domingo, enero 09, 2005

Violinista

PuhPor favor ten en cuenta que era un trabajo de clase, que lo hice en una noche porque para variar lo olvide, he modificado algunas cosas, como que a mi profesora no le podía dar un fic de Harry Potter ^^U, las palabras subrayadas son las que debían aparecer porque sí en el trabajo.

El violinista nocturno

Oculto en una obscuridad que ni la luna alumbraba, bajo el árbol que los mundos, una figura despechada da rienda suelta a su dolor a través de las cuerdas del violín, creando una melodía que ni el canto de los ángeles podría igualar. Mas cuando sus sentimientos iban a desbordarse por completo una ráfaga de aire le hizo tambalearse, rápidamente recuperó el equilibrio, para sentir como le tiraban de las ropas, al girarse para ver de que se trataba se encontró con unos ojos vivaces como el fuego mirándole fijamente y una vocecilla que le preguntaba:

- ¿Has visto a Tigre?

El violinista le contestó con su desprecio, marchándose de allí como si no hubiese nadie más que su sombra, dejando al poseedor de esos ojos vivaces con una expresión de malestar.

Al día siguiente todo el mundo comentaba por los pasillos de Hogwarts sobre la melodía que se había escuchado por la noche.

- ¡Fue tan bonita! - exclamó una chica en el pasillo.
- Seguro que tiene que tocarla un chico guapísimo.- decía otra.

Esos eran algunos de los comentarios que podían escucharse por los pasillos, hasta que pasaron los Marauders, creando un gran revuelo a su paso por los murmullos de los demás diciendo lo maravillosos que eran con admiración o sarcasmo. Quiso la diosa fortuna, que justamente pasasen por ese mismo pasillo y en el mismo momento con sus antagonistas, los Serpentard, prácticamente iguales a ellos, salvo por el hecho que de estos sabias que podías esperar cualquier cosa, pues no les importaba usar a los demás como simples peones para conseguir sus fines.

- ¡Anda, mira!, el barón de las lagartijas.- dijo el Marauders de ojos azules.
- No te equivoques Black, no soy barón, ni conde, ni duque, soy el príncipe de Slytherin. Aunque dudo que alguien con tu capacidad mental lo entienda.- respondió a la provocación apartando sus rubios cabellos en un gesto lleno de elegancia felina.

Estaba a punto de llegar a algo más que las palabras, cuando un muchacho que parecía mayor, de mirada cansada y algo atormentada, señalo detrás de ellos el lugar donde se encontraba la gata del bedel, también conocida como las espía, pues por donde pasaba algo parecía ella, y en poco tiempo su amo, por lo que al momento todo el mundo desalojo el pasillo y sus alrededores.

En el patio Black pateaba una piedra aburrido, se había quedado con ganas de pelear, por eso cuando vio pasar a uno de los Serpentard cargado de libros, recogió la piedra y se la lanzó con todas sus fuerzas; el impacto hizo que cayese y con él todos los libros. Los presentes se rieron, pero el chico aguanto la provocación, no quería líos, así que sacudió sus ropas y comenzó a recoger sus libros, encontrándose que uno de ellos estaba bajo un pie, al mirar a quien pertenecía el pie, algo que se imaginaba de sobra sin necesidad de ver la mirada burlona de Black ni su sonrisa socarrona mientras le decía maliciosamente:

- Siempre supe que acabarías a mis pies.

Al decir aquello consiguió lo que quería terminar en una pelea para la que no faltaban observadores, estaban tirados en el suelo, Black encima del otro chico iba a darle un puñetazo cuando un grito lo detuvo.

- ¡Padffot!

Antes de que pudiesen hacer algo más ya habían sido separados por los otros miembros de los Marauders, el que parecía más mayor y un muchacho con gafas que ayudaba a ponerse en pie a su compañero.

- Te pido perdón en nombre de mi amigo - dijo dejando a todos sorprendidos - Moony, ayúdale a recoger sus cosas, por favor. Termino marchándose y llevándose al otro chico con él.
- No tienes porque disculparte en mi nombre - se quejaba - además será mejor que vaya a la enfermería, no vaya ha ser que me haya pegado algún virus y me muera.- seguía gritando mientras se alejaban, a lo que el de gafas respondió riéndose.

