martes, febrero 13, 2007

Luz en la oscuridad

Me encuentro en la sala de espera del hospital, mis nervios están a flor de piel, no dejo de moverme de un lado a otro, voy al cuarto de baño y me lavo la cara con agua fría intentando despejarme, al mirarme al espejo recuerdo como me veía antes y como odiaba como me veían los demás.

“Hefastión el eterno galán vividor incapaz de amar a una sola mujer, capaz de
cautivarlas con una mirada de sus ojos miel. Amante del peligro, disfruta de la
aventura, ha dado un comunicado declarando que por un tiempo dejara de
conmovernos con esas actuaciones que logran dar vida los personajes fielmente.
Pues se tomara un tiempo sabático, quien sabe si realmente a de recuperarse de
alguna adicción…”

Leí en una vieja revista olvidada en la sala de espera del hospital, pero como me viesen los demás ya no importaba, porque todo había cambiando desde aquellos días que recordaba como si hubiesen pasado ayer.

Aquel día había ido a una entrevista para una revista, hicieron las mismas aburridas preguntas de siempre, desde cual era mi color favorito a que tenía que hacer una mujer para conquistarme, y como siempre que preguntaban eso, cogí entre mis manos la de la periodista y mirándole a los ojos como si sólo estuviésemos nosotros en el mundo le dije susurrante pero firmemente:

“Sólo ha de ser ella misma, las mujeres sois perfectas.”

Era de risa, todo el mundo fingía ser lo que no era, como yo en aquel momento disfrazado para salir a la calle sin ser reconocido, disfrutando de mi falsa libertad.
Camine hasta el barrio en el que me crié, con sus edificios viejos y casi en ruinas, la gente gritándose por la calle y preocupándose sólo por sobrevivir, sonrió tristemente pensando que yo también soy así, que sólo ha cambiado el exterior desde que deje aquel lugar.

Paso por el chatarrero, me paro ante la verja que lo separa del barrio, pero que permite ver las montañas de trastos viejos, de basura ahí amontonada, recuerdo mi niñez corriendo entre ella, jugando a coronar las montañas como si fuésemos astronautas conociendo el espacio, el tiempo en que lo que más amaba era compartido y no un secreto, mis primeros dibujos dedicados a unos amigos de los que me había separado. El maullido de un gato y el sentir su cuerpo pasando por entre mis piernas, reclamando mi atención, me hacen dejar de pensar en ello, le observe un momento, un gato callejero, con el pelaje manchado de sangre, le faltaba un trozo de la oreja derecha, y no podía abrir el ojo izquierdo, además de tener el rabo cortado. Aún así dejó que le acariciase, y eso llamaba mi atención normalmente un gato tan maltratado ni siquiera se acercaría a un humano, pero este lo hizo, antes de darme cuenta estaba jugando con el sentado sobre el suelo. Una foto digna para las revistas de cotilleo pensé amargamente.

El gato escapó de mis caricias y se coló en la chatarrería, me quede ahí sentado observando el motivo de su reacción. Una chica joven, de largo cabello negro que apenas dejaba ver su rostro, vestida con un jersey azul que le quedaba grande por como se le caía hacia un lado, le tapaba hasta las rodillas, dejando ver unos calcetines a rayas rojas y negras, y unas zapatillas de tela descoloridas; se agachó justo enfrente del gato y de mi, sirviéndole lo que parecían restos de comida, no reparó en mi, ni me prestó atención hasta que la hable:

“Disculpa, ¿cómo se llama?- le pregunte sin pararme a pensar mucho, provocándole un sobresalto, note que me buscaba, pero que no me veía, pensé en recomendarle que se apartase el pelo de la cara. -No quería asustarte, lo siento.” dije sinceramente.

“Alexander” responde mirando hacía mí, pero sin verme realmente, por lo menos yo lo sentí así entonces.

“Es un placer conocerte Alexander, estoy a tus servicios.” Bromee haciendo un juego con nuestros nombres, creyendo que ella sabe quien soy.

“¿Vas a llevártelo?” me preguntó con un tono que me hace sentir culpable.

“No, pequeña, lo siento, era una broma, porque yo me llamo Hefestión” le explico sin verle ya la gracia.

“Que bonito - me dice a la vez que sonríe dándome la sensación de estar frente a un ángel - Sabes, mi papá tenía un amigo que se llamaba como tu, siempre dijo que era el mejor de todos” me dice sin perder la sonrisa, que se me antoja sincera y me recuerda a alguien, sus palabras me chocan y le pregunto.

“¿Alexander Grand?”

“Sí- exclama feliz -No puedo creer que seas el Hefestión de mi papá, eres el mejor pintor del mundo, tengo el dibujo que hiciste de mi mamá” me dice como si fuese el mayor tesoro el mundo.

