domingo, enero 02, 2005

Enjaulada by S.Z

PuhHace mucho tiempo una niña fue encerrada en un castillo, pero consiguió escapar con sacrificio y amor, pero el destino es cruel como brujo y su poder recorrió todo el mundo buscándola, pues su obsesión por ella era tal, que no soportaba imaginarla en brazos de otro.

La niña ya una mujercita se escondía del brujo en un colegio, había cambiado su nombre y cortado sus cabellos, pero aun así no dejaba de ser ella, intento olvidar el pasado y comenzar una nueva vida, conoció a un joven, era bueno y dulce y con el corazón puro un príncipe de esos que ya no quedan más que en los cuentos de hadas, y junto a él, a su fiel amigo, era feliz junto a ellos y los quería mucho a ambos, por ello cuando el brujo mando a un emisario para decirle que si no volvía al castillo los mataría y robaría sus sueños, ella en vez de enfrentarle y luchar, decidió entregarse pos temor a perder y dejar en peligro a las personas que por un tiempo le habían devuelto la felicidad.

De nuevo encerrada en la más alta torre, el brujo se aseguro de no pudiese huir nuca más, coloco barrotes en las ventanas, destruyo las únicas escaleras que llevaban hasta allí y el único modo de llegar era a través de la magia que sólo él poseía en aquel reino, y cada noche se encerraba con ella haciéndola gritar de dolor desear su propia muerte, mientras le iba arrancando cada sueño y esperanza que poseía, hasta que llego un momento en que le robo su alma, y de ella sólo quedo una cáscara vacía, llena de cortes, magulladuras y quemaduras, no había más lágrimas en sus ojos , ni mas gritos desesperación, tan sólo el vació del que lo ha perdido todo.

El brujo recibió un aviso, debía reunirse con los demás brujos y hechiceros en un concilio, como no podía llevarla con él, le entrego una parte de su alma y le dijo que estaban atados de por vida, la llevo de vuelta al lugar en el que había estado escondida, haciéndole jurar lealtad y que no volvería a traicionarlo, pues si no sus amigos sufrirían el mismo castigo que ella, y no sólo eso, si no que la obligaría a mirar y escuchar sus gritos, hasta que de ellos no quedasen ni el polvo.

Así quedo enjaulada en el lugar que un día creyó que era su libertad, mientras miles de heridas surcaban su cuerpo, más eran las que habitaban en su corazón y su alma, pues al volver allí, regresaron las lágrimas con el recuerdo d el o perdido más vivo que nunca.

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