El joven Serpentard recogió sus libros en silencio, sin prestar atención al chico que le ayudaba, no quería levantarla cabeza, porque entonces se verían las lágrimas que surcaban su rostro, prueba de su dolor. Durante mucho tiempo había mantenido una relación secreta con el chico de gafas de los Marauders, pero le había dejado harto de un segundo plato, de aguantar que cuando sus amigos se metiesen con él, les siguiese el juego o incluso lo empezara él, había terminado con aquello pensando que intentaría recuperarlo, en vez de eso se comportaba como si nada de aquello hubiese pasado y ahora reaccionaba de aquella manera, no podía más que pensar emporqué aquel cambio, por qué no antes. Cuando no quedaba ni un libro en el suelo se encontró con unos ojos miel, que le miraban con preocupación, como si quisieran decirle algo pero no se atreviesen, correspondió la mirada sin entender porque aquellos sentimientos, ni por qué se sentía a gusto con ese chico, pero cuando el otro chico le paso los libros y sus manos se rozaron, Moony salio corriendo como alma que lleva al diablo.

Al caer la noche, pudo escucharse de nuevo una melodía, era incluso más triste que la de la noche pasada y al escucharla parecía que se te desgarrase el corazón, el joven de negros ropajes no se daba cuenta de lo que pasaba a su alrededor, estaba siendo observado. Esa noche no debería haber luna, pero allí estaba la luna azul brillando sólo para él.

- ¿Has visto a Tigre? - le preguntó la misma voz de la noche anterior, en cuanto bajó el arco del violín.

Suspiro molestó y pensando en que así se marcharía y lo dejaría en paz le contestó:

- No he visto ningún tigre.
- Yo no te pregunté por un tigre, si no por Tigre. Tiene la mitad del cuerpo gris y la otra naranja atigrada, como no es hembra es macho y lo que los húmanos llamáis gatos. - se explicó complicando las cosas más de lo necesario.

El violinista se quedó mirándolo por primera vez, sin salir de su asombro. Por mucho que hubiese querido creer que era humano, no habría podido. No con esa piel verdosa, los ojos rojos como el fuego, el largo cabello que parecía una túnica sobre su cuerpo era como del color del mar, y a la espalda dos pequeñas alas que podrías haber sido del color de la tierra de no ser porque eran traslucidas, todo ello en menos de un metro de estatura; seguramente por eso se encontró preguntándole:

- ¿Qué eres?
- Soy paquistaní. - respondió con una gran sonrisa.
- No mientas.- le reprochó.
- ¿Por qué nadie me cree cuando digo eso? - decía haciendo que iba a llorar.

El joven se limitó a mirarlo, dando a entender que la respuesta era evidente.

- Te lo diré, si me dices por qué estás triste.- dijo seriamente.
- No estoy triste. - negó quitándole importancia al asunto.
- Ahora eres tú el que mientes. Sé que estás triste, he escuchado la canción de tu corazón.
- Ah ¿sí? - respondió con escepticismo.
- “El hilo que me ataba a ti parece que se ha roto, me siento a la deriva en el inmenso océano del mundo.” - cantó como si aún sonase la música del violín.

Se hizo el silencio cuando escucho la canción, las palabras que decía era su melodía, la misma que estaba escrita en su corazón.

- Pero te equivocas, tu hilo del destino no esta roto, es sólo que te ata a otra persona.

El ruido del violín al caer al suelo fue como un susurro en comparación al que hizo su dueño al caer de rodillas, las lágrimas volvían a brotar y él sólo cubría su rostro con las manos mientras pensaba que la persona a la que amaba no le correspondía, si n oque estaba destinada a otra persona, acaso estaba equivocado por amarle, es que ese amor no valía nada.

- No estés triste Sese. - le llamó como si aquel fuese su nombre - Ven conmigo, te mostraré un lugar tan bonito y alegre que te devolverá la sonrisa.
- No puedo ir, mañana tengo un examen importante.- contestó a la vez que limpiaba sus lágrimas con la manga de su túnica.

- Yo se lo explicare a Dumdum.- dijo volviéndose a comportar como un niño.
- ¿Dumdum? - preguntó sin saber de quien hablaba.
- Sí, el abad - respondió como si aquello fuese evidente.
- ¿Qué abad? - dijo aun más extrañado.
- Para ser un monje eres muy bromista.
- ¿Abad? ¿Monje? Creo que te estás equivocando, en cualquier caso sería un lego.
- Qué más da. Me gusta tu pelo - dijo pasando su mano por el, algo para lo que se vio obligado a volar - ¡Que suave! ¿Qué champú usas?