Quiero preguntarle más cosas, pero unos gritos de una voz desagradable y gutural no me lo permiten, ella se aleja de mí con un “Hasta pronto”.

Regreso al día siguiente y el de después, cada día hablo con ella descubriendo cosas que me hacen tener muchos sentimientos que creía haber olvidado. Descubro que mis mejores amigos de la infancia, sus padres, ya no están, que ella vive con un tío, y aunque no me atrevo a preguntarle sospecho que la maltrata.

“Con todo lo que has vivido ¿por qué eres feliz?” le pregunto acariciando a Alexander siempre presente en nuestros encuentros.

“¿Por qué no? A veces estoy triste, pero también me pasan muchas cosas buenas, como Alexander o conocerte a ti, entre la oscuridad siempre se esconde un poco de luz, sólo tienes que buscarla.” responde con esa sinceridad que me encanta.

Sus palabras me animan a preguntarle algo que no le he preguntado a nadie, supongo que es porque quiero saber como me ve ella, que realmente no me ve, no sabe nada del actor, del famoso…

“¿Cómo me ves?”

Ella se acerca más a la verja pasa las manos por la parte que esta rota y me acaricia el pelo, la cara, delineando mis ojos, mis cejas, siguiendo mi nariz, pasando sus dedos por mis labios, mientras lo hace, estoy nervios, tengo miedo de lo que me vaya a decir. Cuando termina de tocarme, se me escapa un suspiro de alivio.

“Eres un hombre alto, estoy segura de que eres guapo porque tienes buen corazón., se nota en que eres amable y dulce, aunque lo ocultas. Te gusta tener las situaciones controladas y no te gustan las sorpresas, eres fuerte o al menos lo intentas, tienes miedo, como cuando te he tocado, supongo que temías lo que pudiese descubrir, aún así te has controlado y me has dejado seguir, eres una persona cabal, que piensa todo minuciosamente, ocultas tus sentimientos bajo la fachada de tipo duro, aunque conmigo no la sueles mostrar, siempre hueles a colonia, y lo más importante y más triste, no eres feliz, y no sabes quererte a ti mismo.” Me dijo todo eso sin dejar de jugar con las mangas de su jersey y antes de que yo pudiese decir nada, los gritos de siempre la hicieron marcharse como la primera vez.

No fui al día siguiente, ni en todo un mes, pero no la olvide, ni sus palabras, que decían la verdad, como era yo, quería ser feliz, quería quererme a mi mismo, y quería verla de nuevo. Pero estaba rodando una película, me había comprometido y había salido esa misma noche, no pude avisarla, porque yo mismo había olvidado aquel viaje.

Empecé a dibujar de nuevo delante de la gente, sobretodo los paisajes que veíamos, y en todos ellos la dibuja a ella, tenía ganas de verla, de llevarla conmigo y enseñarle todo aquello, por eso, cuando nos comunicaron que tendríamos un fin de semana libre, cogí el primer avión hacía mi tierra y después un taxi hasta ella, esta vez no espere verla tras la verjas, entre a la chatarra rehería y pregunte al hombre gordo y de aspecto descuidado por ella, me dijo que no sabia de que hablaba, pero Alexander le delató, apareció de entre las montañas de basura y se coló en la casa por entre las piernas del hombre, yo le imite apartándole de un empujón, observe la casa con asco, el suelo cubierto de restos de comida, ratas escondiéndose bajo los sofás y un olor nauseabundo que lo llenaba todo; seguí al felino como si mi vida dependiese de ello, y le encontré arañando una puerta cerrada con llave, la abrí a patadas mientras el hombre gritaba que llamaría a la policía, y allí estaba mi ángel. Sentada sobre un viejo colchón tirado en el suelo, abrazándose así misma, con una sonrisa inocente, la cogí en mis brazos y se hecho a llorar diciéndome:

“Lo siento, no te enfades por lo que te dije, pero era la verdad” la bese en la frente y le dije que estaba bien, salí de ahí escoltado por Alexander el hombre intento pararme, pero se detuvo en cuanto lo mire.

Esa niña, ese pequeño ángel al que no consiguieron cortarle las alas a pesar de todo el daño que le causaron, es el motivo de que me encuentre de los nervios, porque depende de lo que pase hoy, podré mostrarle más que con palabras y con sentimientos, el mundo en el que vivimos. Una de las enfermeras me llama, entro en la habitación y velo su sueño, a mi lado, en una caja de viaje esta Alexander, ahora se que él y yo, somos iguales, estamos aprendiendo a vivir por ella.

Unas manos suaves me despiertan, y una voz que me encanta me susurra “Puedo verte”

Lo sé, desde el principio has sido la única que me veía de verdad, pienso mientras la abrazo sin ocultar mi alegría que se desborda como mis lágrimas.
Luz

1 comentario:

Di dijo...

holita, lo leí, es la de clase???