropa de su hermano encarándolo, como si con ello pudiese obligarle a hacerlo.- Séllale, si de verdad te importa séllalo, el no lo sabrá nunca y tu eres bueno con eso.
- Jamás haría lo que me pides.- Apartó las manos de su hermano con brusquedad.- Un sello mal hecho puede dañarlo por completo, si hubiese un fallo podría encerrar hasta su alma.
- Por favor te lo ruego.- De rodillas ante él, tapándose el rostro para que no se viesen las lagrimas que empezaban a salir- No quiero perderlo, no quiero que llegue el día en que no le vea sonreír. Tengo miedo, por primera vez en mucho tiempo tengo miedo.
- Rui, para ya con esto, no le pasara como a mí, no le van a atacar, no intentaran llevarlo a su lado.- Le contestó acariciándole el pelo en un intento de consolarlo, algo que no le pegaba nada, pero tampoco pegaba ver a la leyenda viva de los Nishikado llorando como un niño.
- ¿Cómo lo sabes? Crees que no recuerdo que casi mueres siendo un niño por culpa de ver lo que ves.
- Yo también lo recuerdo, no he olvidado la frialdad de su contacto contra mi piel, las terroríficas sonrisas que me dirigían mientras me reclamaban como suyo, el aliento helado que parecía meterse en los huesos, pero fue el precio que tuve que pagar por ayudar al tío Akira a entrar a esa mansión, por apropiarnos de la morada de esos fantasmas, lo volvería a pagar si hiciera falta, pero ahora escúchame bien, porque como he dicho no tenemos mucho tiempo, a Ichi no le va a pasar, el alma de Ichi es de un blanco inmaculado, la mía no lo era, la mía estaba llena de odio, aún lo está. Ichi es luz y yo oscuridad, los espíritus buenos le protegerán, no dejaran que la oscuridad le toque estoy seguro, puedo verlos a su alrededor, él estará bien, y además, el regalo que le he dado también lo protegerá.

La conversación termino así, no pudieron hablar más sobre eso, pues Vallari salió con una sonrisa de oreja a oreja a pesar de que en su mirada se veía que no estaba contenta y les dijo como si fuese el presentador de un circo.

- Estar atentos caballeros, pues ante todos ustedes, saldrá el increíble el inigualable Ichigo Iichie con su nuevo look.

Por la puerta asomo una cabecita de cabellos negros que preguntó tímidamente.

- ¿Salgo ya?

La sorpresa de Rui se notaba claramente, si no hubiese sido por la voz, por los gestos habría creído que era otro niño.

- Sí, sal ya así le das las gracias al tío por su regalo.

La última palabra hizo que Rui aguzara la vista y los sentidos, seguro de que debía ser un poderos amuleto o algo así, pero lo que su hijo llevaba en brazos era un carrusel.
- Asias tío Sou- Dijo abrazándole y dándole dos besos.- Me gusta mucho, de verdad.

La mirada de Rui era claramente de estar enfadado, pero no dijo nada.

- ¿Has escuchado la canción que suena?
-¿Suena?- Preguntó maravilladlo con la idea.


Al momento los caballos bailaban al son de una hermosa melodía, mientras el pequeño lo miraba embelesado con una sonrisa.

Poco después cogieron el avión rumbo a Corvinolandia, nunca más volverían Japón, y si Ichi llegaba a hacerlo, seguramente nada sería igual más que él.

Soujiro les había despedido en el aeropuerto, no volvió a su piso si no a la casa en la que habían vivido todo ese tiempo, una pequeña casa japonesa, tan distinta de en la que iban a vivir de ahora en adelante, en toda ella se podía sentir la presencia de la alegría, le gustaba ese sitio, pero también pudo sentir otra presencia.
- Tío Akira, qué haces aquí.
- Vaya, pensé que lo mismo no te dabas cuenta de mi presencia, como estabas tan ocupado abrazando ese peluche maloliente.
- Lo que abrace o deje de abrazar es cosa mía, además si lo vienes a decirme alguna estupidez mejor déjalo, no estoy de humor.
-Esa no es manera de hablarle al nuevo líder.- Respondió sujetándole por el mentón acercando su rostro.
- Vaya no me di cuenta de que el viejo había muerto, ¿cómo fue?- Lo preguntó por pregunta, poco le importaba la muerte de su padre.
- No creo que te importe, pero literalmente se le rompió el corazón cuando le dije que hijo favorito había muerto.- Apenas dejo unos milímetros de separación entre sus rostros.
- La realidad puede resultar muy dura.
- A mi no me puedes mentir- Dijo esas palabras casi en su boca antes de robarle un beso, frio como eran ellos.

No hubo respuesta, dejo que lo tirase al suelo que el despojase de las ropas con gran maestría mientras le reclamaba como suyo.

- Tú me perteneces.- Le susurro al oído antes de morderle el lóbulo.
- Siempre.- esa fue la primera vez que le respondió algo.

Las manos de Soujiro buscaron el rostro de su tío, lo cogieron, separándolo de él con cuidado, como si pudiese verle.

- Quiero ver el mundo que tú ves, quiero verte a ti reinando en él- Igual que has acabado reinando en el mío, pensó para si.
- Si eso es lo que quieres, lo tendrás- Respondió antes de quemarle con el frio hielo, antes de poseerlo pues sabía que siempre seria suyo.
- Soujiro ¿Quieres verme a mí o aquel que es como tú?
-Ambos.- Respondió sin vacilar.

Nada más escuchar aquella respuesta su ira pareció arder, y lanzo un golpe que dio justo al lado de la cabeza de su amante.

-Ya te lo dije una vez, no compartiré ni una parte de ti, y matare a cualquiera que ocupe una parte de ese corazón que me pertenece.
- Akira-sama, aunque lo matases no matarías el sentimiento que tengo, él es la luz en mi oscuridad y tu a pesar de ser tan frio como yo, eres el fuego que me calienta.
- No quiero compartirte.- Dijo abrazándolo fuertemente.
- Eres como un crio, el sentimiento de amor que tengo hacia la luz es el de protegerla para que no la devore la oscuridad, y el que tengo por ti, es el de ser uno contigo. Sólo vosotros ocupáis mi corazón, si es que realmente lo tengo.
- Si es así, no entiendo porque dejas que se lo lleven, yo no puedo vivir sin saber donde estas a cada momento, la simple idea de perderte, hace que me den ganas de matar a todo el mundo para que nadie te separe de mi lado.

Cogiendo el colgante que llevaba al cuello le contesto:
- Igual que yo llevo esto para que tú puedas saber siempre donde estoy, le he dado algo a él, para saber siempre donde esta.- Con una sonrisa que sólo le mostraba a él le preguntó con falsa voz infantil - ¿Ouji-san juegas otra vez conmigo?

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