Sese le miró como si fuese un bicho raro, algo que realmente era.

- Dímelo, dímelo - le pedía insistentemente cuando se le ocurrió una cosa - si me lo dices, te diré que mi nombre. - terminó poniendo cara de perrito abandonado.
- ¿Es un trato? - le preguntó esperando una respuesta, que fue un asentimiento de cabeza - “Baby jhonsons”.

Sin decir nada más le cogió del brazo y hecho a volar hacía el árbol, a pesar de su tamaño volaba tan rápido y alto que Sese no pudo más que resignarse a chocar contra el árbol, pero en su lugar pasaron a través de él. Cuando vio donde estaba no podía creer que existiera un lugar tan hermoso.

- ¿Te gusta?

La respuesta fue una leve afirmación de cabeza, maravillado por la belleza del lugar y por el cambio que había dado su amigo, perfectamente podría haber sido una sílfide, del aspecto de antes sólo quedaban los mismos colores, ahora media unos centímetros más que él, de figura estilizada y belleza delicada... aunque su personalidad no había cambiado.

- Vamos te lo enseñare todo. - decía tirando de él.

No podría decir cuanto tiempo estuvieron juntos, viviendo cada segundo con intensidad disfrutando de una infancia que realmente no pudieron tener, hasta que...

- ¿Por qué?
- ¿Por qué qué? - preguntó sin entender.
- ¿Por qué aunque lo estamos pasando bien sigue habiendo tristeza en tu corazón?
- Perdóname no es mi deseo que te sientas mal. Esa tristeza es un vació, la sensación de que me falta algo. Pero de verdad lo estoy pasando bien, mejor que nunca.
- Entiendo. El corazón humano es muy complicado. Te haré un regalo.
- No hace falta- negó con la cabeza - me has dado mucho mas de lo que crees.
- No digas tonterías. - le regaño- Este regalo es único. Sé lo que es estar solo, las demás ninfas no quieren jugar conmigo, ellas que representan a cada elemento me miran con desprecio, porque yo soy todo y no soy nada, tengo poderes que no pueden comprender, por eso se alejan de mi. Eres el segundo ser, después de tigre que me trata bien, por eso te haré este regalo y si te niegas haré que te salga una caries tan fea, tan fea que se llenara de pus y te tendrás que pasar un mes a purés. ¿Qué dices?

Sese sonrió y le dijo:

- Lo que te haga más feliz a ti, mi buen amigo.

En ningún momento aquel ser se esperaba se le llamase amigo, era la primera vez que alguien lo hacía por eso controló las lágrimas que amenazaban con salir y le hizo su regalo.

- Antes te hablé del hilo del destino. Pues lo que más necesitáis los humanos y todos los seres es encontrar a la persona que está al otro extremo. Por eso te voy a profetizar algo. Te encontraras con esa persona y podréis estar juntos, porque aunque tú no lo sabes, siempre a estado cerca de ti, observándote, admirándote con sus ojos miel.

Cuando termino de hablar, todo cuanto estaba alrededor de Sese comenzó a de desaparecer.

- No puedes irte. Aun no me has dicho tu nombre. - gritó intentando retenerle.
- Puck, me llamo Puck, y ya no me recordarás.- le contestó cuando ya le era imposible aguantar las lágrimas.
- Sí lo haré. Te lo demostrare en el aniversario de esta noche vendré a tocar alegres melodías para ti.- hizo saber antes de volver al patio, donde sólo quedaban los ruidos de la noche.

Han pasado varios años desde aquello, el violinista ya no es un muchacho si no un hombre que cumple con la palabra dada a un amigo, tiene la costumbre de dormirse a la sombra del árbol donde le conoció, peor siempre esta la persona de ojos miel, para despertarle.

- Un día te vera un alumno y pensara que tiene visiones.- dijo acariciándole los cabellos - Siempre te lo dejas al natural en este día y vienes a tocar como cuando eras un estudiante.
- Soy un hombre de palabra.- respondió a sabiendas de que no le entendía, antes de robarle un beso.
- ¿Lo ves ahora? ¿Ves el hilo del destino? ¿Ves la sonrisa de tu corazón amigo mío?- susurraba el viento entre las ramas del árbol.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho tu cuento ^^ No sé si a Sese lo inventaste o si era un chara de los libros, pero aún así me ha encantando ^^ Escribes muy bonito Pu ^-^